Una reflexión sobre la serie Sucesor designado (Netflix) en relación al momento político actual en los Estados Unidos y la figura de su posible inspirador, el presidente Eisenhower.
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Sucesor designado. Cap 20. Perdidos en el tiempo
En septiembre de 2016 se estrenó la serie Sucesor Designado producida por David Guggenheim, que tuvo un rápido éxito y se extendió en sucesivas temporadas hasta 2019. Es una serie de ficción política hiperrealista. Mi pareja se vio todas las temporadas del tirón y al final, admirada, hablaba ya de “mi presidente” con la mayor familiaridad.
Seguramente ya conocéis el argumento: en un momento determinado de la historia reciente de los Estados Unidos, durante el discurso del Estado de la Unión, un brutal atentado termina con la vida del presidente y todos los cargos del poder ejecutivo del gobierno federal, además del Senado al completo. Entonces, en aplicación de las leyes de sucesión en momentos de extrema emergencia, es designado como nuevo presidente el único cargo del gabinete que no había sido víctima del atentado: el Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano, Tom Kirkman. El cual, por si fuera poco, había caído en desgracia previamente y el presidente fallecido estaba a punto de enviarlo al retiro.
Así emprende su andadura un peculiar sucesor designado –que no votado en las urnas, cabe resaltar- que a lo largo de cincuenta y tres episodios de cuarenta y cinco minutos cada uno, solventa de forma impecable una miríada de problemas, crisis y amenazas que se le van planteando a la superpotencia americana.
También cabe decir que el presidente Kirkman parece convertirse en un imán de todas las posibles calamidades bíblicas y alguna más: atentados, complots terroristas con todo tipo de armas, gobiernos hostiles que intentan atacar a los Estados Unidos de las formas más arteras, un surtido completo de chantajes políticos, una epidemia, una intoxicación masiva, ¡un tsunami! Cincuenta y tres episodios muy cargados de acción dan para todo lo que os podáis imaginar e incluso un poco más.
De hecho, la presidenta de Francia (tan ficticia como todo lo demás) llega a acusar a Kirkman de ser un verdadero gafe, un imán para las desgracias que parecen asolar sin respiro a los Estados Unidos desde el atentado contra el Capitolio.
El presidente Kirkman, que encarna el actor Kiefer Shuterland, resuelve todas las contingencias sin despeinarse. Como contraste con el protagonista de House of Cards, el de la serie Sucesor designado posee una personalidad íntegra y un estilo incluso monjil a la hora de conjurar las amenazas. Los intentos de la crítica politológica por encontrar alguna fisura en el perfil argumental de la serie resultan poco convincentes. ¿Corrompió el poder al presidente Kirkman aunque no resulte evidente en la acción narrativa? Vale, podemos aplicar raseros estrictos a su capacidad preventiva o supervisora, pero es que la lógica argumental es la que es: caso de haberse hecho patente la corrupción, Kirkman la hubiera resuelto con su habitual savoir faire.
Sí que es más interesante situar al ficticio presidente designado en el contexto de la situación política en la que fue estrenada la serie, justo en el año de las elecciones que ganó el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump. El mensaje político subyacente resultaba curioso, porque Kirkman, que en la serie era un candidato independiente, venía a personificar esa salida intermedia al republicano y a la demócrata, Hillary Clinton. Y así se mantiene el sucesor designado en toda la serie, simbolizando la vía reformista a lo que en 2016 se veía como un momento de viraje en la historia de los Estados Unidos.
En ese sentido es curioso ir analizando los conflictos socio-políticos que se plantean a lo largo de toda la serie –emitida durante la presidencia de Trump- lo que transformó Sucesor designado en una especie de contrapropuesta ocasional a las situaciones reales que se generaron entre 2017 y 2019. No en la escala de El ala Oeste de la Casa Blanca o House of Cards, porque Sucesor Designado no trasmite esa profundidad de contenido; pero sí en un plano más lúdico, para quien lo quiera analizar.
Y en medio de estas circunstancias en los Estados Unidos se recupera la figura del presidente Dwight “Ike” Eisenhower, de una forma que nos hace pensar que el ficticio sucesor designado, Tom Kirkman ha sido modelado, en parte, sobre el hombre que fue definido como “una linterna en la oscuridad”. Líder militar americano durante la Segunda Guerra Mundial, planificador y coordinador de las operaciones que llevaron a la liberación del Norte de África y de Francia.
Años después, los republicanos rescataron al retirado general como candidato presidencial en un momento delicado para los Estados Unidos, durante los inicios de la guerra fría y justo cuando se extendía por el país la “caza de brujas”, una oleada de histeria conspirativa que amenazó la cohesión social de la superpotencia americana. También concluyó la guerra de Corea, el primer conflicto abierto entre Occidente y el bloque comunista que pudo haber concluido en nuevos bombardeos atómicos sobre Asia.
Pero hubo más: como Kirkman, el viejo Ike tuvo que lidiar con epidemias letales, desde la polio a una pasa de gripe asiática especialmente mortífera, que se cobró cien mil vidas a comienzos de los años cincuenta. También impulsó la lucha por los derechos civiles y la igualdad racial, llegando a enviar tropas aerotransportadas a Little Rock, la capital de Arkansas a fin de asegurar el acceso de nueve niños negros al instituto público de la ciudad.
Ike Eisenhower dejó la Casa Blanca en 1961, habiendo cumplido 71 años; el relumbrón de su sucesor, el presidente John Fitzgerald Kennedy, dejó el significado de su figura y su mandato en la sombra. Pero como Tom Kirkman, fue el “hombre providencial” a la vez que un tipo humilde que sobre todo creía en la “fuerza espiritual” de su país para salir de los momentos difíciles.
Esa era la idea que intentaba transmitir el carismático sucesor designado, el presidente Kirkman a lo largo de toda la serie. En las elecciones que se avecinan podremos comprobar el estado de la fuerza espiritual de la malherida superpotencia.
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