Las vírgenes juramentadas o bürneshas parecen salir de los viejos relatos balcánicos, pero son una trágica realidad en la Albania actual.
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Vírgenes juramentadas albanesas. Cap 14. Perdidos en el tiempo
En las sociedades tribales suele existir un derecho consuetudinario que se aplica cuando no existe ley escrita emanada del poder legislativo. Ese código, basado en costumbres aceptadas en un territorio concreto, es memorizado por los ancianos o gremios de notables y aplicado en cada caso. Son ejemplos de ello la Kriss romaní, el derecho consuetudinario de las tribus yemeníes o el Kanun albanés.
Este último subsiste en el norte del país, en las zonas de población católica de habla gheg o guego; y ni el férreo régimen comunista de Enver Hoxha pudo con él después de casi medio siglo. El Kanun de Lekë Dukagjin, por el nombre del presunto príncipe que lo compiló, en torno al siglo XV, regula los conflictos referidos al honor, la hospitalidad, el respeto al clan y la Besa o palabra dada. Se ha explicado, de forma un tanto exagerada que la “ley del Kanun” equivale a venganza de sangre, cuando en realidad se utiliza para resolver todo tipo de desacuerdos, desde el robo de una cabra a la custodia de un hijo y las sentencias se pueden hacer efectivas en base a pagos en dinero, contraprestaciones, pactos.
Pero tampoco se puede negar que la venganza de sangre está muy implantada en el norte albanés y conserva buena parte de su ferocidad proverbial. En tiempos en los que Albania estuvo integrada en el Imperio otomano, hacia finales del siglo XIX, un incidente entre pastores por una pelea de perros dio lugar a un ciclo de venganzas y contravenganzas, con muertos y más muertos en ambas familias, que duró años y sólo se logró detener por la intervención del Sultán en persona.
Desde el final de la Guerra Fría, la cultura de la vendetta ha repuntado en el Norte albanés, relacionada, en no pocas ocasiones, con la producción y tráfico de estupefacientes y otras actividades ilegales. Y con ello ha reaparecido, aunque parezca increíble, el fenómeno de las “vírgenes juramentadas”. Las bürneshas son mujeres que llevan a cabo un cambio de género por razones de estrategia familiar en momentos en que su gente está amenazada. Por ejemplo, cuando familias o clanes han quedado tan golpeados por la venganza de sangre que no resta ya ningún hombre adulto para ponerse al frente. Entonces, la mujer con más valor o autoridad hace el pertinente juramento por el cual cambia su rol al de hombre y eso de forma integral: no sólo renuncia a las relaciones sexuales, al matrimonio y a cualquier derecho u obligación como mujer, sino que incluso viste como un hombre y se comporta como tal, pudiendo frecuentar establecimientos para hombres –como peluquerías- o llevar y usar armas, uno de los atributos más preciados de la masculinidad en aquellas tierras. Como tal, puede ejercer venganza – cosa prohibida a las mujeres- y sufrirla. Y por supuesto, ejerce posiciones de responsabilidad y relevancia en la familia. Para que todo ello sea posible, la mujer debe de ser virgen antes de hacer el juramento, normalmente ante un cónclave de ancianos o notables.
No se sabe cuántas mujeres siguen desempeñando el papel de vírgenes juramentadas en Albania. Algunas de las que son ya ancianas han podido ser entrevistadas.Otras han sido magistralmente retratadas por Jill Peters. No así las que aún desempeñan un papel activo como bürneshas, cuya supervivencia y la de los suyos dependen de su discreción, su eficacia y el consenso social.
Por supuesto, no sólo la venganza de sangre es la causa de que algunas mujeres se conviertan en vírgenes juramentadas. Represalias políticas en tiempos del stalinismo, épocas de crisis económica y emigración, circunstancias familiares excepcionales, todo ello puede hacer necesario que una mujer se ponga al frente de la familia, viéndose obligada a comportarse como un hombre entre hombres. Eso sí: con escaño propio en los consejos, pero sin voz ni voto.
La historia de las bürneshas nos ilustra sobre el trágico estado de los derechos de las mujeres en muchas regiones de nuestro mundo actual. Lo que sucede es que Albania no es un territorio remoto perdido y olvidado. Parece que en sus tiempos, a comienzos del siglo XXI, la misión jurídica de la UE en Kosovo, integrada en KFOR, tuvo problemas con algunos litigios que los lugareños consideraban eran competencia del Kanun o alguna otra forma de tradición local. ¿Cómo se resuelve la integración de las diversas variedades de derecho consuetudinario en el corpus jurídico de la UE? No es un reproche en forma de pregunta retórica; es, más bien una exclamación admirativa ante los esfuerzos que supone crear una casa común europea con las suficientes garantías en calidad de derechos humanos.
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