Tiburón, basada en la novela del mismo título de Peter Benchley, publicada en 1973, narra la historia de los ataques de un enorme tiburón blanco a los bañistas de una pequeña y turística localidad costera y los intentos de tres hombres por darle caza.
En la temporada de verano de 1975, el director Steven Spielberg lanzó al mundo una ola de suspense con su obra maestra cinematográfica, Tiburón. Esta película no solo se destacó por su narrativa tensa y su dirección magistral, sino que también dejó una marca indeleble en la cultura popular, influenciando tanto la percepción pública de los tiburones como el curso del cine de blockbuster de verano.
El reparto estelar de Tiburón fue esencial para la creación de esta experiencia cinematográfica inolvidable. Roy Scheider personificó al jefe de policía Martin Brody, un hombre atrapado entre el miedo al tiburón y la responsabilidad de proteger su playa.
La dinámica en pantalla entre Scheider y Richard Dreyfuss, quien interpretó al oceanógrafo experto Matt Hooper, proporcionó una profundidad significativa al conflicto central de la película. Completando el trío principal estaba Robert Shaw como Quint, el cazador de tiburones experimentado, cuya interpretación memorable añadió una capa adicional de intensidad al relato.
Sin embargo, tras bambalinas, la producción no estuvo exenta de tensiones. Se rumorea que hubo conflictos entre Dreyfuss y Shaw en el set, tensiones que, según algunos informes, contribuyeron a una actuación más auténtica y tensa durante las escenas compartidas. Estos desafíos internos, aunque complicados en el momento, demostraron ser un componente valioso en la creación del suspense palpable que caracteriza a la película.
Uno de los desafíos técnicos más notorios durante el rodaje fue el tiburón mecánico, apodado cariñosamente «Bruce» en referencia al abogado de Spielberg, Bruce Ramer. Este artefacto mecánico presentó varios problemas técnicos, lo que llevó al director a adoptar un enfoque más sutil y menos visual de la amenaza del tiburón. La decisión de Spielberg de no mostrar al tiburón directamente en varias escenas, utilizando en su lugar la sugerencia y la música de John Williams, resultó ser un giro creativo que contribuyó significativamente a la atmósfera de la película.
Tiburón no solo fue un hito en la historia del cine, sino que también dejó una huella duradera en la percepción pública de los tiburones. La representación intensa y aterradora del tiburón generó un temor generalizado hacia estas criaturas marinas. Spielberg, consciente de la influencia de su obra, se convirtió posteriormente en un defensor de la conservación de los tiburones, trabajando para cambiar la percepción pública sobre estos animales.
Lo mismo ocurrió con respecto al autor de la novela. Según su viuda, a Benchley le gustó la adaptación cinematográfica de su libro, pero más tarde expresaría públicamente reservas sobre los cambios que se hicieron a la historia original: Hubo elementos en la película que a Peter le hubiera gustado que le hubieran restado importancia y al mismo tiempo indicó que el aspecto más importante fue sentir que Steven dotó al tiburón con demasiada venganza y algo de inteligencia. Wendy Benchley afirma que, por encima de todo, la pareja quedó «horrorizada» por algunas de las reacciones pública a Tiburón.
Motivados por las respuestas negativas, los Benchley se embarcaron en una campaña para defender a los tiburones durante las siguientes décadas.
A pesar del éxito inicial de «Tiburón», las secuelas que siguieron, como Tiburón 2, Tiburón 3-D y Tiburón: La venganza, no lograron replicar la magia de la película original. Aunque intentaron mantener viva la amenaza del tiburón en la pantalla, ninguna alcanzó la calidad ni el impacto cultural de la obra de Spielberg.
En conclusión, Tiburón no es simplemente una película; es una experiencia cinematográfica que ha dejado una marca profunda en la historia del cine. Su legado perdura como un recordatorio de que los desafíos durante el rodaje pueden conducir a soluciones creativas, y que el impacto de una película puede extenderse más allá de la pantalla para influir en la percepción de la realidad.