Con Mayo fue el fin del mundo, de Frank Yerby, hablamos de una novela de amor que cuenta con un ingrediente sorpresa: amor.
Lo que llamamos novela romántica ha caído en desgracia, porque ha tendido a la peor de las evoluciones: a la producción de sagas adocenadas, iguales unas a otras, una serie de trilogías producidas masivamente para un público que quiere leer, una y otra vez, la apasionante historia de amor entre una pareja de adolescentes que en el primer capítulo se llevan pésimo.
Y a diferencia de todas esas novelas y sagas románticas prefabricadas, cuyo único fin es el dinero, Mayo fue el fin del mundo es una obra muy personal, un trabajo de artesano, irrepetible, realizado con verdadero amor por la historia.
Y para eso no hace falta una trama novedosa, giros inesperados o personajes sorprendentes, sino algo más elemental. Se nota mucho que Frank Yerby puso el corazón en este libro, y que estaba pensando en contarnos la historia que le nacía contar, en vez de preocuparse por la última tendencia del mercado, por lo que está de moda o lo que digan las editoriales que el público quiere leer.
Y, de hecho, la historia en sí misma no es demasiado original: se trata de cuando una jovencita millonaria, de clase alta, rubia y de una familia conservadora del sur de los Estados Unidos, conoce a un jazzista, negro y culto, el cual desprecia a los sureños de su país, por considerarlos racistas. Esta pareja improbable no sólo se conoce, sino que se enamorará, y tendrán que luchar contra sí mismos y sus propios prejuicios para estar juntos.
La historia de Mayo fue el fin del mundo ocurrirá en París, donde Harry se ha autoexiliado y creado una banda de jazz, huyendo de la discriminación, y donde Kathy se ha ido de viaje, pero le han robado todo y no puede acudir a su papá, así que está sola en una ciudad desconocida. Y ocurrirá en mayo de 1968, justo el momento en que se produjeron las famosas protestas estudiantiles que cambiaron la cultura política europea. Desde aquí, Frank Yerby presentará, a través de su protagonista Harry, algunas de sus amargas ideas sobre el mundo, las relaciones entre las razas, la humanidad y el futuro.
Harry es un descreído, un cínico, pero al mismo tiempo un romántico total, que se burla del romanticismo igual que un místico podría burlarse de las beatas de día domingo. Y al lado de este hombre algo pedante, que pronuncia frases ingeniosas a cada paso, irá creciendo Kathy, conociéndose a sí misma, descubriendo su propio corazón, su capacidad de amar, su generosidad.
Frank Yerby no es un escritor particularmente valorado por la academia: se le considera poco más que un autor de best sellers, y con buenas razones: muchas veces sus personajes son algo planos, sus historias caen en lugares comunes, y su crítica social y política termina siendo tibia, de ésa que se mantiene en el justo medio y no queda mal con nadie.
Pero en este caso, esa visión sería injusta, toda vez que esta novela no solo está llena de vida, manteniendo un estilo enérgico y decidido, sino que a veces hay momentos en que el texto toma un carácter poético, logrando una notable belleza, sin volver empalagosa una novela vital y directa, en la que aunque haya mucha acción, la reflexión no escasea.
Sobre esto último, hay que decir que Mayo fue el fin del mundo es una novela reflexiva a su manera, hecha por un hombre que decidió pensar por sí mismo y olvidarse de lo políticamente correcto, para reírse ácidamente de los gobiernos y de los revolucionarios, de los blancos, negros, judíos, franceses y árabes, de las ilusiones y de nuestros sueños de un mundo mejor.
Y todo ello sin dejar de creer ciegamente en el amor, por sobre todas las cosas.
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