Sobre Etica de la crueldad de José Ovejero cabe hacerse la pregunta ¿remecer al autor no es lo que hace toda la gran literatura? En ese sentido, ¿no son crueles todos los grandes autores? ¿no es cruel Kafka, con sus procesos interminables, o Shakespeare, con su Hamlet atormetado por la duda, o su Otelo celoso hasta el asesinato? ¿No es cruel la historia de Edipo acaso, o García Márquez y su colorida estirpe de condenados?
Con Ética de la crueldad estamos frente a un ensayo en el que José Ovejero intenta hablarnos de una crueldad virtuosa, estimable. Intenta defender la crueldad en el arte, al menos cierto tipo de crueldad. Una idea provocadora, claro. ¿Cómo es eso de que ser crueles va a ser positivo? ¿Desde cuándo tratar mal a la gente es bueno, muchachos, y cómo piensa el autor defender semejante propuesta?
Pues bien, José Ovejero se muestra devoto de la literatura del exceso, de la literatura cruel, que estremece al lector. Dedica un par de capítulos (impecables, a mi parecer) a reflexionar sobre la crueldad integrada a la cultura del espectáculo: a las películas y novelas de crímenes y asesinatos, en que la crueldad es parte del show, y a las que acudimos para que nos muestren justamente eso, casi como quien ve pornografía. Para que al final del libro, la película o el capítulo de la serie los malvados reciban su merecido, y nosotros podamos sentirnos «buenos», y justificar nuestro propio amor por la violencia en la perfidia de los villanos.
Esto es bien obvio cuando vemos a Rambo o a Batman, pero bastante más sutil cuando leemos novelas de denuncia, o vamos a una obra de teatro que se burla de la pequeño burguesía y nosotros, pequeños burgueses que gustamos de ir al teatro, aplaudimos hasta que nos duelen las manos. En este caso, por supuesto, la perfidia es de los inconscientes, los que no consumen el arte comprometido que nos emociona.
También José Ovejero nos recuerda que la épica -género cruel por necesidad, donde no puede evitarse la lucha, el esfuerzo denodado y muchas veces la sangre ajena enrojeciendo el piso- está al servicio del poder, y nos pone en un mundo de buenos y malos, en el que a veces no hay más opción que la crueldad, ¿o acaso se puede parlamentar con los orcos de Mordor? de este modo, ya sea la leyenda del Rey Arturo o el «realismo socialista» con Stalin comandando batallas sobre un caballo blanco, la épica corre, presurosa, a convertir en héroes a desgraciados, a ladrones, asesinos y violadores una vez que llegan al poder.
Hasta ahí me estaba encantando el ensayo Ética de la crueldad. Su análisis de esa crueldad al servicio de los políticos o del gran capital, una crueldad tranquilizadora, más o menos grotesca pero siempre entregándonos el mensaje de que el horror es algo que ocurre lejos de aquí, que tú eres bueno y vas a irte a la cama ahora, me parece estupenda, aunque quizás no especialmente novedosa.
Pero claro, después de la crítica viene la parte en la que cimentas tu propia propuesta, y aquí me temo que aunque José Ovejero ha partido de una premisa novedosa, terminó parando en la esquina más frecuentada.
El autor propone el análisis de siete novelas contemporáneas para hablarnos de literatura cruel: desde la miseria existencial pasivamente aceptada de El astillero a la obscenidad sacrílega de Historia del ojo a la perversión de Deseo a la desesperanza de Tiempo de silencio, entre otras.
En todas las novelas que analiza, se mantiene un elemento en común: se trata de novelas que no son complacientes con el lector, que lo obligan a revolverse sobre sí mismo, ya sea exponiéndolo a escenas malvadas, ya sea quitándole las salidas fáciles y las esperanzas ingenuas.
Las novelas elegidas por José Ovejero ridiculizan los mitos históricos, la liberación a través del arte, los buenos tipos y los alegres coros de niños tiroleses: nos recuerdan que el infierno siempre está aquí, entre nosotros.
Y llegados aquí, cabe hacerse la pregunta ¿remecer al autor no es lo que hace toda la gran literatura? En ese sentido, ¿no son crueles todos los grandes autores? ¿no es cruel Kafka, con sus procesos interminables, o Shakespeare, con su Hamlet atormetado por la duda, o su Otelo celoso hasta el asesinato? ¿No es cruel la historia de Edipo acaso, o García Márquez y su colorida estirpe de condenados? ¡Hombre, si Dante Alighieri describió el infierno!
Eso que José Ovejero llama crueldad es lo que años antes Sabato llamaba literatura «profunda», y que oponía a «de entretenimiento». Es literatura que te transforma, que te hace más sabio y menos feliz. Es lo opuesto a Corin Tellado, con sus sufrimientos hechos a medida, lo justo para que nos identifiquemos con las secretaria enamorada de su jefe.
Al final, me temo que José Ovejero gasta tinta y esfuerzo en convencernos de que vivimos en una caverna, viendo sombras, y el conocimiento que la literatura ofrece nos permitirá acceder a la amarga luz de la lucidez. Sólo que eso ya lo había dicho Platón un par de milenios antes, con la filosofía ocupando el lugar del saber que nos rescatará.
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