martes, diciembre 3, 2024
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Tras las huellas del Santo Grial

Por el Santo Grial siempre se ha entendido el cáliz que Jesucristo utilizó en la última cena durante la primera eucaristía. El hombre de la Edad Media, tan ávido de reliquias como de mitos y leyendas que las sostuviesen hizo que proliferaran por doquier una gran cantidad de ellos sobre todo tipo de santos y de objetos que supuestamente habrían tenido contacto con Jesucristo.


Evidentemente un objeto tan importante de la liturgia no fue ajeno a esta proliferación. Máxime siendo objeto central de una saga de leyendas tan poderosa como las leyendas Artúricas. Así, el Santo Grial fue añadiendo mitos a su ya famoso origen.

Primero fue el cáliz de la última cena. Después pasó a ser el recipiente que José de Arimatea usó para recoger la sangre y el agua de Cristo que brotaron de su costado al ser atravesado por la lanza de Longinos y de ahí pasó a ser la fuente de la eterna juventud y la medicina universal. Y así podríamos seguir por una larga tradición que llega hasta nuestros días gracias a nombradísimos superventas que quizás hayan desvirtuado bastante su imagen original.

Ajeno a esta deriva moderna del mito, se haya el que quizás haya sido el verdadero Santo Grial o, al menos, del que tiene una tradición más documentada y desde más tiempo atrás. Se trata del Santo Cáliz que desde el año 1436 se haya en la ciudad de Valencia.

Según la leyenda, el Santo Grial recogido por José de Arimatea fue llevado a Roma donde los primeros papas lo siguieron usando para celebrar la eucaristía. El papa Sixto II se lo dio a San Lorenzo dado el miedo a que cayera en manos de los paganos con motivo de las persecuciones a las que eran sometidos.

San Lorenzo, oriundo de Huesca se lo dio a un legionario español para que la llevara a su tierra natal. Allí estuvo custodiado por los obispos de la ciudad hasta que a causa de la invasión de los árabes el cáliz huyó a los pirineos teniendo varios refugios, terminando su periplo en el monasterio viejo de San Juan de la Peña.

Pocos peregrinos del actual siglo XXI se decantan por una de las rutas más antiguas del viejo Camino. La ruta aragonesa que, entrando por el puerto de Somport atraviesa el pirineo siguiendo el valle del río Aragón, origen del nombre del reino que allí nació y que está íntimamente ligado a la última historia de este Cáliz.

Sin embargo, como camino iniciático es altamente recomendable. A la altura de Castiello de Jaca sale una carretera que sube hacia San Adrián de Sásabe. Si se ha empezado en Somport, acaba de empezar. No sabe aún que le depara el porvenir. Pero en su fuero interno siente que debe separarse del Camino para ir a reconocer uno de los sitios por los que pasó el Santo Grial. En ese momento es como un niño y tiene la curiosidad propia de él. La mochila es aún una pesada carga en lugar de la compañera inseparable en la que se ha de convertir. La fatiga de la subida encuentra la recompensa de una hermosa iglesia románica. Entre dos barrancos. ¿Por qué la hicieron ahí?

Al llegar a Jaca siente por primera vez una sensación que se repetirá a lo largo de todas las grandes ciudades por las que pasa el Camino de Santiago. Al igual que los Reyes Magos que habían perdido la estrella al entrar en Jerusalén, el peregrino que ha seguido las flechas amarillas sin perderse durante kilómetros le cuesta seguirlas en las ciudades. Parece que el urbano no es el ámbito apropiado para el peregrino.

Iglesia de Santa Maria Santa Cruz de las Seros
Iglesia de Santa Maria Santa Cruz de las Seros, Jaca

La paliza que llevan sus piernas le hacen arrepentirse del desvío realizado. Sus escasos compañeros de albergue hace tiempo que llevan descansando. Habla poco. La gruesa epidermis de la vida real aún no ha perdido su importancia. A pesar del cansancio visita la catedral, otro de los sitios donde estuvo el Santo Grial. Es una de las más antiguas catedrales románicas de la península y merece la pena la visita. Su decoración con el tablero de ajedrez al que dará nombre se repetirá a todo lo largo del Camino. Las hermandades de constructores que lo recorrían debieron de verse impresionados al ver semejante obra y la fueron repitiendo durante su Camino hasta el Finisterre.

El hogar del Santo Grial, el Monasterio de San Juan de la Peña

Al día siguiente, en lugar de seguir las el Camino fácil tomará otro desvío, más difícil aun que el del día anterior. A la salida de Jaca decide seguir hacia San Juan de la Peña, destino durante cerca de 300 años del Cáliz.

Dos duras subidas lo separan del ansiado destino. Durante ellas tendrá tiempo sobrado de plantearse serias dudas acerca de lo justificado de su decisión. ¿Merece la pena tanto esfuerzo? El sabe que el Santo Grial no se halla en el monasterio y a pesar de todo sigue subiendo. Como descubriría Percival en una de las leyendas, el verdadero Santo Grial se encuentra en el interior de cada uno. Son las pruebas y el deseo de encontrarlos lo que hará que realmente lo encontremos. Sin embargo, el peregrino que sufre penosamente el peso de su mochila está muy lejos de encontrarlo. Sólo será consciente de lo que ha encontrado mucho tiempo después, quizás mucho tiempo después de haber regresado de ese Camino que acaba de empezar.

Después de horas de penoso caminar, aferrándose a sus convicciones y a su bordón como único apoyo en el padecer llega a la cima. Atrás quedan los sufrimientos y las fatigas. Se encuentra a la sombra de los pinos y los robles. Llaneando ve a la derecha la mole del monasterio nuevo. No está interesado en él. Actualmente aloja una hospedería de alto lujo pero él está más preocupado en la fuente. Aprovisionado de agua emprende veloz el descenso hacia el verdadero motivo de su desvío y en el que pronto encontrará el sosiego esperado.

Monasterio de San Juan de la Peña
Monasterio de San Juan de la Peña

Bajo una mole de piedra se encuentra el monasterio de San Juan de la Peña. Deja su mochila en la puerta y entra. En la penumbra de la cripta mozárabe deja que su corazón y su alma se calmen y siente el verdadero embrujo del lugar. Una vez calmado, sube a la iglesia principal tras atravesar el panteón de reyes y de los ilustres a su lado enterrados. Allí, en el altar, se encuentra con la réplica del Santo Grial.

El original está en Valencia pero al peregrino poco le importa. El mero hecho de estar allí es suficiente recompensa. Después de un tiempo que él considera pequeño y que no es tan poco sale al claustro. Allí medita en torno a los capiteles historiados de una belleza difícil de catalogar. Desde el claustro ve el valle por el que habrá de bajar en breve. Aun así se resiste a hacerlo. La belleza del lugar hace que no tenga ganas de dejarlo pero el Camino le llama de forma poderosa.

Santa Cruz de la Serós
Tras las huellas del Santo Grial. Iglesia románica en Santa Cruz de la Serós

Al salir le espera una peligrosa bajada y una doble sorpresa. Tras la bajada aparece el pueblo de Santa Cruz de la Seros, que posee una hermosa iglesia románica, iglesia de un antiguo monasterio de monjas. Desde el exterior se aprecian los volúmenes de una estancia que sin embargo es imposible distinguir desde el interior. Se trata de una cámara oculta. Los historiadores sospechan que es una cámara del tesoro. Actualmente se accede por una escalera de madera colocada en el interior de la iglesia pero no es el acceso original desconocido en la actualidad.

Al salir del pueblo se encuentra con otra preciosa iglesia románica, San Caprasio, de principios del siglo XI. Pequeña pero de un gran simbolismo. Preciosa. Poco le queda ya al peregrino para volver a la senda que han seguido los demás.

Iglesia San Caprasio
Iglesia San Caprasio, de principios del siglo XI

Por delante le espera la Canal de Berdún. Un desierto a los pies del pirineo y donde una moderna presa ha sumergido el antiguo camino que siguieron los peregrinos medievales.

A pocos kilómetros de Yesa le espera el Monasterio de Leyre. El peregrino ya se va acostumbrando y no le cuesta gran esfuerzo el nuevo desvío que supone el subir la cuesta hasta el monasterio. Una vez allí descubre una iglesia románica de singular belleza pero lo que realmente le impone es su cripta. Unos capiteles extraordinariamente grandes y a una altura demasiado baja sugieren que el motivo de dichos capiteles es distinto del meramente funcional.

Tras las huellas del Santo Grial, Leyre
Tras las huellas del Santo Grial, Monasterio de Leyre

En la cripta el peregrino siente todo el peso de la iglesia sobre él. Más que el peso de la iglesia se diría el peso del mundo. Y de su alma con él. Se siente extraordinariamente pequeño y, aun así, siente una fortaleza extraña. Empieza a sentirse parte de ese camino que hace poco que empezó pero que por otro lado parece estar ya dentro de él. No lo abandonará nunca. A pesar de las pruebas que aún tiene que afrontar. El peregrino tiene por delante cerca de 700 km para llegar a su destino y calibrar por completo las huellas que todas las vivencias acaecidas han dejado en su alma.


Te invitamos a leer otras reseñas de libros y artículos de Germán Rubio

4 COMENTARIOS

  1. Me ha hecho recordar cuando estuve en San Juan de la Peña, y como disfruté de aquel entorno y de ver como la luz se colaba por las estrechas ventanas, imaginando que quizás el Santo Grial era la copia que allí se hallaba.

  2. Un sitio especial, sin duda. Me alegro haberte hecho recordar gratos momentos y espero inspirarte para que recorras otros sitios especiales.
    Un gran abrazo

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