viernes, abril 26, 2024
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La Traviata y las 6 reglas de juego del melodrama

En la ópera La Traviata, Verdi toma el melodrama sentimental popular y lo sitúa en un contexto cultural distinto: la ópera. No es un género nuevo, lo que cambia es la forma de difundirlo. Esto escandalizó a los censores que veían el melodrama como «tragedia corrompida» mientras que para Verdi era «tragedia popularizada».


La Traviata, ópera italiana que en español traduciríamos como «La extraviada», fue estrenada en 1853 en el teatro La Fenice de Venecia, Italia. Está basada en la novela La Dama de las Camelias de Alexandre Dumas hijo, que a su vez se inspiró en la historia real de la cortesana Alphonsine Plessis.

Sus personajes son humanos, oponiéndose a los temas y personajes históricos o mitológicos de las óperas del momento. Verdi quería que «el escenario fuera espejo de la platea» ubicando la acción en la misma época de los espectadores. El hecho de que La Traviata mostrara una sociedad clasista e hipócrita como reflejo de la audiencia hizo que los censores lo obligaran a ubicarla doscientos años antes, para eliminar la contemporaneidad.

Las reglas de juego del melodrama en La Traviata

Destino trágico

Un preludio sombrío nos ubica en el final de la historia: Violetta, nuestra protagonista, muere de tuberculosis. Toda la obra será un flashback. Verdi nos muestra así el destino trágico inevitable en el que ancla todo melodrama. Compases más tarde, de estas tinieblas emerge el tema del amor de Alfredo: lo único que la aferra a la vida, pero que no será suficiente.

Separación infranqueable entre clases sociales

Violetta (soprano), una cortesana, y Alfredo (tenor), hijo de una familia de clase alta, se enamoran. Esta relación comienza en el número más famoso: el brindis.

Violetta es la heroína de melodrama solitaria. Su condición de meretriz muestra la fragilidad de los marginales en una sociedad regida por poderosos y percibida como inmutable. Esto queda claro en su primera aria: «È strano… /Sempre libera…», cuando queda por primera vez sola después de la fiesta: «en este populoso desierto que llaman Paris».

Alfredo personifica al joven enamorado del melodrama. La línea de su canto es siempre poética y sus pasiones son extremas. Su aria «De miei bollenti spiriti…» lo evidencia.

Ambos contrastan con el coro y los personajes secundarios: la sociedad frívola e hipócrita.

Escena Segundo Acto de La Traviata, Verdi. Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, Posadas, Argentina.
Escena Segundo Acto de La Traviata, Verdi. Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, Posadas, Argentina. Dirección Escénica: María Concepción y María de la Paz Perre. Escenografía y Vestuario: Luciana Fornasari y Adriana Maestri. Iluminación: Hernando Dávalos. Foto: Liliana Morsia

Oposición ciudad-campo

La ciudad, espacio de lo corrompido y enfermo en contraposición al campo, noble y sano.
El segundo acto comienza en la casa campestre donde viven Violetta y Alfredo, que se alejaron de la ciudad y de lo que representa. Esta felicidad no durará mucho ya que este espacio es invadido por el gran antagonista.

Antagonista de moral conservadora

El padre de Alfredo, Giorgio Germont (barítono) viene a romper esa unión con claros motivos sociales: su hija será rechazada por su pretendiente de clase alta si Alfredo no se separa de su mujer cortesana. El dúo entre Violetta y Germont es el núcleo dramático de La Traviata. El melodrama se activa en forma irreversible.

Germont simboliza la sociedad que demuele a Violetta. Es el arquetipo del padre de rígida moral conservadora. Reafirma que los amores interclasistas acaban en fracaso y que quienes tienen «culpas previas» deben aceptar su destino trágico y su castigo divino.

Escena Tercer Acto de La Traviata, Verdi. Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, Argentina.
Escena Tercer Acto de La Traviata, Verdi. Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, Posadas, Argentina. Dirección Escénica: María Concepción y María de la Paz Perre. Escenografía y Vestuario: Luciana Fornasari y Adriana Maestri. Iluminación: Hernando Dávalos. Foto: Liliana Morsia.

Violetta no puede luchar contra eso. Opta por vencer en la derrota sacrificándose para recuperar la virtud, redimiéndose en el recuerdo que la dejará como ángel salvador de esa familia.
En el centro de la ópera encontramos la frase musical que simboliza el anhelo que la sociedad le arrebata: «Amami, Alfredo!». Esta melodía fue presentada en el preludio como lo único luminoso en medio de la tragedia.

Compasión

El final del segundo acto sucede nuevamente en Paris. Violetta regresa a la corrupción y Alfredo, ignorando el previo encuentro con su padre, la humilla frente a todos. Este acto culmina con el número de conjunto más importante de la obra donde, desde la música, Verdi se compadece de la protagonista.

Fatalidad

Escena Acto Final de La Traviata, Verdi. Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, Argentina.
Escena Acto Final de La Traviata, Verdi. Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, Posadas, Argentina. Dirección Escénica: María Concepción y María de la Paz Perre. Escenografía y Vestuario: Luciana Fornasari y Adriana Maestri. Iluminación: Hernando Dávalos. Foto: Liliana Morsia.

En el tercer acto volvemos al momento previo al flashback con un preludio similar al del primero, pero omitiendo el tema de Alfredo. Violetta está sola y enferma con una carta de Germont anunciándole que Alfredo ya sabe la verdad. Su aria «Addio del passato» (Adiós al pasado) muestra una heroína de melodrama vencida por el destino que busca la redención divina.

Regresa Alfredo. El reencuentro es alegre y brillante, pero pronto volvemos a la infructuosa lucha por huir de la enfermedad, del pasado, de Paris: «Parigi, o cara, noi lascieremo…» (Paris, querida, abandonaremos…). Llega Germont arrepentido de lo que ha causado. Violetta muere.

Como los melodramas de Chaplin, Buñuel o Visconti, la mirada de Verdi sobre su heroína derrotada no es conformista, no es de complaciente renuncia y abandono pasivo en manos del destino, sino una mirada crítica y de denuncia de valores que se deberían sustituir.


Te invitamos a leer otras artículos de María Concepción Perré en Revista 17 Musas

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