Al artista mallorquín Albert Pinya (Palma, 1985) no hay medio que se le resista. Su inagotable imaginación le ha hecho crear en cualquier lugar con tal de expresarse libremente sin límites. Una pared en blanco no es un reto para él. Ha pintado murales, proyectado esculturas, expuesto en galerías internacionales e incluso ilustrado libros y discos. Pero su mente inquieta quiere abarcar más. Su próximo objetivo por lograr es la intrusión de su práctica artística en los medios de comunicación.
Albert Pinya es un pintor que bebe de la palabra, en especial, de la poesía. Para él, el arte es un medio de vida con todas sus ventajas e inconvenientes. Es una ventana a otra dimensión, donde no sólo habitan la muerte y los llantos y en la que cualquier sitio puede ser fuente de inspiración, incluso la propia morgue.
Las pinturas de Pinya, sobre todo las de su etapa de formación, además de acoger influencias poéticas, también tienen una fuerte referencia del gran artista Jean-Michel Basquiat (Nueva York, 1960-1988) y de las series de animación y el manga. Con su rutina de leer un poco de poesía antes de enfrentarse a su trabajo, es de los que piensan que cada obra incuestionablemente refleja una parte del artista. El arte es su expresión del mundo. Y un fragmento de él para el público.
Entre versos y pinceles
Laura Campos Cervera: ¿Cómo entraste en contacto con la pintura?
Albert Pinya: Fueron la poesía y la pasión por la palabra quienes me llevaron a entrar en contacto con la pintura y trabajar con la imagen. Siempre me he considerado una especie de escritor frustrado. No me cansaré de repetirlo.
LCC: ¿Qué poetas te inspiran actualmente para crear?
AP: Ahora estoy inmerso en una búsqueda que me está llevando a indagar sobre poetas nacidos o vinculados a las islas Pitiusas (Ibiza y Formentera).
Como mallorquín y vecino de estas islas, tengo mucha curiosidad por conocer el circuito literario de este territorio rabiosamente enriquecedor. Y a mi parecer, no lo suficientemente reconocido.
LCC: En una entrevista comentaste que te ves un poco perdido al pintar. ¿Qué sientes al enfrentarte al lienzo en blanco?
AP: En algunas fases del proceso, suelo decir que me gusta ≪sentirme perdido≫. En este estado, uno puede llegar a lugares, cotas o cimas que, de otra manera más metódica, difícilmente serían posibles de alcanzar. Esto es lo que me gusta sentir cuando pinto: estar abierto al cambio sin limitarme ni encorsetarme a mí mismo.
LCC: Imagino que vivir del arte no es fácil. ¿Cómo lo has conseguido para llegar tan lejos?
AP: Después de todo este tiempo, sigo diciendo que no vivo. Más bien sobrevivo. Procuro ir al día y mantengo una vida bastante austera. Además, por ahora, también tengo suerte de no tener hijos, ni hipotecas, ni gastos innecesarios a los que solemos esclavizarnos los humanos en algún momento de la vida.
Otra de las claves, ha sido establecer fórmulas que me hagan estar dinámico y activo generando muchos proyectos fuera de los tradicionales muros de las galerías. Por ejemplo, en el plano editorial y gráfico dispongo de bastantes encargos al año.
LCC: ¿Alguna anécdota a destacar de tu trayectoria artística?
AP: Hace unos años, un galerista mallorquín bastante snob vino a visitarme a mi taller. Criticó una serie de poemas visuales que iba a exponer en esas semanas. Me comentó que eran malísimos y que no los enseñara por nada del mundo. Por suerte, no le hice caso, y por caprichos del destino, el coleccionista italiano Emilio Bordoli los compró todos, y el célebre crítico Archille Bonito Oliva seleccionó uno de ellos para la exposición No va más. The Game´s On en el Museo Vostell-Malpartida (Cáceres). Una muestra de carácter histórico de artistas como Marcel Duchamp, Piero Manzoni junto a una serie de pintores contemporáneos entre los que me encontraba con mi poema visual Muerte feliz.
Ahí, mi trabajo empezó a gozar de cierto reconocimiento internacional. Y menos mal que, gracias a mi cabezonería, no hice caso a ese iluso galerista con su pésima intuición.
LCC: ¿Cómo te sentiste al ganar el premio ARCO de la asociación de críticos en 2014?
AP: Si te soy sincero, cuando me lo dieron, no sabía ni que existía. Después, supe que este galardón lo habían recibido artistas que admiraba en mi etapa de formación, como el pintor aragonés José Manuel Broto o el escultor valenciano Miquel Navarro.
Aun así, pienso que los premios son anécdotas que quedan muy bien en el currículum. Pero lo que realmente más valoro son las trayectorias.
Las metamorfosis de Pinya
LCC: Eres un artista imparable e inquieto. Incluso en el confinamiento has tenido proyectos entre manos. Uno de ellos, The Colouring Book. Cuéntame sobre él. ¿Ha habido alguno más?
AP: Te agradezco tus palabras. Tiendo a pensar que pierdo el tiempo y que podría hacer más.
The Colouring Book fue un proyecto del confinamiento comisariado por Rossella Farinotti y Gianmmaria Biancuzzi (director de la Milano Art Guide). La idea era que cada artista participante cedía una imagen en blanco y negro que había creado específicamente para la ocasión, y que las personas pudiesen descargarlas y así colorearlas desde sus casas.
Además de esta propuesta, surgieron más iniciativas como la colaboración con la fábrica italiana de tejidos Ratti de la que todavía es un pelín pronto para adelantar detalles.
También estoy con la segunda monografía que publicará la editorial Adia Edicions. En ella, se presenta una selección de diez proyectos que he realizado en estos últimos seis años con una recopilación de textos de algunos críticos de arte y escritores como Agustín Fernández Mallo, Enrique Juncosa, Lucia Pietrelli, Pilar Rubí, entre otros.
Por último, estoy colaborando con el ceramista Català-Roig en una nueva y gran aventura. Lo interesante de este oficio es que tú marcas tus propios límites.
LCC: Tras la desescalada, has llevado una agenda muy apretada con numerosas exposiciones: Zona Girbent, Teoría de la alegría y De Anantapur a Camelle. Y ahora, Group Show en la Art 3035 Gallery de Ámsterdam. ¿Hay alguna más en marcha?
AP: ¡Claro! A finales de año, si la situación lo permite, la galería italiana Martina Corbetta celebrará una exposición individual con toda mi producción reciente.
Sobre la muestra colectiva en Ámsterdam, estoy muy ilusionado. Marca el inicio de mi colaboración con esta joven galería holandesa encabezada por su directora, Ginevra Russo.
LCC: He leído que estás trabajando junto al músico Joan Miquel Oliver en tu primer mediometraje de animación. ¿Sobre qué trata?
AP: Próximamente saldrá el videoclip que presenta el nuevo disco de Joan Miquel Oliver Les aventures de la nota La, que he realizado gracias a la supervisión y el trabajo del animador Daniel Rico Terrasa. Este clip es una de las partes de este mediometraje en el que estoy trabajando desde hace aproximadamente dos años.
El personaje de la nota La, es un antihéroe que vive rodeado por un mundo mágico en constante movimiento al que le ocurren continuamente historias inverosímiles. Es como un espejo en el que mirarnos.
LCC: Has viajado por la India, has colaborado con artistas chinos, has expuesto en Italia, Holanda y Alemania. ¿Cuál es tu próximo destino?
AP: Me apetece mucho explorar la escena portuguesa. Tengo pendiente hacer una residencia en Oporto comisariada por VIARCO, pero con la pandemia todo se está retrasando.
Ingenio en tiempos de pandemia
LCC: ¿Cómo te ha afectado la situación del coronavirus como artista?
AP: Muchos de los proyectos programados se cayeron, y, a su vez, surgieron nuevas iniciativas. Las circunstancias no son las mejores y la cultura es siempre la gran perjudicada, castigada, olvidada y maltratada. Aun así, es necesario abandonar el miedo y ser más ingeniosos que nunca para enfrentarnos a este contexto con las mejores armas.
LCC: ¿Piensas que este panorama destruirá más a la cultura o le servirá para que se innove?
AP: La cultura está muy tocada y costará remontar, pero es indestructible. Procuro ver la parte positiva y siento que es el tiempo idóneo para buscar nuevas fórmulas hacia un renovado panorama cultural.
Te invitamos a leer otros artículos y entrevistas de Laura Campos Cervera en la Revista Espacio 17 Musas.
