La tragedia Romeo y Julieta de Shakespeare en la versión de Charles Gounod se convierte en una ópera de romanticismo exacerbado. Se estrenó en Paris en 1867. Gounod tomó el romance entre ambos amantes como el núcleo de la trama. Resignificó la obra buscando impacto emocional.
La obra de Shakespeare plantea dos ejes temáticos centrales: el amor apasionado de dos adolescentes, Romeo y Julieta, y el odio de dos familias rivales, Montescos y Capuletos. Este odio no solo no impide sino que aviva aún más la pasión de los dos amantes. Esta rivalidad convierte su relación en un amor prohibido y, por lo tanto, clandestino. Es el eterno conflicto del individuo frente a la sociedad.
Romeo y Julieta en el romanticismo
Victor Hugo expresaba muy gráficamente que admiraba de Shakespeare su capacidad para expresar a la vez «bien y mal, placer y dolor, montaña y valle, amor y odio, anverso y reverso, corrección y deformidad». Este es el Shakespeare al que los compositores románticos quisieron poner música.
En el romanticismo, los personajes sufren hasta el límite. Una de sus características habituales es el amor imposible a causa de rivalidades familiares. Otro es que quienes lo protagonizan pongan fin a sus vidas. En Romeo y Julieta de Shakespeare, Gounod encontró ambas. De esta forma, esta tragedia, por ser una historia de amor imposible, se convirtió en el paradigma del amor romántico.
Gounod buscó acentuar todos los efectos melodramáticos de la tragedia original. Así logró identificarse con el gusto musical de la época. Su ópera subraya justamente los tópicos románticos del amor juvenil que se encuentran en la obra original: primer contacto en un baile de presentación en sociedad, encuentros nocturnos en el jardín y balcón, casamiento secreto, separación forzada por acontecimientos sociales, muerte final por amor. A esto se suma la necesidad, ante la rivalidad familiar, de recurrir a intermediarios y mensajeros.
Gounod contó para Romeo y Julieta con los libretistas Barbier y Carré. Ambos conocían perfectamente el drama de Shakespeare. Redactaron un libreto en el que simplificaron la historia original siguiendo las pautas románticas. Eliminaron algunos personajes secundarios y redujeron la trama. El compositor pudo concentrar su atención en la figura de los dos personajes principales de esta historia de amor imposible: Julieta Capuleto y Romeo Montesco.
Los espectadores frente a Romeo y Julieta
Los espectadores de la época se identificaron tanto con los personajes que en algunas representaciones se produjeron participaciones espontáneas e inesperadas del público.
Un ejemplo es lo sucedido en una función en Chicago, protagonizada por Nellie Melba como Julieta y Jean De Reszke como Romeo. Un admirador subió al escenario vociferando que él también se había enamorado de Julieta. El tenor desenvainó su espada y se colocó entre el fanático y la soprano. Así logró empujarlo hasta sacarlo de escena.
La noche en Romeo y Julieta
Otra característica de Romeo y Julieta subrayada para romantizar la obra es el uso dramático de escenas nocturnas. La noche como marco para un amor imposible destinado a la fatalidad. En esta ópera son frecuentes las invocaciones de los amantes a la noche. Un ejemplo es la frase de Romeo en el segundo acto, bajo el balcón de Julieta: «Ó nuit divine! je t’implore, a laissez mon coeur ce rêve enchanté!» (¡Oh, noche divina! ¡Yo te imploro que dejes mi corazón en este sueño encantado!). También cuando se aleja de Julieta en la misma escena: «Que la brise des nuits te porte en ce baiser!» (Que la brisa de la noche te lleve en este beso).
La muerte romántica en Romeo y Julieta
En el último acto, cuando Romeo ha ingerido el veneno y Julieta decide matarse con su daga, se plantea otro tópico romántico: la perdurabilidad de su amor más allá de la vida. En esta escena Romeo expresa otro paradigma ampliamente difundido en la sensibilidad romántica: La imposibilidad de hallar la felicidad en este mundo. Su frase exactamente es «Console-toi, pauvre âme! Le rêve était trop beau! L’amour, céleste flamme, survit même au tombeau!» (¡Consuélate, pobre alma, el sueño era demasiado bello!¡El amor, llama celestial, sobrevive siempre a la tumba!)
Es por eso que cada vez que volvemos a representar una obra, la resignificamos. Siempre hablamos de nuestros propios tiempos y para el espectador actual. Como Gounod le hablaba a sus contemporáneos amantes del romanticismo.
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