Deberíamos practicar más el amor pandémico, recluirnos, hipotéticamente, y amar en la distancia sin contacto, tan solo por el hecho de crear el deseo. De eso trata esta película, de sentir no de guardar. Nos hemos vuelto excesivamente fríos, matemáticos, cerebrales.
Jaime Gil de Biedma escribió «Pandémica y celeste», supongo, después de una noche memorable tras la ingesta de una botella de Whisky Escocés. Ese poema es un canto al amor, a un amor pandémico, aunque hace tanto que faltó el poeta, que la pandemia para él es una utopía.
La vida me conduce en extrañas direcciones. Muchas veces vuelvo a recalar en Biedma, es como si nadara en círculos hacia un mismo destino. El final del viaje siempre es el amor, porque estoy hecho de amor que es realmente lo que me mueve.
Si hablamos de amor pandémico podría ser clave una película Call Me by Your Name, no solo es un canto al amor, es además, un canto a un tiempo que no vamos a recuperar. Esta historia de amor es la adaptación de la novela homónima de André Aciman, cuyo argumento trata de las vivencias de Elio Perlman (Timothée Chalamet), un joven de 17 años pasa el cálido y soleado verano de 1983 en la casa de campo de sus padres en el norte de Italia.
Elio se pasa el tiempo holgazaneando, escuchando música, leyendo libros y nadando hasta que un día el nuevo ayudante americano de su padre llega a la gran villa. Oliver (Armie Hammer) es encantador y, como Elio, tiene raíces judías; también es joven, seguro de sí mismo y atractivo.
Al principio Elio se muestra algo frío y distante hacia el joven, pero pronto ambos empiezan a salir juntos de excursión y, conforme el verano avanza, la atracción mutua de la pareja se hace más intensa.
He sentido esta historia de amor como un mazazo. En este tiempo pandémico que nos ha tocado vivir, el verano de siempre es una de las fuentes de nostalgia más grandes. Yo, como Elio, veraneaba en una casa en el campo, con mis abuelos, mis tíos, mis padres, mis primos.
Pasábamos las horas entre baños, lecturas y demás entretenimientos pausados, que no implicaran demasiado esfuerzo. Tal vez ese recuerdo ha hecho que se revuelvan demasiadas cosas dentro de mí.
Siento esta historia de amor como un mazazo. La cabeza aún hoy me da vueltas. En estos tiempos de mascarillas, asépticos y criminales, que la Historia nos devuelva lo que éramos, duele. Hecho de menos tumbarme en la hierba, ir en bicicleta, las siestas entre pinos. Call Me by Your Name en los ciento treinta minutos que dura me ha devuelto mi vida de entonces.
Call Me by Your Name nos habla de eso, de lo que perdemos. No estamos hechos para la derrota, pero el sufrimiento es la señal inequívoca de que has vivido. El amor es eso, una derrota tras otra, la lucha eterna por buscar la felicidad, aunque ella no esté en la meta sino en la ruta que recorres.
Esta película de Luca Guadagnino, nos acerca a la contemplación, eso que tanto hemos practicado en el confinamiento. No estamos acostumbrados a ver la vida pasar. Deberíamos practicar más el amor pandémico, recluirnos, hipotéticamente, y amar en la distancia sin contacto, tan solo por el hecho de crear el deseo. De eso trata esta película, de sentir no de guardar. Nos hemos vuelto excesivamente fríos, matemáticos, cerebrales.
Call Me by Your Name es una elegía en sí misma. No es un canto solo a la muerte, al duelo amoroso. Es una historia de las consecuencias de dar el alma. Cuando se ama desde las entrañas no hay compasión, siempre alguien resulta herido.
El amor pandémico, no es más que eso, el canto a lo que fue. La recreación mental del recuerdo latente. Aunque nos atormente, volvemos al lugar o al momento donde fuimos felices. Porque el amor no deja de ser nuestra querida patria, por ella luchamos y perdemos la vida. Como boxeadores que caen en la lona, nos levantamos siempre que el amor nos atiza. Pero nunca sentiremos el golpe como la primera vez.
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