sábado, octubre 12, 2024
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Without: El poema de amor más bonito que he leído nunca

Los versos de Without de Donald Hall son en sí mismos un canto a la vida y están escritos en un lenguaje directo, en apariencia sencillo, pero con una intensidad lírica y emocional extremadamente difícil de alcanzar e impregnado, de manera casi absoluta, por el aliento existencial de Jane Kenyon.


El historiador medievalista, Johan Huizinga, destaca en su Homo Ludens la familiaridad con la muerte como uno de los rasgos más fuertemente impresos en la mentalidad de todos nuestros antepasados, y dice que antaño era el Ars Moriendi, el texto en latín que contenía los protocolos y procedimientos para una buena muerte y sobre cómo «morir bien», el que te ayudaba, no tanto a dominar el miedo como a planificar bien tu última hora.

Lo que el poeta norteamericano Donald Hall y su pareja, la también poeta Jane Kenyon, se plantearon al serle diagnosticada a ella una leucemia que avanzaba a un ritmo galopante por su cuerpo, fue planificar esa dolorosa despedida. Y lo hicieron de la manera más amorosa posible, acudiendo a la poesía, evocando instantes memorables y viviendo los últimos meses de la enfermedad con la misma intensidad y los mismos cuidados mutuos con los que habían vivido a lo largo de su relación.

Cuando el filósofo Fernando Savater perdió a su mujer en similares circunstancias, escribió que, frente al amor, había dos dramas: el no haberlo conocido nunca, o el haberlo conocido y saber que todos los grandes amores, cuando son verdaderos, acaban trágicamente. Porque al final -dice Savater-, siempre desaparece uno de los dos, salvo que tengan la suerte de ir juntos en el mismo avión cuando se caiga.

Pues bien, lo que hace Donald Hall para que ese gran amor perdure, es escribir Without, un extenso poema donde el autor recuerda a la amada en el lecho del dolor del hospital, y la dura convivencia con la enfermedad.

Ella, sin una lágrima en los ojos, callaba intentando olvidar.
Por la noche él cogió el teléfono
para llamar a los hijos o a algún amigo
con quien hablar de aquel espanto.

Pero no sólo eso. En el poema Without, Hall rememora también los viajes en coche al supermercado, el hueco que queda en el grupo de amigos de toda la vida, las pequeñas manías de Jane, las fotografías de su álbum familiar, el alquiler de una película en el videoclub, las jornadas de trabajo, de intercambio de versos (y de besos) y de ideas entre ellos, las fiestas, los detalles mínimos vividos juntos y vestidos de orfandad tras la muerte.

Hablaban de sus aventuras:
el viaje por Inglaterra
recién casados
y los que hicieron a China y a La India.
También rememoraban
los días cotidianos: los veranos en el lago,
cuando trabajaban en sus poemas,
los paseos con el perro, cuando leían a Chejov
en voz alta.

Los versos de Without de Donald Hall son en sí mismos un canto a la vida y están escritos en un lenguaje directo, en apariencia sencillo, pero con una intensidad lírica y emocional extremadamente difícil de alcanzar e impregnado, de manera casi absoluta, por el aliento existencial de Jane Kenyon.

Cinco de la mañana. Cuatro de julio.
Salgo por Eagle Pond a pasear con el perro
llevo puesto el abrigo de cuero
para combatir el frio de la mañana,
miro los nenúfares que se agarran unos a otros
como fríos puños amarillos
mientras afronto un nuevo día
doce semanas después de aquel martes
cuando nos dijeron que te ibas a morir.

Pero Donald Hall, escribe también en Without sobre la ausencia de la personada amada y sobre el dolor que esa ausencia le produce, y lo hace con el desgarro interior que ocasiona el vacío, no como un ejercicio de contrición, sino cifrando su esperanza en el propio dolor, buceando en esa inmensa herida para alcanzar la salvación personal.

El recuerdo de la felicidad es doloroso;
lo mismo que recordar el dolor.
Vivo en un presente lleno de
de aniversarios y objetos:
tu alfiletero; tus zapatillas blancas;
tu secador del pelo,
la etiqueta albahaca escrita en una caligrafía que conozco;
una mancha en unas sábanas estampadas.

Y aunque es un poema trenadamente doloroso, es también el poema de amor más bonito que he leído nunca.

Cuando dejó de hablar
se tumbaron juntos los dos, acariciándose,
y ella clavó en él
sus bellos ojos enormes, redondos y marrones,
brillando sin pestañear,
radiantes de amor y miedo.
Uno a uno fueron llegando,
los más antiguos y los más queridos,
para decirle adiós
a aquella amiga del alma.

El día que murió Jane Kenyon en su casa de Wilmot y rodeada de sus seres queridos, hay un instante de absoluta comunión e intimidad que queda perfectamente descrito en el poema. Son los versos que anteceden en el libro a Without, el impresionante poema que da título al poemario.

Aquella noche a las ocho
abrió los ojos y así permanecieron
hasta que murió.
Empezó con la respiración de los moribundos,
él se inclinó para besar de nuevo sus pálidos labios fríos,
y los sintió, temblorosos, juntarse por última vez.
Las últimas horas mantuvo las manos hacia arriba,
los blancos dedos apretados
al nivel de las mejillas como
la figurita de la diosa sobre el lavabo del baño.
De vez en cuando su puño derecho se movía
con espasmos hacia la cara. Durante doce horas,
hasta su muerte, estuvo acariciando
la huesuda, prominente nariz de Jane Kenyon.
Un súbito olor, casi dulce,
empezó a salir de su boca abierta.
Observó cómo su pecho se apaciguaba.
Con el pulgar cerró sus redondos ojos castaños.

Portada Without Ediciones Vitruvio
Portada Without Ediciones Vitruvio. Traducción de Juan José Vélez Otero.

A partir de la muerte de Jane, Donald Hall no hizo otra cosa que escribir poemas sobre el desamparo y el dolor que esa ausencia le provocaba. Se sentía dichoso dos horas al día escribiéndolos. Después, durante el resto de las horas, no hacía otra cosa que lamentarse y llorar y visitar la tumba de su amada hasta el día siguiente que se ponía, de nuevo, a escribir.

En el año 2007, la editorial Pre-Textos publicó una muestra antológica de la poesía de Jane Kenyon (1947-1995). El último de sus poemas, La esposa enferma, lo escribió durante su último mes de vida y es una muestra (una más) de cómo se puede transformar en belleza el sufrimiento.


Te invitamos a leer otras reseñas de libros y artículos de Javier Viraje.

1 COMENTARIO

  1. Buenas noches me ha encantado la reseña de este libro hablar de la muerte es algo que nuestra cultura prefiere no ver ni comentar pero encontrar palabras para hablar de la despedida de este mundo y con belleza es muy hermoso.

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