Los Red Hot Chili Peppers revitalizan su esencia con Unlimited Love, su nuevo álbum. Tras dieciséis años sin publicar nada con John Frusciante, su guitarrista más célebre y alma máter del sonido de la banda, la expectativa era enorme. Lejos de individualismos, este disco ensalza a los cuatro miembros como un todo indisoluble a pesar de todo y todos. La mente abierta, los oídos despiertos. Un disco impredecible que destila la diversión empoderada del reencuentro.
La banda como un todo indisoluble. No pase desapercibida la ironía, claro. Por ser esquemático John Frusciante, su guitarrista más icónico, ingresa en la banda en 1988. Contribuye a su éxito mundial en 1991 y la abandona en 1992. Luego vuelve en 1998, redefine el sonido del grupo y contribuye a los mejores discos de la discografía publicados entre 1999 y 2006. Deja la banda por segunda vez en 2008, y se anuncia su milagroso regreso el 15 de diciembre de 2019. A pesar de sus años fuera de los Red Hot Chili Peppers (diecisiete años en total, frente a los catorce que sumaba dentro de la banda hasta finales de 2019) John Frusciante conforma junto a Flea, Anthony Kiedis y Chad Smith el núcleo medular de su sonido e historia.
Una de las bandas más conocidas en el planeta (si eres de los que no les sigue la pista, estás en un error si crees que no has escuchado la mayor parte de sus grandes éxitos. Te reto a picar playlist. Te sonará más de cinco, mínimo). ¿Es necesario subrayar la importancia de que se hayan vuelto a juntar estos cuatro músicos? ¿Queda clara la expectativa depositada en Unlimited Love?
Para los fans (yo el primero, mayor y mejor, ¡cómo no!) las ganas de escuchar nuevo material de ellos era algo inefable. Por suerte toda conjura se erige tras un fin: el 1 de abril de 2022 se publicó Unlimited Love. Y ahora es el momento de desgranarlo. Primeras impresiones de un seguidor, track by track, para reconocer su mérito y multiplicar su disfrute. Todo desde la admiración. Las letras deberán ser objeto de otro análisis.
¿Tienes el disco preparado? ¡Demos a play Unlimited Love!
«Black Summer»: Primer adelanto, primer videoclip, primera canción del disco. Suelen apostar fuerte con la canción que abre álbum. En este caso tenemos una canción de rock dirigida por un Kiedis grave, con un control muy bello de su voz. El bajo aquí parece retomar el sonido de Stadium Arcadium (llegan reminiscencias de Desecration Smile, incluso en el videoclip sale con un poncho similar). Chad arremete una batería que transporta a la era Californication. Frusciante innova en progresión de acordes y ese solo lleno de fuzz y saltos por el mástil. Buena manera de abrir boca.
«Here Ever After»: Comienzo in crescendo en tensión gracias a la combinación de guitarra lenta y velocidad en bajo. La batería lleva un juego con tom y caja que tritura el paso, muy a lo Throw Away Your Television. Aquí el ritmo de voz es quizás la parte más jugona, se aprecia el esfuerzo por sorprender y mecer en calidez. Frusciante, más allá de una distorsión crujiente termina la canción con algo que repetirá en el disco: solos de guitarra parecidos que se dividen en cada altavoz/auricular para subir en agudos mientras otro trabaja los graves de forma armoniosa. Preciosa la inversión de líneas en guitarra-bajo para el estribillo en el que el bajo trabaja la melodía de la guitarra.
«Aquatic Mouth Dance»: La canción más funky del disco. El bajo de Flea aquí es para echarle de comer aparte. Lo mismo sucede con los estribillos: Esos coros de Frusciante; esos vientos con tintes jazzeros (de nuevo dividiendo la atención en estéreo con diferentes impulsos). Y que no pase desapercibido los arreglos electrónicos, herencia directa de la carrera en solitario de Frusciante.
«Not the One»: Una balada redonda. Piano y guitarra establecen un punto de constancia para el oyente. Ese efecto de volumen para simular “violines” o “cantos de criaturas marinas” (se lee de todo por internet) ya las usó puntualmente en canciones como Venice Queen (si os puede la curiosidad, os dejo su interpretación en el celebérrimo directo en Slane Castle) o temas como Hard to Concentrate o Animal Bar de Stadium Arcadium. Bajo y voz hacen dueto conmovedor.
«Poster Child»: Segundo adelanto, el funk de la alegría. El regreso de Tony Flow rapeando (viejo a.k.a. del vocalista, allá por finales de los 80). No son pocas las similitudes con Walkabout, canción de un disco “prohibido” con Frusciante (los porqués son otra historia). Batería muy evocadora a la mencionada de 1995 y guitarra con wah-wah con ritmo parecido, aunque cabe decir que también tiene desarrollos muy semejantes a Sir Psycho Sexy (inserto en el Blood Sugar Sex Magik del 91 que los catapultó al éxito). ¿Reconciliación? Sea como sea es un tema muy noventero y por ello sacaron más tarde videoclip animado con esa apariencia. El órgano de fondo arropa con elegancia y el bajo es un derroche de groove.
«The Great Apes»: ¿Digitación de música clásica? ¿La banda sonora que asociaríamos a un videojuego? ¿Cómo podría definirse el bajo de esta canción? Quizás con todo eso porque se vale por sí mismo para narrar una historia. El combo de Flea-Frusciante aquí recuerda además a aquellas interacciones con Omar Rodriguez allá por 2004. Época By the Way, sea dicho. Espero que si estás leyendo vayas recogiendo las migas de pan que conducen a la conclusión. Debo destacar el movimiento vertical de intensidad en el que va fluyendo la guitarra hasta llegar a solos rockeros que, como fans (y de forma inefable una vez más), nos morimos por ver en directo. No se parece a nada de su discografía. Puede que compita por ser el mejor tema del disco.
«It’s Only Natural»: Esa trinidad instrumental con la que arranca el tema ya augura que es una canción que va a gustar. El slap de Flea siempre es bien recibido, por algo está considerado uno de los mejores bajistas del mundo. Pedales de volumen y delay a la guitarra para ese efecto, muy a lo Time, B-Side del 2002. Sonido limpio en general para las cuerdas, muy clásico de los Red Hot. Y vuelven los coros de Frusciante (recuerda a las segundas voces en The Real o Your Warning, del álbum en solitario Curtains de 2005). El ritmo de la batería me vuelve a llevar a los noventa porque veo similitudes con Scar Tissue o incluso con el b-side Soul to Squeeze de 1991 si le subiéramos los bpm. De nuevo pueblan la canción arreglos electrónicos que proyectan atmósfera.
«She’s a Lover»: Otra de las favoritas del disco. Funk puro, letras sobre amor, estribillo pegadizo y coros que nos traen a la memoria tótems del funk como los Bee Gees, Funkadelic o Earth, Wind & Fire, referentes para los Red Hot (no hay más que ver los covers que se marcan en directo). Los arreglos de percusión retoman raíces del funk. Puede que esta canción esté destinada a ser un clásico en los setlist de la banda. El solo simultáneo de guitarra y bajo antes del último estribillo es gustazo. Se hace fácil imaginarlos en el local de ensayo.
«These are the Ways»: Comienza como una canción de cuna, prácticamente. Nada más lejos: A los treinta segundos la batería nos avisa de que esto irá por otro camino. Gran despliegue de Chad Smith, muy a tener en cuenta. Es el verdadero protagonista de esta canción. Seguirle esas pulsaciones tan definidas es difícil, especialmente con los cambios de ritmo. Una vez iniciada la velocidad, guitarra y bajo funcionan en forma de rock tradicional, incluso se aproxima al metal. Fue la elegida para el tercer videoclip que fue lanzado junto al disco.
«Whatchu Thinkin»: Bajo y percusión crean un colchón musical que podría encajar en cualquier videojuego de los noventa. Gran protagonismo de la rítmica (ese triple latido, caja, bombo, caja). La guitarra limpia, el elegante sonido Fender; para el estribillo con un poco de distorsión (probablemente sigue fiel a su Boss DS-2 TurboDistortion, pero esto ya es ponernos técnicos). En la parte final de la canción se solapa una pista más de guitarra: Un solo de 48 segundos para el oído derecho. Notas largas y expresivas en el que predomina el trémolo y la distorsión. Recuerdos de su disco en solitario The Empyrean; y, por supuesto, de Hendrix.
«Bastards of Light»: Electrónica, bajo y voz para lanzar una canción (a priori) pop; irrumpe la batería junto a un slide de guitarra eléctrica que introduce una progresión de acordes con guitarra acústica y, ¡oh, sorpresa: Estamos en una canción country! Todo calidez. Sólo faltan los sombreros de vaquero. Vuelve la electrónica y se multiplica (recuerdos del Federation Square Jam, allá por 2007) antes de romper de nuevo en el mencionado country. Y, de repente, rock duro. Cuando nadie lo esperaba. ¿Qué está pasando? Country con delay para el aterrizaje. Un inesperado juego.
«White Braids & Pillow Chair»: Una progresión larga de saltos en los mástiles perfectamente trenzados con la batería. Sonidos limpios para que pueda lucirse Kiedis. Estribillo cuyo coro trae aires sutiles a Song to sing when I’m lonely de aquel disco de Frusciante lanzado en 2004. De nuevo, «mijitas de pan», ¡atención! Y en el último minuto la canción se transforma en banda sonora para western. ¡Palanca de trémolo incluida! Me recordó a The Shadows.
«One Way Traffic»: Funk expreso y rápido. Tengo la impresión de que es una inspiración directa de Crosstown Traffic de Hendrix, que ya versionaron en su día (y está incluido en la versión remasterizada de Mother’s Milk). Por supuesto, con un desvío hacia el rock más potente. Ocasionalmente se aprecian guitarras diferentes, divididas de nuevo en la mezcla del estéreo, cuando se rompe el ritmo funky. Eso sí: No debe pasar desapercibido el solo de bajo que nos deja Flea a lo largo del último minuto. Impresionante salvajada, en el mejor de los sentidos.
«Veronica»: Otra balada, algo más movida. La instrumental de esta canción se aprecia como una continuación directa de Stadium Arcadium. Guiños a efectos que usaron en canciones como We believe o Death of a Martian. Para el estribillo vuelven a hacer cambios de intensidades, como si entraran y saliesen de otras canciones. Ese juego se confirma como una constante en este disco. Gran refuerzo de coros que embellece la melodía.
«Let ‘Em Cry»:Si bien arranca en pleno funk (recuerda al inicio de aquel If You Want Me To Stay versionado en Freaky Style de 1985) desemboca rápidamente en otro de los géneros que hasta ahora no habían asumido los Red Hot Chili Peppers a la hora de componer: ¡Reggae! Por supuesto, Flea se encarga de aportar la trompeta además de la línea de bajo. La canción tiene hasta órgano. Reggae clásico y muy luminoso. Desemboca en solos de guitarra inmersos en wah-wah y distorsión condensada. Cierra de forma circular, con ese funk suave del principio.
«The Heavy Wing»:Esta canción contiene todo Unlimited Love. Lo que es y lo que se esperaba de él. Arranca con funk de tempos extravagantes; deriva a una melodía con epicidad cinematográfica; estribillo a cargo en exclusiva de John Frusciante con distorsión desatada y guitarras que se desembocan. Todo lo necesario para gritar, saltar y, en resumen, romperse el cuello en los conciertos; luego llegan cambios bruscos de intensidades y ritmos (ya comentaba antes el modus operandi de simular saltos entre canciones diferentes); la presencia de electrónica como facilitador de cambios dentro de la misma pista; y aparecen solos de guitarra que buscan cierta estridencia disonante, especialmente auspiciada con la palanca del trémolo. Ojo a la inexistencia de egos tóxicos (propio de otras épocas como banda): Al igual que en otras canciones no hay solos de guitarra ni coros de Frusciante, incluso el disco se cierra sin la presencia de Chad Smith a la batería (spoiler, lo sé), aquí Anthony Kiedis desaparece a la mitad de la canción y deja todo en mano de sus compañeros.
«Tangelo»: La canción de despedida. Una historia acústica, lenta y bella. Como adelantaba a modo spoiler, aquí no habrá percusiones (apenas dos golpes en la guitarra, minuto 2:23, para los puntillosos). Solo tenemos cuerdas, teclado y voz. Un cierre que recuerda inevitablemente a Road Trippin’ del disco Californication (el último tema del primer disco tras el primer regreso de Frusciante a la banda… ¿Casualidad?). Acabará con capas de electrónica que parecen sumergirnos en un mar que se deshace (como todos los mares) al llegar a la costa, a buen puerto, a donde tiene que llegar. Como estos cuatro músicos en una misma sala, componiendo.
Diecisiete temas, disco largo. Exactamente igual que aquel Blood Sugar Sex Magik que los catapultó en 1991. Que el tema más breve sea de 3:38 minutos («Bastards of Light») y el más largo sea de 5:43 minutos («It’s Only Natural») nos deja entrever que la creatividad se ha desbordado y que hay mucho que esperar aún de los Red Hot Chili Peppers.
Siguiendo las migas de pan, encontramos un disco que se aproxima bastante a la fuente creativa que tenían por los 2000-2005, pero en el que han incluido apuntes y méritos de toda la trayectoria (como grupo y en solitario). En alguna entrevista explicaron que a la hora de volver a tocar juntos propusieron repasar toda su discografía, así como tocar temas de bandas de referencia, antes de empezar a componer. Vemos los resultados.
Los directos van a ser espectaculares. De hecho, la gira mundial (que será gira de estadios, gran apuesta frente a la gran expectativa) arranca este 4 de junio de 2022 en Sevilla, ciudad del que escribe, precisamente. Tres días más tarde se trasladan a Barcelona. Y luego ya el resto de Europa y Norteamérica.
Por lo que somos privilegiados: Tengamos o no entradas para alguno de sus conciertos, podemos disfrutar ya de Unlimited Love, un disco fractal y potente, muy ecléctico, en el que rescatan su forma tradicional de comunicarse entre ellos (el espíritu de la jam session) y la sumergen en nuevos ambientes y propuestas en las que no se habían desarrollado como banda. Hay un gran trabajo detrás, el poso de ideas y ensayos (la pandemia les dio tiempo; el reencuentro, ganas imperecederas). Se abre nueva etapa para los Red Hot Chili Peppers y estamos ansiosos para descubrirla.
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