La Tebaida Berciana es el evocador nombre por el que se conocen una serie de valles al sur del Bierzo, aislados por los agrestes montes Aquilanos y que fueron refugio de anacoretas y ermitaños por el silencio y el recogimiento que presentaban. Si antaño era necesario el recogimiento, cuanto más ahora en estos tiempos que vivimos.
Al estar anexo al Camino de Santiago el peregrino que quiera buscar unas sensaciones aún más intensas, debería de apartarse por un par de días de la turbamulta en la que ese trozo del Camino Francés se ha convertido justo antes de entrar en la fase final, como un preparativo especial para afrontarla.
Por lo antedicho, lo recomiendo sólo a aquellos peregrinos que ya se encuentran en la plenitud, que ya han pasado todos los aprendizajes de las fases anteriores. De lo contrario puede suponer un sufrimiento extremo.
Al llegar al pueblo de El Acebo, pueblo de tantas connotaciones para todo peregrino que ha dejado la huella de su pesar poco antes en la Cruz del Ferro, es menester tomar un desvío hacia el sur, hacia el pueblo de Compludo.
Desde el momento en que el peregrino toma esa decisión ha de saber que enfrenta su alma al ruido del silencio. La soledad será su compañera a partir de ahora. Compañera extraña que puede ser un magnífico acompañante o el más cruel, dependiendo de lo fuerte que esté cada uno en ese momento. El paisaje incomparable acompañará al peregrino aunque su dureza no será desdeñable. Las rodillas ya castigadas con la bajada a El Acebo seguirán sufriendo. Sin embargo, el alma se verá elevada como no lo ha sido antes.
Al llegar a Compludo, la Herreria de Compludo, una antigua fragua del siglo VII-VIII le recordará que aunque la forja suponga un sufrimiento para el metal también lo convierte en algo mucho más duro y útil. De igual manera, el recorrido que ha emprendido lo forjará y moldeará de una forma absolutamente inimaginable cuando lo comenzó.
El camino continúa cruzando el Valle de Compludo para acceder al Valle del Oza via Espinoso de Compludo, y empezará a ver el apelativo Valdueza en todos los topónimos. Entramos en el Valle del Silencio y en tierra de Anacoretas. San Fructuoso abrió un camino que siguieron y ensancharon San Valerio y San Genadio. Hasta el río desaparece para no hacer ruido y no molestar al santo que estaba rezando en su cueva.
Algún peregrino asegura que ha sido capaz de oír el ruido del agua subterránea en un determinado punto. ¿Sugestión del alma exaltada? Es menester comprender la excitación del alma peregrina para poder juzgar este aspecto.
En San Cristobal de Valdueza nos recibirá su tejo milenario, con una ermita a sus pies que no ha sido capaz de preservarse de igual manera. La obra de la naturaleza frente a la obra del hombre.
Ya se ve al fondo el Valle del Silencio en cuyo nacimiento nos espera Peñalba de Santiago, a los pies de la Cueva de San Genadio con su iglesia mozárabe intacta, cuna de un antiguo cenobio.
El turista quedará extasiado en su belleza. El peregrino también pero seguirá subiendo, a la Cueva de San Genadio, de vistas inconmensurables. Alguno ha llegado a pasar la noche allí. No se puede describir lo que significa pasar una noche allí solo, en la inmensidad de la montaña y el valle a los pies. Toda una iniciación.
La salida del valle se realiza por la otra ladera, dirección a Montes de Valdueza, donde quedan los vestigios de un antiguo monasterio, herencia de cuando el nº de anacoretas era tan alto que se juntaron para hacer un monasterio. Merece la pena pasear por sus antiguas dependencias de las que sólo queda la iglesia en pie para hacernos una idea del auge que debió de tener en sus momentos de gloria.
Lo que no pudo Almanzor con sus razias por la zona lo consiguieron los nuevos tiempos con un tal Mendizábal a la cabeza. Aunque ya no haya monjes ni anacoretas en el Valle del Silencio la espiritualidad sigue plenamente vigente. Es incluso perceptible para el turista ocasional.
De Montes de Valdueza el camino nos saca ya a la carretera en San Clemente de Valdueza de donde llegaremos a Ponferrada. Si el peregrino tiene fuerzas y le apetece apartarse un poco más del Camino oficial puede acercarse a Santo Tomás de las Ollas, donde una preciosa iglesia mozárabe le servirá de colofón antes de entrar en Ponferrada y prepararse para llegar a uno de los puntos más especiales del Camino de Santiago, Villafranca del Bierzo, cuya iglesia de Santiago tenía el privilegio de entregar la Compostela a aquel peregrino que por su situación física no se encontraba en condiciones de continuar su Camino a Santiago. Pero eso excede ya el ámbito de este artículo.
Para los amantes del senderismo de fin de semana, les recomendaría una ruta circular por el espectacular Valle del Silencio. Consistiría en dejar el coche en San Clemente de Valdueza. De ahí subir a San Cristobal de Valdueza y seguir por el camino ya expuesto, durmiendo en Peñalba de Santiago.
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Estupendo artículo, sin conocer el lugar, leyéndolo, me echaría al monte a andar el camino. Gracias Germán!
Muchas gracias!!
Animáos a hacerlo. Merece mucho la pena. Por supuesto, espero que me contéis a vuestra vuelta si os he mentido en algo 😉
Y como decían en la Edad Media, ¡Rezad por mí en Compostela!
Ultreia et Suseia!!
Lectura que atrapa y te transporta a los parajes descritos por el autor. Bravo Germán!
Muchas gracias!!
Animáos a hacerlo. Merece mucho la pena. Por supuesto, espero que me contéis a vuestra vuelta si os he mentido en algo 😉
Y como decían en la Edad Media, ¡Rezad por mí en Compostela!
Ultreia et Suseia!!
[…] él se me eriza el alma. Me estoy refiriendo al Valle del Silencio, al que le dediqué el artículo La Tebaida Berciana, los valles al sur del Bierzo. No voy a entrar aquí en lo que siento al entrar en él, ahora me voy a dedicar al arte mozárabe […]