Sin desvelar detalles de La sospecha de Sofía, Paloma Sánchez-Garnica nos explica en esta entrevista el proceso de documentación, el creativo y el diálogo constante con sus personajes durante la escritura de sus novelas.
—Infiltrada, ¿de qué nos vas a hablar hoy?
—Chica, si es que no me dejas ni empezar. De la entrevista que le ha hecho Marina Beckett a Paloma Sánchez-Garnica.
—¿La de La sospecha de Sofía?
—Sí, entre otros: El alma de las piedras, Las tres heridas…
—¿Es verdad que uno de sus personajes se basa en Margarita Salas, la científica?
—Precisamente eso es lo que cuenta al principio de la entrevista.
—Pues ese no lo he leído, a mí me interesa.
Sofía es un personaje complejo. Evoluciona según va avanzando la historia. Como les ocurre a los otros protagonistas. Los escenarios elegidos por la autora también carecen de sencillez: Madrid, París, Berlín. El periodo histórico tampoco es arbitrario: mayo de 1968; años más tarde, en 1989, la caída del Muro de Berlín.
Para Paloma Sánchez-Garnica, los lugares y las fechas en las que transita su historia, sus personajes, responde a la necesidad de indagar más. De entender qué es lo que ocurrió, de revisar, con ojos de adulta, esas noticias que le llegaban a sus oídos de adolescente, de joven, en el postfranquismo, o en ese viaje en coche unas semanas antes de que cayera el muro que le hizo ver las diferencias entre las dos Alemanias.
Primero, el proceso de documentación. Para esta novela dice haberse empapado de la película La vida de los otros. Y de la lectura, de obras de la época traducidas, hasta que («la escritura es como un espasmo para mí») siente la necesidad de volcar la historia: «Lo que cuenta la literatura es la intrahistoria, no los hechos históricos, sino los personajes, lo vivido por las personas que estuvieron ahí».
Confiesa también, Paloma Sánchez-Garnica, que tras llegar tener 180 páginas la historia se le deshacía, se atascó, y fue gracias a leer a Javier Marías que llegó a la que sería su historia, su eje vertebral: la espera. Considera que en la lectura está su refugio, y que la frustración, esa que invade al escritor cuando la historia no fluye, es parte del oficio, que también es necesaria y se aprende de ella.
Marina Beckett, conocedora de la novela, de la autora, y al quite para ir dinamizando la entrevista, y las incidencias tecnológicas (tan recurrentes en las iniciativas colaborativas como esta en la que los espectadores pueden entrar en directo a hacer preguntas), tras aclarar el significado de la letra de la canción Libre de Nino Bravo, le lanza a Paloma Sánchez-Garnica una pregunta: ¿Qué significan «libertad», «espera», «muro»?
«Cada personaje busca la libertad, pero no significa para todos lo mismo». «La espera es un concepto con un valor muy distinto ahora, que perseguimos la inmediatez, que antes, en el que la respuesta a algo podía tardar semanas, meses en llegar». «El muro yo lo veo como una cicatriz que marcó a varias generaciones».
Es difícil escuchar a Paloma Sánchez-Garnica y no contagiarse de su pasión: «Una vez que tengo la historia, soy muy disciplinada, y escribo todos los días, con ganas o sin ganas. Los personajes poco a poco van colonizando mi vida, empiezo sin entenderles, pero me van hablando, los voy conociendo y llega un momento en el que están 24 horas conmigo, ocupan mis conversaciones, vienen conmigo a todas partes».
En este caso, la novela cuenta con un reclamo «fruto del vínculo maternofilial que ha funcionado a la perfección». Relata la autora que en el proceso de escritura de La sospecha de Sofía le iba dando pinceladas de la trama a uno de sus hijos, aficionado a la música. Su hijo decidió componer la banda sonora de la novela al tiempo que su madre la escribía. Iban intercambiando maquetas y datos sobre el texto para al final haber llegado a una composición que acompaña la lectura de la novela.
Durante el turno de preguntas, de los espectadores en directo de la entrevista, Paloma Sánchez-Garnica tuvo la ocasión de hablar del «método»: «el método es el que le va bien a cada uno, yo necesito aislarme, ponerme mis cascos, y a escribir. Otros no pueden hacerlo sin el bullicio de una cafetería, por ejemplo». A la pregunta de qué recomendaría a un escritor novel, la rapidez de la respuesta no deja lugar a dudas sobre su convicción al respecto: «Leer, leer, leer».
Si quieres puedes leer más artículos de Susana Juan, la Infiltrada o buscar en el calendario de eventos de Espacio 17 Musas la próxima entrevista o masterclass
