La actualidad sigue necesitando las metáforas e historias de José Saramago. El escritor luso es capaz de guiarnos con sus obras, una década después de su muerte, a través de estos tiempos de altas facturas sociales, políticas y éticas.
El semáforo en rojo estaba a punto de cambiar y el conductor, aferrado al volante, esperaba. Entonces, el verde. La quietud provoca cláxones de los coches de la fila. Alguien se acerca al vehículo que todo lo dificulta y, en su interior, aquel conductor, gesticulando hacia todas partes, grita: «Estoy ciego».
Así comienza Ensayo sobre la ceguera, una de las mayores novelas del siglo XX, creada por el escritor luso José Saramago. Este año se cumplen 25 años de su publicación y hoy sigue proyectando su ficción como una metáfora que sirve de espejo ante la actualidad europea.
Una sociedad en cuarentena por un virus que se transmite de forma incierta. Los instintos humanos aflorando por supervivencia. La falta de visión humanitaria para hacer un frente unido. Todo esto no es desconocido en este 2020. ¿Se necesitan más alicientes para leer la novela con urgencia?
Para indecisos, aquí la posibilidad de leer su reseña a salvo de spoilers. El autor confesó que el núcleo de la novela fue una pregunta que le vino a la mente cuando divagaba: «¿Y si fuésemos todos ciegos?» A lo que afirmó de inmediato con serenidad: «Pero nosotros estamos todos ciegos». Saramago hace 10 años que nos dejó pero su obra parece más despierta que nunca.
La caverna es otra de sus novelas que juega con nuestro tiempo. Asuntos como la contaminación, el abuso plástico, los alimentos biomodificados y otro tipo de ceguera que todos conocemos con suficiencia. Publicada hace 20 años, vuelve a la alegoría de Platón para actualizar su concepto de caverna, ataduras y sombras que confundir con la realidad.
Diría en una de sus fructíferas entrevistas: «Yo creo que no hemos estado nunca tanto en la caverna de Platón como ahora. Estamos confundiendo imágenes con la realidad. […] La imagen misma borra la realidad, dejándola detrás. […] Nos quedamos mirando a la pared que tiene dos funciones, de ilusión y de espejo». Y es que es un hecho que la vida moderna se desarrolla fuera y dentro de las pantallas. En muchos casos, incluso de forma excluyente.
La cuestión humana siempre está presente en su literatura. La sensibilidad y la crudeza que se entrelazan en un escenario de dificultades y contradicciones. El lector que se inicia en su narrativa puede apreciarlo tanto como lo hizo la Academia con el Nobel de Literatura, que decidió galardonar a Saramago en 1998, otorgándole el privilegio y responsabilidad que supone ser el primer escritor de lengua portuguesa que lo recibe.
Su discurso en honor a la dignidad de las personas volvió a sus orígenes humildes. Comenzaba diciendo: «El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir», en memoria de su abuelo. Con aire solemne hablaba con humildad sobre la necesidad de crear un mundo mejor, sobre el incumplimiento del deber de gobiernos para luchar por los Derechos Humanos. Denunciaba: «Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante». La Fundación que lleva su nombre posibilidad el acceso al discurso íntegro.
La resonancia de su palabra sigue golpeando con lucidez. Su pareja y traductora, Pilar del Río, que además preside la Fundación José Saramago, ha confesado que José sufrió escribiendo Ensayo sobre la ceguera porque «es duro tener que reconocer que somos ciegos que viendo, no vemos, que somos capaces de destruir a nuestros semejantes o que tenemos que dejarlos solos y abandonados a su suerte». La extensa bibliografía, sus artículos y conferencias avalan este sentido ético y responsable del autor.
La mente que ha escrito obras como El evangelio según Jesucristo, Las intermitencias de la muerte, El hombre duplicado o Una balsa de piedra compartió una sentencia esperanzadora que todos deberíamos asumir como propia: «Sabemos más de lo que creemos, podemos más de lo que imaginamos». Se trataría pues de confiar en lo posible, denunciar la disfuncionalidad del mundo, aupar la responsabilidad individual y volver a sus libros cuando apriete la ceguera de nuestro tiempo. Tras esta década sin Saramago seguimos necesitando las reflexiones de su literatura.
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