La Cenerentola (La Cenicienta) ópera de Gioacchino Rossini se basa en la versión clásica del cuento homónimo de Charles Perrault. Se estrenó en Roma, en 1817 y presenta importantes diferencias con respecto al original. No pierde zapatos de cristal. No lucha contra una malvada madrastra. No la ayuda un hada madrina. No se enamora de un príncipe. Sin embargo, La Cenerentola conserva lo esencial: los buenos pueden salir de la opresión y el mal puede derrotarse.
«La Cenicienta» de Charles Perrault responde al modelo del cuento fantástico, presentando elementos mágicos. Con La Cenerentola, Rossini, previendo impedimentos técnicos en el escenario, se propuso no utilizar efectos sobrenaturales. Así es como incorpora situaciones y caracterizaciones de la commedia dell’arte. La historia se resuelve en clave realista, mediante la intriga y el encadenamiento de causas y consecuencias de los hechos. Así crea una de las óperas más desopilantes del belcanto buffo.
Cenerentola sin madrastra
La Cenerentola reemplaza la figura de la Madrastra por la de un padre, Don Magnifico. No queda claro si es realmente su padre o su padrastro. Al igual que la villana original, maltrata a Cenerentola mientras adora a sus otras dos hijas. Este personaje se amolda a los cánones del característico basso buffo que, en las óperas de Rossini, aporta la cuota de comicidad directa. Responde al arquetipo de Pantalone de la commedia dell’arte. Es un tirano ávido de riqueza y poder. Se presenta con su aria Miei rampolli femminini (Mis retoños femeninos).
Cenerentola sin hada madrina
Tampoco existe en la ópera el hada madrina, sino un reemplazo absolutamente humano: Alidoro. Es un sabio filósofo y consejero del príncipe que la ayuda sin poderes mágicos. Proporciona vestido y transporte a Cenerentola de manera realista, sin transformar calabazas ni ratones, en la escena que comienza diciendo «Si. Tutto cangerà» (Si. Todo cambiará). No es un hada que usa magia sino un philosophe iluminista del siglo XVIII, que cree en la bondad intrínseca del corazón humano y en la capacidad de regeneración de los malos.
Cenerentola no se enamora de un príncipe
Por ese mismo humanismo optimista, Rossini usa el recurso cómico del quid pro quo: el cambio de roles entre amo y criado.
Don Ramiro, el príncipe, intercambia vestuario con su escudero Dandini para conocer la verdadera intención de las mujeres que pretenden conquistarlo: «In questa simulata sembianza le belle osserverò» (Con este simulado aspecto observaré a las bellas). Bajo este aspecto de escudero lo conoce Cenerentola.
Este juego de falsas identidades de criado y señor permite también postular el principio de la nobleza humana por sobre la de sangre. Cenerentola se enamora de Ramiro por lo que efectivamente es a nivel humano, y no por su rango principesco, que ignora. De eso se trata justamente el dúo Un soave non so che in quegli occhi scintillò (Un suave no sé qué en esos ojos brilló).
El contraste entre este ser y parecer genera risa cómplice en el espectador. Paralelamente, Dandini adopta poses de noble por una buena causa. Además demuestra habilidad en su simulacro desde su primera aparición con el aria Come un’ape ne’ giorni d’aprile (Como una abeja en los días de abril).
El cuento ancestral de Cenicienta sirve así de vehículo para ofrecer un contenido humanista: el triunfo no es sólo de los buenos sobre los malos, sino también de la clase social oprimida, encarnada en Cenicienta, sobre la nobleza decadente, mezquina y ridícula, representada por Don Magnifico y las hermanastras.
Cenerentola sin zapatos de cristal
Por último, tampoco pierde el famoso zapato de cristal. En su lugar, Cenerentola tiene dos brazaletes iguales. Le da uno a Ramiro para que la busque e identifique después de su huída del baile. «Tieni. Cercami; e alla mia destra il compagno vedrai» (Ten. Búscame; y en mi diestra el compañero verás).
La ausencia de zapatos de cristal no es casual. Son los clásicos elementos de cuentos de hadas que embellecen a las heroínas debilitándolas e inmovilizándolas. Es doloroso y peligroso usar vidrio en los pies. Cenerentola necesita caminar. Forma parte de la misma visión humanista presente en toda la ópera. No es una obviedad tener fuerzas para caminar.
Te invitamos a leer otras artículos de María Concepción Perré en Revista 17 Musas.
Magnífica vuelta de tuerca sobre la Cenicienta, espléndidamente narrado por María Concepción Perré. Entran ganas de ir al teatro..
Muchas gracias por leerlo y por el comentario, Narcís. Rossini siempre es una invitación al teatro. E ir al teatro siempre es una celebración. Saludos.