Como algo iniciático, el Camino se ha de hacer solo. Será él quien te irá dando a conocer la gente que necesites para llegar a alcanzar aquello que cada uno debe alcanzar. No será el mismo resultado para todos porque cada uno tiene sus necesidades específicas de superación. Porque en el fondo se trata de eso, de traspasar los propios límites para alcanzar una nueva plenitud.
Quizás este debería ser el último artículo, la culminación de todos los demás pero por una cuestión biográfica ha de ser el primero, el más importante ya que en cierta manera el que ahora os escribe es fruto de haberlo realizado. Estoy hablando del Camino de Santiago.
Entendido desde la antigüedad como uno de esos Caminos Iniciáticos sigo pensando que no ha perdido un ápice de su carácter místico a pesar de que la masificación, el mercantilismo y la publicidad gubernamental casi acaban con él. No esperéis encontrar aquí una lista de albergues, ni etapas ni kilómetros. Como todo Camino Iniciático cada cual debe seguirlo según sus propias sensaciones. Aquí encontraréis una especie de fases por las que yo fui pasando y que según me confirman otros peregrinos conocidos a lo largo de los años es bastante habitual.
Como algo iniciático, el Camino se ha de hacer solo. Será él quien te irá dando a conocer la gente que necesites para llegar a alcanzar aquello que cada uno debe alcanzar. No será el mismo resultado para todos porque cada uno tiene sus necesidades específicas de superación. Porque en el fondo se trata de eso, de traspasar los propios límites para alcanzar una nueva plenitud.
Para empezar, deciros que el Camino es una vida resumida en un periodo muy breve de tiempo. Al igual que en la vida, se nace, se desarrolla, se alcanza la plenitud y se muere. Y al igual que en el viaje de la vida, es necesario pasar por todas las fases. No nos podemos saltar lo que no nos gusta.
Como todo niño que nace a la vida, todo es nuevo para el peregrino que comienza su Camino. Se siente desvalido en un entorno en el que todo le es ajeno y dependerá de los hospitaleros de los albergues y de los peregrinos veteranos que se pueda encontrar que la infancia sea más o menos dura. La gruesa epidermis de la vida diaria hace que se muestre poco participativo y las sensaciones son confusas en esta primera fase. Su cuerpo aún no se ha acostumbrado al peso de la mochila ni al ejercicio y su alma se muestra poco receptiva al Camino.
Una vez pasada esa primera fase el peregrino se enfrenta a la primera catarsis. Equivaldría a la adolescencia. Se pregunta que hace haciendo en ese Camino incómodo que sin embargo ya ha empezado a saborear. Se plantea un montón de cosas que le sumen en el desconcierto. Se plantea incluso la retirada. Algunos le llaman el muro. Si se pasa ese muro se es capaz de muchas más cosas, pero hay que pasarlo. En ocasiones, el Camino pondrá a nuestro lado al peregrino que nos haga salir del bache. En ocasiones habremos de hacerlo solos. Es la primera batalla del nuevo Yo contra el viejo que se resiste a ser suplantado.
Una vez pasada la fase anterior el peregrino se hace Camino. Ha alcanzado su madurez. La gruesa epidermis de la vida diaria casi ha desaparecido por completo y las sensaciones que antes nos llegaban amortiguadas son ahora plenas e inolvidables. Los amigos que se hacen en esta fase casi se puede decir que serán para siempre porque la comunión de almas es completa e intensa. No hay dobles fondos. Es la fase más amplia del Camino. No quiero decir con esto que no nos enfrentemos a pruebas durante esta fase, pero no son tan existenciales. Obviamente cada día conlleva sus fatigas y preocupaciones pero se llevan de otra manera.
La última fase es la muerte. Se acerca el final. Ya casi acariciamos la tumba del Apóstol y un poco más allá está el Finisterre, el fin de la tierra conocida. El alma se llena de pesar por lo que se avecina y cada instante se pretende disfrutar intensamente. El fin del largo viaje se aproxima. Sin embargo, no se trata de un punto final. El peregrino intuye que más allá de la muerte se encuentra el renacer a una nueva vida. No en vano, en la Edad Media, los peregrinos que llegaban al final del Camino quemaban su ropa vieja, se bañaban en el mar del fin del mundo y cambiaban su nombre con un nuevo bautismo. Ha nacido un nuevo ser que guardará la reminiscencia del antiguo pero que tendrá una nueva intensidad.
Al volver a casa, el peregrino puede que no sea consciente de su cambio real que sin duda sí que será apreciado por los que quedaron en casa a la espera del retorno del viajero. Ellos apreciarán rápidamente el cambio que el peregrino no apreciará hasta bastante tiempo después, cuando todas las sensaciones recibidas se posen y le permitan saborear y recordar los momentos vividos.
A los que vais a empezar el Camino espero que estas líneas os sean de ayuda para afrontar el viaje desde otro punto de vista que no veréis en ninguna guía del Camino. Mi alma estará con vosotros de alguna manera. Todo peregrino hace el Camino en compañía de los que ha conocido, acompañándolo en su caminar. Y como se decía en la antigüedad a todo el que comenzaba el Camino, ¡Rezad por mí en Compostela!
ULTREIA ET SUSEIA
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