A continuación, EIDÔLON – Aristófocles eterno, la colección de crónicas literarias de Alberto Revidiego para cubrir la actividad relacionadas con las Artes Escénicas que se desarrollan en los teatros y salas de Sevilla, recogidas en Revista 17 Musas.
CRÓNICA II : DAVE DOUGLAS GIFTS TRIO
TEATRO CENTRAL – EIDÔLON, ARISTÓFOCLES ETERNO
2 de noviembre de 2023 – 24s d.c. (veinticuatro siglos después de mi cuerpo)
El instinto es una cosa infalible, siempre y cuando lo tengas. He oído a vecinos maldecir contra el Olimpo porque tendieron y al rato llovió, les falló ese olfato mental, decían, paparruchas. El mío funciona tras un rato, como si debiese precalentar motor, y no me equivoqué la noche anterior, cuando dije que lo más probable era que volviese a transfigurarme en el TEATRO CENTRAL DE SEVILLA para asistir al ciclo de jazz que allí se desarrollaba durante los cuatro primeros días de noviembre. Lo que no predije es que aparecería directamente sobre la taza del váter de uno de sus baños, ahí reconozco que me falló la puntería.
Una vez en el vestíbulo, me percaté del jolgorio proveniente del bar, lo cual me situaba en el tiempo: La previa al concierto. Caminé cerca de una mesa con panfletos y, tras generar una leve corriente de aire, se derramaron varias postales promocionales por el suelo. Esto es algo que tiene que aprender todo el mundo: un fantasma o ediôlon NUNCA tropieza con una mesa, menos aún con su propia túnica… más bien «genera una leve corriente de aire» y las cosas se caen, ¿se entiende? Mientras un auxiliar del teatro recogía aquellos papeles pude leer que esa noche actuaría DAVE DOUGLAS GIFTS TRIO y tuve la certeza que, al fin, me habían hecho caso cuando dije, tras ver toda una Big Band, que con menos instrumentos también se hace musiquita.
En cualquier caso, seguí a la marabunta de gente que se encaminó por los accesos al auditorio y, ni corto ni perezoso, me subí al escenario para echar un ojo a aquella plantilla. Había hecho mis deberes. Cuando un eidôlon desaparece puede estar en otro momento y lugar de la historia o en una suerte de sala de espera de la postvida. Es como la de un dentista pero con un reloj sin manecillas, no sé a quién se le ocurrió. Allí estuve leyendo revistas para actualizar mis conocimientos y ahora sé nombrar (pero no explicar) algunos artilugios. Por ejemplo, taburetes aparte, vi muchos pedales de efectos para una guitarra eléctrica, auxiliada por conexiones a un portátil, todo en el centro de la escena. A su lado, una gran batería, también conectada de alguna forma a pedaleras y un ordenador portátil. Pero eran tres los atriles. Cuando aparecieron los músicos por una de las patas del escenarios pude comprobar cómo el propio Dave Douglas portaba su brillante trompeta con él. Todos tomaron posiciones, yo desalojé el escenario (casi me engancho la túnica y expongo al auditorio algo que, aunque pudiesen, no querrían ver) y me acomodé en primerísima fila.
La fuerza y la atmósfera con la que desarrollaron su concierto era algo radical, o entrabas o estabas fuera, no había medias tintas, y yo estaba hasta el cuello. Dave Douglas lo confesaba al público, ellos mantienen una búsqueda del sonido inédito, la música que está aún por escuchar. Tenía muy cerca al batería, Ian Chang, y debo decir que aplicaba tal intensidad y multitud de técnicas que al finalizar la primera canción ya estaba el sudor de su frente goteando sobre una de las dos cajas que tenía entre bombos y platillos. Era demoledor, yo lo veía, tan flaco, arrojando embistes sobre su instrumento como si le debiese algo y era imposible no asentir con el ritmo, nuca arriba, frente abajo, y viceversa, ya se sabe, ese baile mínimo de tímidos y contenidos. ¡Incluso vi cómo se rompió una lasca de una de sus baquetas y voló por encima de su cabeza! A su lado, con una energía opuesta al batería, Rafiq Bhatia era, a todas luces, el encargado de generar los ambientes y acompañamientos para sus compañeros, mediante su guitarra aplicada bajo capas de efectos que continuamente matizaba y efectos electrónicos que sumaban, como loops, reverbs y ecos. (Aprendí eso de un artículo de revista que anunciaba: «Descubre qué efecto guitarrístico eres según tu horóscopo», muy útil).
Crearon una narración casi visual para el oyente, con algunos con ritmos cercanos al blues, pero en general con mucha proximidad a los beats que suelen emplearse para géneros tan distantes como podría ser el rap o música ambiental lo-fi. En los momentos más intensos, el contenido de la botella de agua del atril de Chang creaba ondas y alguien susurró a su compañero de butaca: «Ahí viene el T-Rex», referencia que no acabé de comprender. La trompeta de Douglas no pretendía un protagonismo, más bien media entre sus compañeros, siendo habitual que se detuviese y caminase hacia un extremo del escenario mientras disfrutaba de la sinergia que allí se empastaba. Hubo momentos en los que, como espectador, me transportó a otro mundo, y eso es mucho decir para mí, como eidôlon viajero del tiempo, que conste en acta.
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