Terry Pratchett es un escritor excepcionalmente dotado para leer los problemas de la comunicación intercultural. Quizá el mejor ejemplo esté en otra de sus obras, en la cosmopolita y corruptísima Ankh-Morpork de Mundodisco, La Gran Mandarina, ciudad capital que ha sido invadida por centenares de tribus extrañas, las que son recibidas como libertadores, emperadores y alzados en andas por un pueblo al que no le importa nada, pero que poco después se dan cuenta que nadie los toma05 en serio, que las decisiones importantes no las toman ellos, y antes del año relegados del poder, convertidos en otra minoría con sus bailes y restaurantes típicos.
Terry Pratchett se ríe de los equívocos del intercambio cultural, con un oído especialmente agudo para los equívocos semánticos, de significado y también para los más generales equívocos de sentido, como aquella vez en que una antigua civilización, sospechosamente parecida al Egipto de los faraones, consigue traer hasta la Tierra a sus dioses y éstos tratan a los humanos con el mayor desprecio… cosa totalmente lógica, porque para algo son dioses, y nosotros les importamos un carajo; ellos tienen cosas más importantes que hacer que andarse ocupando de nuestras pequeñeces y nuestras ridículas ofrendas y peticiones.
Y este oído natural para los malentendidos y dificultades del encuentro entre las culturas puede ser reconocido en la saga El éxodo de los gnomos, en la que un grupo de gnomos del bosque, azuzados por el hambre y el frío, y sabiendo que están todos muy cerca de morir, deciden abordar un camión en calidad de polizontes, y desear que la suerte los lleve a un lugar mejor. Y ese lugar mejor resulta ser una multitienda a la que el camión se dirigía, y cuyo subsuelo estaba habitado por gnomos.
Pero los gnomos de la Tienda tienen un sistema de creencias muy rígido, y son muy amigos del orden: para empezar, no creen que haya realmente un Exterior fuera de la Tienda, y que el cielo, la lluvia y la nieve solamente existen en los libros ilustrados que hay en las estanterías. Sostienen que los gnomos, al morir, se convierten en figuritas para el jardín y son expuestos en el quinto piso si es que han sido buenos. Y adoran al fundador de la Tienda, quien la hizo especialmente para que los gnomos vivieran en ella, teniendo el cuidado de dejar un número de estúpidos humanos para mantenerla funcionando.
Los gnomos del exterior, por su parte, si bien comparten la idea de que los humanos son muy tontos y lentos, traen información privilegiada: la Tienda será demolida en pocas semanas. Y no parece haber más opción que robar un camión y escapar todos en él, pese a que los gnomos no miden más de diez centímetros. Esta idea resulta revolucionaria, y genera todo tipo de disensos entre la tradicionalista y cómoda comunidad de los gnomos, quienes son felices discutiendo entre ellos, peleándose por naderías y estableciendo clases y tipos de gnomos, como si no fueran todos iguales.
El joven líder del Exterior, llamado Masklin, aprenderá que la mejor manera de convencer a un gnomo de hacer algo a lo que no está dispuesto es conseguir que parezca que la idea se le ocurrió a él, así como que aunque siempre parecen estar rezongando, los gnomos resultan increíblemente capaces de unirse cuando enfrentan una verdadera crisis.
De alguna accidentada manera, consiguen salvar el pellejo antes que la tienda sea demolida, y se establecen en una cantera abandonada, en la que conocen el viento, la nieve, y comida tan mal hecha que hay que cazarla o sacarla de la tierra y luego cocinarla, no como la comida de verdad que había en la Tienda, lista para comer.
Sin embargo, esa cantera es propiedad de los humanos, y algún día la recobrarán. Cuando esto ocurre, los gnomos intentan disuadirlos, con un grueso candado, y se extrañan mucho de que los tontos humanos insistan en ir donde claramente no son bienvenidos, como si el planeta fuera de ellos. Como los humanos no se dan por aludidos, ellos deberán acudir a estrategias más directas, como sabotear sus camiones, o montar una vieja retroexcavadora y salir disparados en ella, ahuyentando a los intrusos.
Y mientras todo esto sucede, Masklin y un par más buscan una solución superior al problema, y es encontrar una casa definitiva para los gnomos, una en la que no haya que estar robando habitación y disputándole los restos de la comida a los humanos y a las ratas. Un mundo para ellos. Y deberán buscarlo más allá de las estrellas… aún cuando muchos gnomos de la Tienda se sienten incómodos mirando el horizonte y sintiendo que no hay un techo sobre sus cabezas. Se mezclarán con humanos, se arriesgarán a ser reconocidos, e interpretarán muy a su manera nuestros usos y costumbres, terminando por considerar que somos algo más listos que una rata, si se nos adiestra bien.
Una divertidísima saga de tres novelas: Camioneros, Cavadores y La nave, que a través de las diferencias entre los gnomos se permite hablar de interculturalidad, de relaciones entre generaciones, entre géneros, entre clases, o de psicología de masas. Terry Pratchett nos presenta un pequeño estudio, en un laboratorio de varios cientos de gnomos que se rompen la cabeza discutiendo si el pueblo de Liliput es nada más una historia inventada, o se trata de sus antepasados.
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