Stuka, la bestia y el corazón de las tinieblas, es el décimo y último artículo de esta serie que dedicada a los escenarios, los personajes y la atmósfera de mi novela Stuka.
El Berlín del verano olímpico de 1936 y los últimos cabarets, la capital del Tercer Reich en los días del derrumbamiento del régimen nazi, asediada la ciudad por el Ejército Rojo en 1945, los pueblos escalonados del Alto Maestrazgo y un epílogo inquietante en el aeródromo de La Virgen del Camino son algunos de los lugares donde transcurre la trama de Stuka, una novela sobre la identidad sexual y la violencia que sufren las mujeres en tiempo de guerra, más allá de la historia negra de un bombardero.
Os invito a hacer conmigo este recorrido.
Stuka, la bestia y el corazón de las tinieblas
La calle batida por un aguacero. Una taberna con nombre de novela de Stevenson; Las Tres Cornejas. Y una chimenea donde arde el fuego de las buenas historias. Como en los filandones.
Así comienza La Bestia, un relato de no más de cuarenta páginas, a medio camino entre el cuento largo y la novela corta, donde el escritor polaco Joseph Conrad, el hombre que imaginó El corazón de las tinieblas y Lord Jim, nos habla de un barco que se comportaba como si se tratara de un animal enloquecido.
La nave se llamaba La familia Apse, en honor a sus armadores. Y era un barco sin moderneces, solo marineros capaces de trepar a la arboladura en una noche de tempestad con arrecifes a sotavento. Un buque de hierro, madera de teca y laurel negro.
El día de su botadura, cuenta Conrad en su relato, hizo picadillo a un carpintero al que atrapó mientras abandonaba la grada. «Por los alaridos y gritos de terror y el correr de la gente para ponerse a salvo, más bien pareció que hubieran soltado a un demonio por el río», leo en la edición en bolsillo que la editorial Valdemar editó con seis relatos del autor hace unos años.
Un diablo, sí, que rompió todos los calabrotes de contención como si fueran sedales de pesca y se lanzó rabiosa –La Bestia es una presencia femenina- contra los remolcadores, hasta que una de sus dos amarras se partió, y de improviso «se dejó recobrar con la otra, haciendo gala de la mansedumbre de un cordero».
Porque La Bestia es impredecible. Irracional. Una fuerza ingobernable. «Con aquella nave –cuenta uno de los personajes del relato- hiciérase lo que se hiciese, jamás se sabía en qué pararía la cosa. Era una bestia maligna. O, acaso, simplemente estaba loca».
Y ahora imagínense a La Bestia reencarnada en un avión. Transformado el viejo casco de hierro en el fuselaje alargado de duraluminio de un Stuka; el bombardeo diseñado por la fábrica Junkers para lanzarse en picado y aterrorizar a sus víctimas con el sonido punzante de una sirena: las Trompetas de Jericó.
Imagínense las alas de gaviota invertida, el tren de aterrizaje carenado, los peros de acero, los flaps de aleación. Imagínenselo mientras arroja una bomba de quinientos kilos sobre una iglesia en un pueblo del Alto Maestrazgo, durante la Guerra Civil española. O en el momento en que hace saltar un puente por los aires en el rio Dirchau, durante la ofensiva de los nazis en Polonia, el país donde nació Joseph Conrad, aunque escribiera en inglés.
Imagínense a ese avión maldito, a ese símbolo de la barbarie nazi, a ese emblema de todas las guerras, esa máquina de matar, diseñada para causar daño, imagínenselo, repito, mientras revienta tanques con sus dos cañones suspendidos bajo las alas en una llanura de Ucrania, en las orillas del río Dniéster. Y estamos ahora en el año 1944 y el Tercer Reich se derrumba poco a poco. ¿Qué haría si alguna vez llegara a volar sobre la Cancillería donde se refugia un dictador, un genocida, el hombre que hizo posible los campos de exterminio, quintaesencia del mal?
Es La Bestia de la Guerra, igual de ingobernable. El mal profundo, el odio irracional.
Y eso, en su capa más honda, es lo que cuenta Stuka la novela de la que os he hablado en esta serie de diez capítulos que escarba en las tripas de una historia vertiginosa; un relato sobre la violencia y sobre las víctimas que deja.
Y si os fascina el horror (El horror). Si os asquea la violencia. Si pensáis que en el corazón de las tinieblas siempre hay una luz, esta historia que he escrito también es vuestra.
Stuka, la novela de Carlos Fidalgo, coordinador del departamento de Periodismo de Espacio 17 Musas, ha sido galardonada con el Premio Letras del Mediterráneo de Novela Histórica que concede la Diputación de Castellón. Ha sido editada en formato digital y papel, puedes consultar donde está disponible en la página web de Algaida Novela.