jueves, noviembre 21, 2024
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Ruta de los monasterios en La Rioja

Entramos en La Rioja, al otro lado de la Sierra de la Demanda, en busca del corazón espiritual de esta región rica en arte, paisajes, gastronomía y belleza. Siguiendo caminos transitados desde antaño continuamos con la ruta de los monasterios que iniciamos en Burgos.


Comenzamos nuestro camino en el Monasterio de Valvanera, patrona de La Rioja. En medio de un paisaje idílico, donde robles hayas y encinas se reparten el protagonismo y la paz y la tranquilidad se enseñorean del maravilloso paisaje se haya una cueva y, saliendo de ella el Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera.

Mapa de la ruta de los monasterios en La Rioja Google Maps
Mapa de la ruta de los monasterios en La Rioja Google Maps

El origen se remonta allá por el lejano siglo IX, al calor, según la leyenda, de una virgen encontrada en un roble y que pide que se haga una ermita en una cueva cercana.

En el siglo X ya había un pequeño cenobio formado por unos cuantos eremitas que se congregan bajo la regla de San Benito. De la primitiva iglesia mozárabe no queda nada. Enseguida se hizo pequeña y fue sustituida por una románica y esta por una gótica que es la que nos ha llegado hasta nuestros días.

Su recuperación después de treinta años de ruina ocasionada por la desamortización de Mendizábal, ha permitido salvar este monasterio que estuvo habitado ininterrumpidamente desde su fundación y que ha sido y sigue siendo, cuna espiritual de La Rioja y, porque no decirlo, de parte de nuestra historia.

Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, patrona de La Rioja.
Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, patrona de La Rioja.

Del Monasterio de Valvanera a nuestro siguiente destino, cuna del castellano, San Millán de la Cogolla, ya que es aquí en donde en uno de los márgenes de un manuscrito se encuentran las primeras anotaciones en este idioma que ha llegado a convertirse en universal.

Es San Millán un caso único de monasterio doble, conocidos como Suso (arriba) y Yuso (abajo). El que nos interesa a nosotros, al menos el motivo que nos ha traído hasta aquí es el de Suso. Su nacimiento está ligado al eremita San Millán, que vivió aquí en una cueva hasta la edad de ciento y un años siendo enterrado en la piedra. En torno a él se erigiría un eremitorio visigodo donde los distintos eremitas fueron excavando sus propias cuevas.

Interior del Monasterio Suso, en San Millán.
Interior del Monasterio Suso, en San Millán.

Conforme el eremitorio se convierte en cenobio es necesario la construcción de un espacio para reunirse que será levantado en estilo visigodo. De esa época nos han llegado hasta nuestros días algunos muros y unos arcos de herradura.

Más adelante, en el siglo X el cenobio pasa a ser monasterio, edificándose la iglesia y parte del monasterio en estilo mozárabe y bóvedas califales. Incendiado por Almanzor sería posteriormente ampliado en el siglo XI ya en estilo románico.

A parte de la excepcional sucesión de estilos arquitectónicos, muy parecido a lo observado en San Juan de la Peña si bien nunca alcanzaría ni la belleza ni la grandeza, hay que admirar los sepulcros de los siete infantes de Lara que se guardan en la galería que da acceso al monasterio así como la excepcional decoración de la entrada hecha a base de cantos rodados y ladrillos rojos.

Fue en este pequeño monasterio donde se escribirían las famosas glosas Aemilianensis, consideradas la primera manifestación escrita en las lenguas euskera y castellano. También aquí estaría como notario Gonzalo de Berceo, el primer poeta en lengua castellana.

El monasterio de Yuso es un edificio soberbio, de estilo herreriano y de enormes proporciones, que sustituyó al monasterio románico que se edificó aquí a mediados del siglo XI. Lo más destacable de él son las numerosas joyas que guarda en su interior, como los marfiles románicos del arca de San Millán, la fenomenal sala de códices y santorales, el archivo y su biblioteca, herederos del antiguo scriptorium del viejo monasterio, considerada una de las mejores de España por los ejemplares que alberga.

Hablando con uno de los monjes agustinos recoletos la última vez que estuvimos allí nos comentaba que San Millán había elegido el mejor sitio, protegido de los vientos que corren por el valle mientras que el monasterio de Yuso quedaba plenamente expuesto a los mismos. Y es que el sitio elegido para la construcción de este segundo monasterio se debió al milagro de negarse los bueyes que transportaban los restos de San Millán a proseguir su camino hacia Santa María la Real de Nájera donde el rey García, fundador de este último pretendía llevárselos.

Abandonar este par de joyas patrimonio de la Unesco deja al viajero la sensación de fatuidad del mundo moderno, lleno de tal cantidad de cosas accesorias creadas para paliar el cada vez mayor vacío interior a la que la actual sociedad nos condena.

Seguimos ruta hacia otro de esos sitios olvidados, raramente conocidos y, por lo tanto, con una mayor capacidad de sorprender a los ya llenos ojos del viajero. Y es que el Monasterio de Cañas guarda en su interior una de esas imágenes que el que tiene la dicha de contemplarla ya no perderá de su retina.

Cabecera del Monasterio de Cañas.
Cabecera del Monasterio de Cañas.

Y es que la luz de la cabecera de su iglesia cisterciense no tiene parangón. La ausencia de retablo que la obstruya, la limpieza de sus líneas, la esbeltez de las ventanas que parecen no tener fin deja al viajero simplemente boquiabierto. La unión de piedra y alabastro sin ningún otro adorno obliga al viajero a centrarse en esa luz que debe ser reflejo de la luz interior que todos tenemos que hacer brillar y no taparla bajo ningún concepto.
Este monasterio de monjas guarda otra de las joyas del gótico en su sala capitular que preside una columna central que soporta el peso de toda la bóveda simulando ser una palmera.

El otro punto de interés de la sala capitular es el sepulcro gótico de Urraca Díaz de Haro, fundadora del monasterio y que según la tradición su cuerpo permanece en el mismo estado que cuando se la enterró. La talla del sepulcro es digna de admirar y en él se podrá apreciar todo el juego de mensajes que el gótico fue capaz de dejar para el que quisiera detenerse en los matices.

Detalle sepulcro de Doña Urraca Díaz de Haro
Detalle sepulcro de Doña Urraca Díaz de Haro

Seguimos dirección oeste hacia la villa de Nájera, El camino es una sucesión sin fin de viñas por hasta donde alcanza la vista, salpicado de aquí a allá por conjuntos de encinas situadas en los altos donde no es posible el cultivo de aquellas. No vamos aquí a elogiar las virtudes de un vino mundialmente conocido. Pero el espectáculo de los viñedos serpenteando por las colinas es absolutamente único.

Nájera se presenta al viajero a los pies del río Najerilla, acurrucada entre él y el inmenso paredón de arenisca roja que le cubre la espalda. Sus laderas han servido de refugio al ser humano desde la lejana edad del hierro, en el que ya fueron habitadas sus grutas naturales.

Pocos, muy pocos conocen el pasado glorioso de Nájera. En el pasado lejano allí donde los reinos cristianos comenzaban la reconquista existió un reino de Nájera-Pamplona tras la reconquista de la ciudad a los musulmanes. Estamos hablando del final de los siglos X-XI, cuando aún Castilla no era reino y los viejos reinos de León y de Navarra se pusieron de acuerdo para reconquistar la Rioja Alta y Media. En esos momentos se reconquista Nájera y el rey de Navarra se lo lega a su hijo como Reino de Nájera.

Posteriormente, tras la destrucción de Pamplona por Abderramán III hizo que se trasladase la capital del reino convirtiéndose este en el reino de Nájera-Pamplona. De aquellos tiempos gloriosos nos llega hasta nuestros días la mayor joya que posee Nájera hoy. El Monasterio La Real de Nájera, panteón real y joya del gótico. De su pasado románico apenas nos ha llegado algún sarcófago y la primitiva iglesia de la Virgen de la Cueva. Tanto la iglesia actual como el magnífico claustro son del siglo XV, en un bellísimo estilo gótico.

Claustro de Santa María La Real de Nájera
Claustro de Santa María La Real de Nájera.

Este sitio especialmente mágico fue elegido por los reyes del nuevo reino como su residencia eterna, a los pies de la Virgen de la Cueva, en lo más recóndito del claustro de Santa María la Real.

Con la incorporación de Nájera a Castilla, en el siglo XII no perdió su importancia estratégica y los reyes siguieron dando donaciones al monasterio. En la época castellana pasó a depender de la poderosa orden de Cluny, y de allí pasó a depender de la orden de San Benito de Valladolid. Para después sufrir la de samortización de Mendizabal. En la actualidad acoge a una congregación franciscana. El monasterio sólo estuvo desocupado 60 años lo que le evitó la tragedia de otros tantos monasterios en los que el abandono les hizo desaparecer con todas sus bellezas artísticas.

Dejamos el viaje en esta acogedora ciudad, refugio de peregrinos y de todo viajero que acierta a pasar por aquí. El cariño de sus gentes, sus plazas y callejas y el placer de su gastronomía hará permanecer para siempre la Rioja en el corazón de forma indeleble.


Te invitamos a leer más artículos de Germán Rubio en Revista 17 Musas.

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