H. P. Lovecraft es inspirador de la más terrible de las maneras. Porque lo que inspira son pesadillas. Una especie de friki, solitario y que ni siquiera se interesaba por la opinión de sus lectores, Lovecraft siempre escribió para sí mismo, para darle lugar a su fantasía. Es que su fantasía necesitaba mucho espacio.
Creador de una mitología propia, sus historias despliegan una imaginación morbosa y desbocada, que viaja a zonas ajenas en todo a la humanidad. Lovecraft sueña con razas diferentes a la humana, anteriores y superiores a ella, con capacidades, historia, materialidad, estética y cultura totalmente distintas a la nuestra, y amenazantes, además. Capaces de destruirnos en el momento como a insectos si algún día llegaran a despertar.
En las montañas de la locura se presenta como el relato de un científico sobre su viaje a la Antártida. Nos da detalles sobre la expedición, con un tono pretendidamente objetivo y que da preferencia a los hechos, aunque el autor va ofreciéndonos sus impresiones, los estados de ánimos que le va sugiriendo su expedición, y los recuerdos vinculados a cultos arcanos.
prehumanos y monstruosos que le asaltan al ver la naturaleza inhumana del continente helado. Eso, y las constantes advertencias para que nadie, pero nadie. se anime a repetir su travesía, so pena de un horror que no puede nombrarse.
En un estilo seudocientífico, nos cuenta de los inicios de su expedición con fines geológicos, y luego de unos inauditos descubrimientos. Algunos ejemplares de una especie congelada, que desafía todo lo que sabemos de biología, imposible de saber si es animal o vegetal, pero sorprendentemente desarrollada y evolucionada a pesar de ser extraordinariamente antigua, a la cual dan el nombre de Primordiales por algunas antiquísimas leyendas paganas.
Y los descubrimientos no terminan ahí. Vamos enterándonos de que esos seres tenían una cultura sumamente refinada, y que dominaron la Tierra cuando el planeta aún era joven. Asistimos al aterrado descubrimiento de su ciudad oculta al interior de las montañas antárticas, e incluso a una visión de lo que no debe existir, pero aún existe y es la razón por la que los seres humanos no deberían hurgar en las desoladas montañas de la locura.
H. P. Lovecraft no es un gran estilista de la literatura. En esta novela abundan los párrafos interminables, llenos de terminología técnica, a ratos agotadora. El autor se solaza en contarnos la historia y cultura de los Primordiales, y gastamos casi la mitad del relato en una especie de costumbrismo intergaláctico.
La adjetivación en Lovecraft resulta rebuscada y cursi, aunque esto también se debe al hecho de que las realidades que viven en sus historias se mantienen en el mundo de lo que no puede expresarse con palabras. Por eso las descripciones ultradetallistas, o la repetición de adjetivos como horrible, horrendo, demoníaco, innombrable, malsano o una infinidad de adverbios terminados en mente, usados con el fin de adjetivar. Si bien puede entenderse que son las herramientas a las que acudió el autor para describirnos lo que no puede ser descrito, la verdad es que sólo provocan terror a quien está buscando ser asustado.
Pero, pese a todo lo anterior, Lovecraft nos inspira, porque su fantasía es demasiado grande y juega en el terreno de nuestros temores más profundos. Porque apela a nuestra sensación de indefensión, a nuestra ignorancia cósmica y porque nos permite dar un vistazo a mundos que están mucho más allá de nuestro alcance, en una especie de hipérbole del terror. Nos fascina, porque sus relatos están hechos del material de las pesadillas.
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