A continuación, EIDÔLON – Aristófocles eterno, la colección de crónicas literarias de Alberto Revidiego para cubrir la actividad relacionadas con las Artes Escénicas que se desarrollan en los teatros y salas de Sevilla, recogidas en Revista 17 Musas.
CRÓNICA XIV: AD LIBITUM – LAPSO PRODUCCIONES
TEATRO CENTRAL – EIDÔLON, ARISTÓFOCLES ETERNO
28 de diciembre de 2023 – 24s d.c. (veinticuatro siglos después de mi cuerpo)
Me siento como la música clásica. En mi época, la Grecia Clásica, como la llaman ahora los libros de texto, me planteé divulgar mis sesudos conocimientos como dramaturgo a todo aquel que se interesase (y se molestase venir a mi pueblo, pues yo pasaba de ir hasta el centro). Duré poco, la verdad, reconozco que fui embaucado por la moda del momento y no por una verdadera vocación, todo el mundo quería tener su propia escuela tras ver el triunfo de la Academia de Platón en Atenas. No obstante, estoy orgulloso de mis métodos didácticos, innovadores y disruptivos, entre los que destacaba tratar a niños y adultos por igual. ¿Qué quiere decir esto? Pues que no trataba de idiotas a ninguno de los asistentes. Bueno, a veces los trataba a todos como imbéciles, dependía del día, también de si había desayunado bien o no, pero siempre los trataba a todos por igual. Entiendo las críticas, ya anuncié que no tenía madera de profesor… Pero lo importante, para que todo saliese bien, se aprendiese lo mínimo y todos saliésemos contentos, era conectar mediante un idioma común: el humor.
Todo esto me vino a la memoria, como un flashback (vaya palabro), cuando aparecí en mitad del peine del escenario principal del Teatro Central, allá en las alturas sobre el propio escenario, y oí cómo algún presentador carismático coreaba frente al público el inicio de AD LIBITUM, un espectáculo musico-teatral orquestado por LAPSO PRODUCCIONES. Y es que, capté pronto, este trío de artistas muy capaces mantiene una clara intención de pregonar conocimientos sobre música desde una atalaya antisolemnizada y bufónica, en el mejor de los sentidos que pueden tener esas palabras inventadas. Y es que es la mejor forma de definirlos, ya que ellos inventan sus propios instrumentos con los que interpretan las obras que admiran, por lo que me debo a su metodología para acercarme a su trabajo.
La música clásica es la púa de hierro sobre la que gira este trompo de madera, metal y cristal, juguete escénico para niños y adultos. Apoyado en la barandilla en las que se amarran las cuerdas que sostienen la mayor parte de telares y telones guardados entre las galerías de este peine, medité mientras estos músicos talentosos desarrollaban su actividad sobre una pregunta que se planteó durante el espectáculo, como quien no quiere la cosa: ¿Qué es la música clásica? Su respuesta no la oí, sinceramente, encogido sobre mí mismo, en metafórico caparazón de una evidencia: la música clásica es grotescamente reciente para este tiempo, desentiéndete de la capa de polvoriento tiempo a la que se le suele atribuir por error… En mi pueblo, lo clásico era el silbido del afilador, así que ojalá se llenen los conciertos de LAPSO PRODUCCIONES y alguien me cuente en qué consiste.
Los protagonistas de este espectáculo tienen bien repartidos sus papeles para el directo. Encontramos a un Rafael Rivera, sobre el que recarga todo el peso del clown y las interacciones más enérgicas con el aforo, así como es capaz de lucirse con las percusiones en formato hombre-orquesta, aunque debo subrayar que aquí todos son multiinstrumentista. Y es que, por otro lado, tenemos a los hermanos Campos, Antonio J. y Rafa, cuya ambición musical tampoco conoce límite e igual tocan un campanófono, que un vidrioncello o un destilarmonium percutente. A mi lado, en las alturas escénicas, apareció un par de técnicos de maquinaria y, apoyados como yo sobre la baranda, murmuraron: «¿ves estos instrumentos?, sí, “ready-mades”, ¿Duchamp?, sí, qué coraje me da Duchamp, eso da igual, ¿tú crees que es su inspiración?, ¿qué te apuestas?, ¿cuánto tienes ahí?» y una voz indicó desde sus audífonos a buen volumen «PREVENIDOS» y ellos tomaron posiciones, aferrados a determinados cabos de aquel extraño barco que es el teatro. «TOP» y empezaron a correr las cuerdas por aquellas poleas mientras a veinticuatro metros más abajo se escondía el telón de fondo y descendía al espacio escénico una fila de focos de colores. Me encanta ver profesionales que trabajan con eficiencia.
Durante el espectáculo desfiló bastante la huella del maestro Bach, pero también hubo algo de Mozart, Tchaikovski, Beethoven, Strauss, Monti y Ravel, cuyo bolero interpretado a pura Olivetti, guitarra y melódica mientras se contaba la historia de la pieza y se leía una carta del autor fue uno de los momentos más bellos de la tarde. Deseé aparecer de nuevo en aquel auditorio porque la obra estaría disponible también durante la primera semana de enero, al menos hasta el 4 de enero de 2024, una suerte para el potencial público. Si no fuera suficiente, el extravagante vestuario (pentagramas que se deshilachan, ojo), los juegos de palabra, el humor físico, la mímica y la intensidad circense in crescendo, los hacen merecedores de toda la atención. Como reza el título del espectáculo, una música ad libitum, a placer, a voluntad de los intérpretes, a piacere, libertad y coraje para una música universal.
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