A continuación, PARTITURA PARA EL FUEGO, la colección de crónicas literarias de Alberto Revidiego para cubrir la actividad de la IV Edición de ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST, celebrado del 7 de junio al 18 de julio de 2024, recogidas en Revista 17 Musas. Si quieres conocer en qué consiste este proyecto, aquí tienes la presentación.
ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST
7 de julio de 2024
La noche fue propicia para una conjura musical. La Plaza de España se llenó de acólitos dispuestos a la magia nocturna de LOREENA MCKENNITT y su banda. Caía el sol con suavidad, mecido por un viento creado por cientos de alas que cruzan la arboleda del Parque de María Luisa, anexo a las instalaciones de ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST. Los pájaros estaban inquietos, el público merodeaba sin descanso, soy sensible a estos ánimos, quizás porque yo también lo estaba y les contagio en un hermanamiento cuántico (que soy un dios, sí, pero siempre prociencia… una cosa no quita la otra). Una duda había surgido entre los cajones de mi mente y me producía, como buen contemporáneo, nuevas vertientes de la ansiedad que me habita: El paso del tiempo.
Parece, a priori, un topping innecesario en una noche de celebración, lo sé, pero a raíz de mis turbulencias emocionales de las últimas semanas (siempre estará conmigo mi palomo negro), comencé a pensar en el mecanismo que no se detiene ante nadie, el tic-tac. Qué frialdad tiene un reloj, da igual si tiene arena o engranajes de metal, siempre con prisa, y eso me perturba, aunque luego me diga «Vilama, que eres un dios mitológico, te es ajeno el calendario», pero como soy un maldito embustero ni de mí mismo me fio. Vale, ese era mi estado mental, muy cómodo, ahora todos pueden verlo. Y por ello me adentré al festival de cabecera, máxime con esta artistaza coronando el cartel del día, porque intuía, presentía, infería que su música iba a calmar las fieras que me roían por dentro.
Llegué una hora antes, por el paseo de la fama consigo camisetas gratuitas con un dibujo de una gitana tocando una guitarra eléctrica, provoqué un descuido para robarle a una pareja sus helados recién servidos (una de las perdiciones gastronómicas que ofrece el festival), y me adentré en la multitud con una tarrina en cada mano, chupóptero ansioso, ya que dicen que estos alimentos pasteurizados con baja temperatura vienen genial para el amor propio. Y que están deliciosos, pa qué engañarnos. Y así pasé del nerviosismo a la placidez, un estado previo y receptivo a lo que tuviera que pasar con la banda de Loreena. Mis electrones, como ondas repartidas por el espacio, imagino que transportaron este buen rollito que me iba mutando por dentro. Cuando me quise dar cuenta, alrededor de una mesa, media familia había sido transfigurada en patos, quizás por mi exceso de azúcar, me cuesta controlar los poderes. No obstante, la otra mitad de la familia parecía satisfecha con el cambio. Sevilla, un día más en la tierra de lo posible.
Me dirigí a las gradas, el público iba ocupando sus butacas y quería conseguir una perspectiva digna. Sobre el escenario ya se intuían las sombras de muchos instrumentos. La plaza había sido sembrada de asientos que poco tardaron en ocuparse en su plenitud, cosa muy parecida ocurrió minutos más tardes con la triple grada. Los asistentes fueron variopintos, en edad, en estética, incluso en especie, pues más allá de la familia pato, algún gato corría entre las filas próximas al escenario. Y algo de esto debió percibir el equipo de Loreena McKennitt, pues llegada la hora proyectó por los altavoces una suerte de grabación de pájaros que fue calmando las voces de los asistentes. Luego vino una instrumental de inspiración árabe, justo antes de que una voz proclamara la decisión de que no estaría permitido hacer fotografías ni vídeos del espectáculo, opción que me pareció sacada de otra época… Es muy incómodo controlar ya esto, pero no habría que olvidar que toda foto o vídeo breve es promoción gratuita de su trabajo, anda que no serán multiplicada la visibilidad por redes sociales… pero bueno, su concierto, sus normas. Y finalmente se iluminó el escenario con una luz azul que no desaparecería durante todo el espectáculo, una constante en ese ejercicio de magia nocturna.
Y es que McKennitt ambiciona la estética de una poderosa bruja, capaz de lograr la alquimia entre el sentimiento y la cadencia musical más elegante, la naturaleza y lo netamente humano. Llegó en plena gira bautizada como The Mask and Mirror 30th Anniversary Tour. Y para ello se sirve de cinco músicos de los que se rodea, muchos de ellos multiinstrumentistas, como ella misma demostró ser. En este ritual desfilaron canciones como The Mystic’s Dream (tras la cual, saludó al aforo y recomendó un simple «relax and enjoy»), The Bonny Swans (cuya guitarra eléctrica distorsionada motivó bastante a la gente, trayendo reminiscencias a bandas como Pink Floyd), The Dark Night of the Soul, Marrakesh Night Market (con lógica percusión árabe y la aparición en escena de un acordeón, empuñado por la intérprete que hasta ahora se había encargado del chelo únicamente, y que demostraría su versatilidad a través de todo el show), y Full Circle, en la que ella quedó iluminada de blanco mientras toda la banda era embebida por un celeste acuático, cuya línea de percusión (contrabajo y batería) tardarían en entrar, accediendo con tintes jazzísticos.
Llegados a este momento, en el cielo, las estrellas habían sido invitadas al concierto, a ser observadas bajo el influjo de esta música, la gran Partitura para el Fuego. El público estaba muy atento al escenario, yo miraba bien alto o cerraba los ojos, en cualquier estado te transportaban bien lejos aquellos talentosos músicos. Entonces llegó el momento en el que cogería Loreena el acordeón y cantaría con fuerza desde el proscenio, un cántico que activó a la gente, pues oía cómo coreaban por lo bajini aquellas melodías, cadencia que imitó el violín, que remató con un impresionante solo final, que hizo que la audiencia aplaudiese fervorosamente al finalizar la canción. Desde ese momento, aquel violinista se había ganado a todos con su destreza. Santiago fue la continuación a ese pico de intensidad, mucha más tranquila, como un bálsamo. Una vez resuelta el cambio de atmósfera, llegarían The Two Trees (en la que la chelista demostró además su presencia en voz con unos coros muy bellos, que sumaban a la calidez de Loreena, indiscutible nivel), Prospero’s Speech (que me sorprendió pues, sobre percusiones árabes, brotó una guitarra reggae, bajo melodías de cuerdas célticas. De hecho, confieso que estuve tentado en hacer aparecer un par de duendes del piano, pero me contuve por miedo a que se distrajesen y nos privaran de tal regalo musical), y un gran momentazo de la noche, All Souls Night, que destacó por ser la primera canción en la que Loreena tocaría el arpa, no sin antes dirigirse al público y explicar que era un instrumento tradicional irlandés. Me pareció sublime la conversación sonora que mantuvo el arpa con el acordeón, nunca había oído una conjunción así, tan cálido y bello, sin duda, acogedor. Llegados a este punto, viendo que la media de edad de la banda de Loreena no era precisamente baja… perdí toda ansiedad al tiempo y sus consecuencias, firmo el contrato vital, renové con alegría las cláusulas de la cuarta dimensión.
Llegaría con fuerza On a Bright May Morning (gran presencia percutiva), The Gates of Istanbul, Penelope’s Song (que en un alarde de talento, la chelista fue variando entre su instrumento y una flauta que aportaba un nuevo color al conjunto). El público estaba entusiasmado y ni el bajón de temperatura en esa extraña noche de julio sevillana le distrajo, así que fuimos encaminados hacia el final del concierto. Ages Past, Ages Hence, con percusiones tribales y, de nuevo, el acordeón, ensalzó un laúd que brillaba en forma de danza sobre el mástil. Músico que también saltaba entre esas cuerdas y las de la guitarra eléctrica con una fluidez pasmosa. Marco Polo, la continuó con una nueva conversación entre arpa y acordeón, que iría pasando al chelo, siempre con la guitarra como colchón y las florituras de violín y base rítmica.
Aquí llegó el momento de presentar la banda, y aquí pienso hacerlo también yo, porque tanto talento merece nombre y apellido. Comenzó con Brian Hughes a la guitarra (junto al laúd árabe y balalaika); continuó por Robert Brian a la batería y percusiones varias; Dudley Phillips al contrabajo y bajo eléctrico (y creo que algo más, para ser honesto me lo chivaron los patos); luego llegaron la ola de vitores para Caroline Lavelle, una de las joyas de este conjunto, al cello, acordeón, flauta y a los coros (casi nada); y, cerrando el círculo, Hugh Marsh y su virtuosismo al violín eléctrico.
The Lady of Shalott comenzó la despedida, con predominio de voz y piano, aunque hubo espacio para el que quizás fue el mejor solo de chelo de la noche, concatenado con un solo de violín, las cuerdas aquí tomaron el control. Avisó de que quedaban un par de canciones en el setlist previsto, que al final serían cuatro, de nuevo, la generosidad. Continuó The Old Ways y Dante’s Prayer, canciones que parecen traídas por el viento o el mar, todo un despliegue que culminó con unas palabras, en reconocimiento a la belleza del emplazamiento de aquel festival y que había pasado unos días maravillosos en Sevilla. Y se hizo la ausencia. Salieron del escenario, la clásica falsa despedida, momento que aprovechó la audiencia para aplaudir en pie, vitorear, silbar y cocear las tablas del graderío, a fin de que entendiesen que estábamos disfrutando muchísimo, que éramos todo agradecimiento. No suele ser habitual disfrutar de conciertos calmos y luminosos como este.
Volvieron a escena, todo sonrisas, dispuestos al bis. Sonó Spanish Guitars and Night Plazas, cuyo título no podía ser más idóneo para ejecutarlo en la Plaza de España de la capital andaluza. Una vez más, agradecí a nivel interno el gran trabajo que ha desplegado la organización de ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST, siento que disfrutamos de todo un privilegio al poder ver espectáculos de este nivel en un espacio tan idóneo. Por otra parte, y es lo que siempre me sorprende, debo subrayar el gran trabajo sonoro que han hecho los técnicos de este festival, todo con gran precisión. Cerraron la noche con Tango to Evora, el arpa de nuevo en escena, para alegría de todos, voz y arpa, canto sin letra, a la que fueron sumándose todos los músicos, como una especie de mantra hipnótico, y luego irían desapareciendo, como llevados por el viento, para dejar de nuevo en solitario a Loreena McKennitt. Recomendaré esta música a todos los humanos y palomas que quieran combatir la ansiedad. Es, sencillamente, medicinal.
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