En Madre noche, Kurt Vonnegut, nos cuenta la historia de Howard W. Campbell, un escritor y locutor de radio que actuó como espía en la Segunda Guerra Mundial, en favor de los aliados. Campbell simuló ser un propagandista nazi, y lo hizo tan bien que terminó inspirando a los alemanes mejor de lo que nadie hubiera podido hacerlo.
A Kurt Vonnegut no le gustan los tipos que nos traen la verdad. Porque sabe que mienten. Si algo nos enseñan sus libros, es a dudar. A dudar de las personas que se suben a un púlpito y nos dicen que hacer, sobretodo si se trata de sacrificar nuestro dinero, futuro, seguridad o existencia en pro de una nación, o una divinidad. A aceptar que no sabemos muchísimas cosas, que nunca las sabremos y, quizás por eso mismo, a hacernos el bien unos a otros, porque ser bondadosos con la gente es lo único que nos puede salvar. En la medida en que podemos ser salvados, claro.
Vonnegut se burla con crueldad de nuestra soberbia, nuestra mala fe y nuestra infinita capacidad de destruir lo que podría ser hermoso. Pero al mismo tiempo defiende el valor de las buenas personas, la voluntad de hacer el bien a los demás y, en definitiva, el amor. Sólo el amor puede convertir al mundo en un lugar que merezca ser habitado. Y mira que es raro obtener un mensaje así, dulce y candoroso de un escritor cáustico y de un humor tan negro y cruel como Vonnegut. Al final va a resultar que los chicos malos son todos así: en el fondo, unos tiernos.
Madre noche es la historia de Howard W. Campbell, un escritor y locutor de radio que actuó como espía en la Segunda Guerra Mundial, en favor de los aliados. Campbell simuló ser un propagandista nazi, y lo hizo tan bien que terminó inspirando a los alemanes mejor de lo que nadie hubiera podido hacerlo.
La novela nos muestra a Campbell ya viejo, prisionero en Jerusalén como criminal de guerra, y escribiendo sus memorias. En ellas nos cuenta cómo, si bien fue un doble agente, y sirvió a la causa de los aliados, también actuó como un nazi convencido y obedeció las órdenes más locas y terribles que le dieron. En esto el narrador no es complaciente: nos recuerda que él siempre supo lo dementes y absurdas que eran esas órdenes, y que las cumplió sabiendo muy bien lo que hacía.
Después de la guerra, encontramos a Campbell ya viejo, en Estados Unidos, con una vida en la que su mejor amigo es un espía ruso que trabaja para traicionarlo, y quienes le hacen el mayor favor que pueda hacerse son un grupo de patéticos nazis estadounidenses de posguerra, que agitan causas idiotas y racistas. Esos ancianos, que sintonizaban cada noche los programas radiales de Campbell durante la guerra, y están agradecidos por ello, se las arreglan para buscar a su esposa, a quien aún ama y a la cual perdió en la vorágine del fin de la contienda.
En Madre Noche Kurt Vonnegut nos ofrece una hermosa idea: nos habla de la “nación de dos”, que es esa situación especial de los enamorados, en la que parecen estar ajenos al mundo, y solamente se necesitan el uno al otro para ser felices.
La esposa de Campbell se perdió envuelta en un combate, y él no volvió a buscar a otra mujer, porque era incapaz de olvidar a la suya. Cuando los ridículos nazis norteamericanos se la devuelven, pues queda en deuda con ellos: no puede despreciarlos, y se ve envuelto en homenajes que esos hombres le hacen por haberles dado ánimo durante la guerra mundial.
Asistiremos luego al encarcelamiento de Campbell, lo veremos quedar solo, sintiendo que ha sido usado por todos, esperando la muerte con dignidad y sin esperanza.
Madre noche es una novela sobre traidores, y Howard Campbell es un hombre que, en un mundo demente, los traicionó a todos, y fue por todos traicionado. Es un hombre que no creía en ninguna causa en especial, que despreciaba a los poderes, y que tan sólo quiso ser un héroe romántico, pero no le fue permitido: al contrario, le asignaron el papel de engañar, de engañarlos a todos.
En capítulos breves, concisos, con la pluma rotunda y afilada que lo caracteriza, que se permite ser reflexiva y al mismo tiempo apelar al sentido común, Vonnegut tiene tiempo de contarnos la historia de su protagonista, pero al mismo tiempo de ir poniendo sobre la mesa sus propias ideas.
En sentencias breves, Kurt Vonnegut se burla de las ideologías, del pensamiento totalitario y de la hipocresía de nuestras democracias. Y, quizá lo más importante, nos recuerda lo necesaria que es la capacidad de ser consciente de lo que uno hace, y la decencia para vivir en un mundo en el que la indecencia es la ley.
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