Continua esta 22º edición del SEFF entre documentales y películas de ficción que nos transportan a mundos sin tiempo, en los que una tensión palpita sin nombre, un mundo incierto, quizás un reflejo de nuestro tiempo.
Yo, Alberto Revidiego, dejo paso a esta primera crónica escrita por Víctor Vigía desde «La butaca del Enmascarado» en el 22º Festival de Cine Europeo de Sevilla.
12 de noviembre de 2025
Subí las escaleras de Odeón Cines a toda prisa; cuando llueve en Sevilla los relojes se derriten. El equipo de Staff, siempre amabilísimos, me indicó que, a pesar de mi entrada, mi butaca y derecho de acceso, me pusiese donde viese, porque la película había comenzado y la sala estaba a rebosar. Al otro lado de la puerta, con muchísima expectativa, estaba DREAMS (SEX LOVE) del director noruego Dag Johan Haugerud.
Realmente la sala estaba llena, luego entendí por qué. Gran monologo interior de una protagonista que expresa mediante la escritura un amor prohibido que le ha arrasado en los últimos meses. Y es que esta película, su guion, carece de lugares comunes para explicar una historia compartida por muchos, aquella en la que una alumna se enamora de su profesora. Mucha sensibilidad y foco en las palabras, en el cómo se dice, es la baza ganadora de este film para contar un viaje de ida y vuelta en una enamoramiento no correspondido.
Un paisaje que nos puede sonar pero que, aupado en la literatura y la solidaridad entre mujeres, acaba tomando cuerpo de algo que rompe a favor del Arte. Un ejemplo de ello será la propia madre de la protagonista, que al enterarse de lo sucedido la tacha de víctima, pero tras leerla cambiar su percepción, y considera que tiene talento como escritora. Vamos, que pretenderá publicar la vivencia de su hija, y eso ya dice mucho. Las decisiones estéticas, la fotografía, la puntualísima banda sonora acerca cada vez al sentimiento, lo expone de forma visual, sin caer en tocamientos o gestos evidentes. Las actrices son excelentes, me morí de la envidia, lo reconozco.
Me gustaría destacar la importancia simbólica de las escaleras en esta película. Está plagada de escenas en las que vemos desde una posición inferior cómo los personajes suben (en edificios, bosque, en la calle…) y sólo cuando el cielo se derrumba para la protagonista, la vemos descender con un contrapicado sutil. Magia en los detalles (mi compañero de butaca ni lo apreció, por algo soy el líder de esta banda cinéfila).
Nos fuimos a comer, a beber, a comer de nuevo y regar bien de vino los verbos y adjetivos que lanzábamos en plena rumiación. Luego, a las 17h, nos plantamos de nuevo en Odeón Cines para ver LA ANATOMÍA DE LOS CABALLOS de Daniel Vidal Toche. La sala 1 nos brindó la posibilidad del golferío: Butacas en las que recostarse con los pies en alto. Trampa que no supimos ver, pero ya llegaremos a eso. Vemos en escena violencia y desierto, silencio y derrumbe de pueblos enteros, enterrados en tiempo, soledad, fantasmas y una luz que todo doblega. «El tiempo de la muerte, el fin de la revolución, hace más frías estas pampas».
Es difícil espoilear esta película, pero también condensarla, aunque brille el fogón alevoso de la primicia. Hay varias líneas temporales que saltan entre sí, como un mal diferencial ante una sobrecarga. También presenciamos protagonistas que conservan la calma y el vínculo con la naturaleza de forma casi chamánica. Resuena mucho el quechua entre otros idiomas, lo cual fue un gran punto a favor para esta obra. Y aquí, entre caballos, páramos, voces de otro tiempo y castigos justicieros, llegó la trampa, la conspiración de la hora y el buen almuerzo, el agravante de los pies en alto, todo, fabulaba a favor de la gravedad, destendiendo los párpados en intermitencias, como calcetines mecidos al viento. Ojo, no nos dormimos. Que conste. Pero fue ardua la lucha, desde luego. Venció el interés por el cine, eso dice todo sobre esta obra, ¿no crees?
«El tiempo puede comenzar de nuevo» se nos dice en la oscuridad de la sala, y dos horas más tarde, en la misma butaca, veríamos un nuevo amanecer llamado WE ARE TWO ABYSSES de la cineasta de origen indio Kopal Joshy. «Somos dos abismos —un pozo mirando fijamente al cielo», escribió Fernando Pessoa, y aquí la directora explicó en una presentación en sala cómo surge la idea de esta película, y su emoción porque era el primer estreno fuera de Portugal, donde se ha rodado. Aconsejó, eso sí, «tener cerca pañuelitos». La obra y la historia comienza con la intención real de buscar el lago de Covão dos Conchos. Una rareza natural en el que una superficie acuática como un espejo contiene un agujero circular de gran tamaño, que traga con paciencia ancestral el agua, evocando un pozo o puerta al más oscuros de los inframundos. No era la época idónea para cruzar montañas y llegar al mismo, cuando la directora fue a documentarse, pero aceptó los consejos y hospitalidad de Carlos, un amable señor de edad avanzada que transmite mucha delicadeza y un dolor al que se agarraría cada día de su existencia: La muerte de su esposa, su compañera, desde dos años antes, y a la que no ha dejado de escribirle cartas cada día, para seguir con ella. Una película que contiene más documental que esfuerzo de ficción, y por eso funciona, porque el desasosiego es real y anida en la escritura de nuevo, recordándome el inicio del día, esa conexión literaria.
Por ello nos fuimos a continuar escribiendo el manifiesto, una frase al día no está del todo mal: «La palabra prima cuando la imagen no exprima más». Ea, ahí quedó, no me pidas explicaciones, dale un vuelta. Pocos minutos más tardes estábamos ambos pedaleando como posesos en dirección a la Cartuja (menos mal que dejó de llover esos instantes), porque en otro de los puntos habituales de este festival, el Cartuja Center CITE, tendría lugar la entrega del Giraldillo de Honor al legendario cineasta Jim Sheridan. Llegamos con la juventud que nos caracteriza (con medio pulmón reventado) y nos internamos hasta el auditorio. No tuvimos problemas para encontrar asiento, lo cierto es que estaba el acto bastante despoblado (nada que ver con el que entregaron a Jeremy Irons el año pasado, pero no es cuestión de comparativas odiosas). Entrega, reconocimientos, comentarios amables, jiji, jaja, y se dispusieron a proyectar RE-CREATION, una mezcla de película de ficción y docudrama que consiste en una reconstrucción de un juicio que nunca se celebró, el del periodista británico Ian Bailey, condenado en ausencia por el asesinato de Sophie Toscan du Plantier, en uno de los sucesos más impactantes en la historia reciente de Irlanda.
Me gustó la teatralidad de ese debate del jurado a puerta cerrada, pero siendo sinceros, aunque es algo expreso por los autores de esta obra, no me pareció tan interesante hacer una especie de guiño evidente a 12 hombres sin piedad. Rectifico con alevosía: No es un guiño, es casi una recreación de la película para recrear un suceso real. Eso fue lo que me decepcionó: 12 jurados, todos lo consideran culpable salvo uno, cabreos primerizos, argumentos desgranados poco a poco, y de forma progresiva se va convenciendo uno a uno de su inocencia… Tal cual. Eso se me hizo aburrido, porque ya está visto. No obstante, ¿a quién no le gusta una peli de juicios donde se valoren y desmonten pruebas? Nos volvimos a perder en la noche, con nuestras bicis del Sevici, pedaleando sobre charcos y mirando al cielo para que no se atreviese a romper otra nube gris hasta llegar a nuestras casas.
13 de noviembre de 2025
Quizás uno de los días más importantes de este festival, al menos para mí. Tal día se proyectarían dos películas que tienen que ver mucho con las artes literarias y que llevaba muchísimo tiempo queriendo ver, prácticamente desde que se informó de la programación de este 22º SEFF. Como buenos artistas, no madrugamos. Nuestros días comienzan a la tarde, a las 12h se abren los párpados («pesados como juicios», que diría Benedetti, especialmente tras la película de la noche anterior), a las 14h se desayuna (en el cóctel del festival, un descubrimiento de Larzo, debo reconocer, le aplauda la audacia), y a las 17h se disfruta la primera película de la tarde. En este caso fue en los cines de MK2 CINESUR Nervión y la proyección elegida fue UN POETA de Simón Mesa Soto.
Una película con un irrenunciable sabor propio, me voló la cabeza, porque es real, muy real (un cuarentón que vive de su madre, tiene problemas con el alcohol y no hace nada por salir adelante, sigue aferrado al sueño de convertirse en poeta de renombre porque en su adolescencia ganó algún premio). Un personaje histriónico, a veces ridículo, pero que domina muy bien el humor, nos gana de calle por esa vía, y también la calidez humana, como para hacernos reflexionar y pensar en los rituales de una sociedad que no está hecha para que te alimentes de tus pasiones, con la dificultad extra de mantener vivo el fuego prometeico de la infancia, la sorpresa ante la novedad y el potencial. Una película divertida, con mucha ironía, dividida en partes o capítulos (El fracaso; Magnum Opus; El Arte nos salvará; Un poema feliz), que contiene referencias literarias y poéticas, por supuesto, pero también a un trasfondo social de Colombia. La sala no dejó de reírse a carcajadas y experimentar los vaivenes de su protagonista, ricamente interpretado por Ubeimar Ríos.
No nos fuimos muy lejos. La literatura nos golpeaba como un boxeador con hambre, apenas conseguíamos seguir de pie, ya no te digo empuñar un bolígrafo. Miramos a la gente que llegaba, con sus paraguas, en grupos, como demostrando que los elementos no iban a frenar sus pasiones ocultas (y no tan ocultas) por el cine, por las historias, por disfrutar de este festival de cine europeo. Como todos, enfrentándonos a esa combinación mortífera de frío-calor al entrar en la sala, nos colamos, por hacer tiempo, a un coloquio realmente interesante con el equipo que hizo posible la película MALECÓN de Carlos Larrazaba. Fue una defensa del buen trabajo hecho, de sacrificios, de un punto de vista prefijado que no hubo reparos en adaptar conforme a las circunstancias cambiaban. Se argumentó tan bien la pasión y dedicación profesional que se aportó que me guardé este título, muy pendiente entre mis ganas de espectador, para verlo en un futuro, porque se aprecia una obra con mucho que contar.
Y a nuestra hora, por fin, la proyección más esperada de esta edición. No exagero. Me moría de ganas (y no me decepcionó ni un ápice, te lo destripo ya) de ver esa especie de biopic caleidoscópico, como dijeron en el festival, de uno de los escritores más importantes del siglo XX, Kafka. El título es FRANZ con guion y dirección de Agnieszka Holland. Una joya visual, porque no sólo respeta vida y obra de Franz Kafka, sino que es un alarde técnico audiovisual, en el que cabe mezclar hilos temporales (desde ver cómo cortan el pelo a lo tazón de un niño Kafka hasta imágenes del Museo Franz Kafka donde puedes comprar hoy un souvenir), rupturas de la cuarta pared mirando a cámara, blanco y negro, animación para estirar sombras (guiño directo a los dibujos que hacía Kafka, lo cual me gustó mucho), el vestuario y un elenco actoral que no podría encajar mejor con la realidad, imágenes poéticas y simbólicas, juegos sonoros para recrear estados de ánimo y ansiedades varias, juegos de cámara, como zooms agresivos o cámara al hombro para seguir a algunos personajes… De verdad, muy completa, exigente y bien ejecutada.
Me enamoró que, conociendo la obra de Kafka, se le diera una gran importancia a algunos relatos suyos (En la colonia penitenciaria), y no solo a las novelas que todo el mundo conoce (El proceso; La metamorfosis). Define muy bien la sociedad, el pensamiento, los temores de Kafka y su evasión literaria. Aplaudo profundamente cuando vemos que busca «su silencio», porque los que nos dedicamos a escribir o a tener que acallar las múltiples corrientes creativas que fluyen de nuestra mente apreciamos muchísimo un espacio propio, un silencio generoso y un trozo de papel en blanco. Se lo dije a Larzo y me contestó que me dejara de comparar con Kafka; le reventé las costillas con mi codo, a veces llega a ser muy bruto… Idan Weiss hace de forma perfecta un Kafka que le falta el aire en una sociedad que oprime, pero que sabe encontrar una ventana mental en la que respirar. Casi podría resumirse la esencia en aquella imagen de Franz, haciendo la mudanza, portando por mitad de la calle un carrito con sólo dos elementos: Su escritorio y una silla.
Tras ver esta película me puse las gafas de sol, salimos a la noche, deambulamos sin brújula, supimos que necesitaríamos tiempo para procesar lo que habíamos visto y que, esto es seguro, tendríamos que verlo de nuevo. Para hacer algún día una obra que alcance a los herretes de los zapatos de Franz Kafka.
