Continua esta 22º edición del SEFF entre documentales y películas de ficción que nos transportan a mundos sin tiempo, en los que una tensión palpita sin nombre, un mundo incierto, quizás un reflejo de nuestro tiempo.
Yo, Alberto Revidiego, dejo paso a esta primera crónica escrita por Víctor Vigía desde «La butaca del Enmascarado» en el 22º Festival de Cine Europeo de Sevilla.
14 de noviembre de 2025
El calendario cercaba la mejor semana del año; quedaban dos días para el final de esta 22º edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Ya teníamos comprobado que era imposible abarcar toda la programación que se ofrecía. Veíamos en redes sociales que había talleres en CICUS; presentaciones en los múltiples cines; ruedas de prensa en el NH Plaza de Armas; la foto del día junto al río (y en Plaza de Armas, los últimos días con tanta lluvia) en la que directores y equipos posaban con aires cómplices; por no hablar de los café con… un encuentro cercano a modo de entrevista y presentación con nombres de la industria mientras tú estabas allí, invitado a cafelito, para que tomaras buena nota de su exposición. ¡Ojalá las clases universitarias fueran así! La cuestión es que el viernes 14 amaneció con lluvia intensa y diagonal, fuimos atravesando la ciudad como bien pudimos y acabamos a la merced de las ruedas de prensa en el mencionado hotel, para publicitar declaraciones jugosas en nuestras propias redes sociales, a fin de darle bombo. Larzo y yo pensamos que eso es muy de banda, tener un foco potente de publicidad, independiente y salvaje, pero para crear el perfil necesitábamos un nombre común. Inspirados en la obra de Linklater, la corriente Nouvelle Vague, sopesamos ser la Vague Vague, porque según el diccionario, no sólo significa en francés ola, sino también vago o impreciso. Es que somos tal cual, ¿no? Así nació la VAGUE VAGUE. Tres seguidores en Instagram (nosotros mismos y Farruquito, no sabemos cómo ni por qué). Ahí publicitamos todo desde ahora.
Tras una mañana intensa al tecleo, naufragamos en Plaza de Armas, arriba bien arriba, en los populares cócteles que ofrece el festival para acreditados. Con esto de ser agentes de la industria cinematográfica, sea lo que sea eso, pues para dentro que fuimos. Allí miembros itinerantes y recurrentes de cada edición se reunían en corros mientras los majísimos camareros te riegan con vinos, cervezas y tapas de toda clase que vienen y van entre aquel laberinto de mesas altas. Fue allí cuando vimos que colocaron carteles de una película, algo poco usual, luego sabríamos por qué, a la que accedimos justo al arrancar la tarde allí mismo, en Odeón Cines: ARSA creador por MASBEDO, el dúo de artistas multimedia formado por Nicolò Massazza y Iacopo Bedogni, que estaban por allí en el cóctel, dado que habría una buena presentación previa y un coloquio tras la proyección. Pero ahí no quedaba la cosa, dado que vendría una ristra de sorpresas. Al acceder a sala nos dieron un folleto de la película en el que, más allá de la información que ya manejábamos por la web del festival, se indicaba que tras la película se nos invitaba a un nuevo cóctel y a una performance a cargo de los propios MASBEDO. Larzo y yo nos miramos con cara de lotería, por supuesto. En la calle tronaba, pero para nosotros estaba siendo un día de puta madre.
ARSA tiene una sinopsis que nos evocó mucha curiosidad, pues hace referencia a una chica joven que vive en una isla, la volcánica Stromboli, apartada del mundo, transformando la basura que devuelve el mar en esculturas arqueoplásticas, hasta que unos jóvenes llegan de vacaciones e invaden su espacio de invisibilidad. Y la clave la daban ellos en su folleto cuando decían «armar un relato sobre la soledad como fuerza creativa y la naturaleza extrema como escenario donde la introspección puede dar frutos». Tras la presentación arrancó la película y entramos de lleno a esa atmósfera que roza el mito frente al mar.
Comienza con una cámara móvil en un barco, en la mar, y luego con una chica, la propia Arsa, que duerme, en paz y ajena al mundo. Esta película te ofrece con rapidez cómo el tiempo se va a detener, se va a quedar varado fuera de la pantalla, de hecho, te presentan una imagen que será recurrente de un reloj roto que avanza el segundero y retrocede. Al margen de las horas, seguimos explorando con calma a esos personajes y, lo mejor, esa isla magnífica italiana, puro volcán que aduce a literaturas del viejo mundo. Reconozco que esta película me pareció especial por el mero hecho en que cada plano es bello; el tacto para cada secuencia transmite la emoción de una pintura, una fotografía evocadora que te pasea con dulzura por el argumento. Hay unos niños que juegan a leer el futuro, estudian la mano de Arsa y le auguran que irá «a sitios que no existen». Clara declaración sobre su poder imaginativo y su refugio en la introversión.
Me gustó ese personaje femenino, soberanamente independiente, que rehúsa el contacto con los demás, que se muestra conocedora de quién es y cómo le gusta vivir, aunque intuyamos que parte de un trauma, que conoceremos más adelante a modo de flashback lleno de símbolos (la escultura, el hilo rojo que le conecta al padre). Los personajes varones, especialmente los jóvenes, estudiantes de cine, tampoco caen en masculinidades típicas ya ultravistas en el cine, son otra generación, con más educación emocional, más respetuosos, aunque nada les libre del ansia de fiesta y descanso (serían perfectos para pertenecer a la VAGUE VAGUE). En el coloquio posterior se llegó a decir: «Una dimensión un poco Proust; ella ejerce una especie de arqueología, arqueplástico. Mira la basura como algo psicológico que puede entrar en su imaginación». También se subrayó que es una película «existencialmente ambientalista, con ese empleo de la basura que llega del mundo». Más allá de ello, aplaudió al músico presente y nos dispuso a la performance que tendría lugar a continuación, antes del nuevo cóctel.
Lo cierto es que la performance fue como una extensión de la música minimalista y abstracta que regó la película, dirigida por el músico cual dj, con una pantalla azul al fondo que iba mutando entre un rostro femenino y oleajes visuales. Me dio cierta cosa por el músico, porque había una distancia evidente entre su posición en el escenario y donde nos congregábamos todos, pero una vez finalizó su actuación, se aplaudió con generosidad, acortando distancias, y llegó el cava de celebración. Ahí pudimos hablar mucho más con el equipo de Staff contratado por el festival, profesionales sin duda, pero me gustó que fuesen sencillos, amables a la conversación, dispuestos a la broma y, por qué no decirlo, a la copita de turno. Ya estábamos en el descuento, eran horas extras. No pude quedarme hasta el final, decidimos seguir descubriendo el cine de ese día, por lo que salimos en mitad de la noche lluviosa para llegar al Teatro Alameda, otro de los grandes focos de la ciudad en estas semanas de cine. Allí proyectarían LA CASA EN EL ÁRBOL de Luis Calderón.
Siendo sinceros, se lo dije a Luco, a mí esta película me llamó por la participación de la Mala Rodríguez, dado que soy fan de su música y quería saber qué había hecho en esta obra. Luego descubrí que era cine incursionado «en el slasher y el home invasion», como dice su sinopsis, es decir, una película de miedo en la que un asesino va a venir a tu casa a matar a todos. Bueno, me pareció una forma original de cerrar el día, así que aguardamos que abriesen las puertas del teatro y, con muchísimo aforo, allá que fuimos.
Voy a ser directo, creo que para estas cosas es mejor quitar la tirita de un gesto rápido: La película es malísima. Lo hablamos (durante la proyección) Larzo y yo, y estamos en el mismo punto. Falla los tempos del montaje, el arranque es muy forzado con esa especie de flashback, hay muchas goteras en el guion del tipo «esto pasa porque sí», y lo peor, lo que más me duele en una película, es que seas capaz desde la primera media hora de adivinar el mecanismo y final de la obra. No tendré el mal gusto de exponerlo aquí, por supuesto. Pero era evidente, y de verdad que me dio coraje. El asesino me recordó (¿homenaje?) al asesino de Los Cronocrímenes, pero con un comportamiento errático; las actuaciones del resto del reparto están en la justa medida, pero saturan a base de repetición. Por cierto, mi gozo en un pozo, casi no sale mi querida Mala Rodríguez. Y luego ese final del final… totalmente accesorio (la película se sostiene sin esa secuencia porque no estaba bien reflejado en el guion) y me pareció un intento de barrer aplausos inclusivos por una noble causa (que por desgracia no está bien conectada a la historia). Me da mucho apuro, especialmente viendo que subieron casi todos a presentar la película, llenos de emoción, pero mirabas al público y no éramos los únicos que estaban resoplando o mirando el móvil con disimulo porque había momentos de aburrimiento durante la proyección.
Fue fuerte el contraste con Arsa, la verdad. Siendo películas que básicamente se desarrollan en un solo espacio casi todo el tiempo, no han sabido aprovecharlos bien para esta obra de terror psicológico. Nos largamos en cuanto salieron los créditos, a veces ocurre esto en los festivales, lo tenemos asumido; uno se la juega, apuesta por cosas desde una sinopsis o un nombre conocido, y a veces sale bien, y otras no tanto. Es parte del juego. Al menos cuando salimos no estaba lloviendo, y eso ya se sintió con un justo empate.
15 de noviembre de 2025
El último día quise aprovechar desde la mañana, pero viviendo lejos y teniendo la ciudad cortada por las fuertes lluvias que inundaban por todas partes, lo más temprano a lo que llegué fue a ver la cara de felicidad (y somnolencia) de los compañeros de prensa que salían de ver alguna proyección. Uno de ellos, me mostró más para alimentar la envidia que el decoro profesional que en estos días había estado con el auténtico Oscar que le otorgaron a FLOW, película de animación que estuvo en este mismo festival y que siempre recomiendo a todo el mundo. Tenía que hacer tiempo hasta que Larzo llegase y nos metiésemos en otra película, por lo que me fui con los de prensa al cóctel del día, porque… ¿para qué perder las buenas costumbres?
A las 17:15h en pleno MK2 CINESUR Nervión comenzó DOSSIER 137 del director Dóminik Moll, un thriller policiaco inspirados en hechos reales durante las protestas de los chalecos amarillos en París en 2018. Tiene un argumento muy tenso: Una agente de asuntos internos, cuya misión es vigilar que los policías no hagan abusos y respeten las normas en el desarrollo de su trabajo, aprecia que durante esas manifestaciones se delegó parte del control a grupos que no estaban perfectamente disciplinados y se produjo una lesión muy grave en un adolescente que fue a manifestarse pacíficamente con toda su familia. Como se menciona en la sinopsis, «la narración va desvelando la violencia y la hipocresía sistémicas, junto a la compleja situación de quien ha de delatarlas desde dentro». Una interpretación excelente por parte de Léa Drucker, que conmueve en el frágil equilibrio que supone un trabajo así, en busca de la verdad, aunque sea contra los tuyos. Ya confieso que fueron 115 minutos que se nos pasó volando y creo que tiene una visión (y final) bastante realista.
A la salida nos encontramos con más agentes de este festival, fotógrafos, prensa, staff y quisimos darnos una vuelta, grabarles sobre sus valoraciones del festival, que nos dieran un punto de vista global, coral y completo desde dentro. Ya digo que están contentos, que este año se ha visto más músculo respecto al anterior, y eso es gracias al gran equipo interno que ha sacado adelante esta 22ª edición. También comentamos el palmarés anunciado esa mañana en un acto de la Fundación Tres Culturas (Giraldillo de Oro para WE BELIEVE YOU). La amargura es la tormenta que arrecía ahí fuera, como cierre del festival, pero el amplio público seguía llegando y poco les importó que el viento tumbase las barreras para formar las colas o que los paraguas quisiesen volar hasta el estadio del Sevilla F.C; ellos venían a ver cine, y todo el mundo encantadísimo.
Para cerrar el festival, allí en Nervión, nos metimos a ver VITRIVAL una comedia con poso dramático de Noëlle Bastin y Baptiste Bogaert. Me gustó mucho el aterrizaje suave del festival en esta película, porque se trataba de exponer como se vive en un pueblo muy tranquilo de Bélgica (muy belga todo, veremos continuamente referencias a las patatas fritas, gofres, mejillones o incluso figuras de Tintin en la consulta del doctor), en el que dos policías, primos a su vez, se encargan de controlar esa zona en la que básicamente no suele ocurrir nada (¡qué curioso que las películas de esta última jornada fuesen siempre en torno a la policía!). Sus misiones, por lo que vemos, es saludar a todos los del pueblo, que por una parte u otra son casi todos familia, pero que de repente se ven ante la tesitura de enfrentarse a un enemigo invisible: comienza una oleada de suicidios. Y es lo extraño, porque en ese pueblo se vive bien, tranquilo, lo cual los lleva a pensar que puede que esa misma quietud es la que seca las ganas de seguir adelante.
Una historia llena de personajes secundarios icónicos, como la chica que no para de tocar el tambor porque no la dejan formar parte de la banda de música o el padre con tendencias pirómanas en su propio jardín, al que no se atreven a multar (por ser su padre) pero que desobedece casi por principios. La idiosincrasia de los personajes te lleva a coger cariño a esa convivencia, más cuando el vandalismo que azota la ciudad (su segundo gran problema) son grafitis amarillos de penes por sitios inapropiados como la puerta de la iglesia o en las señales de tráfico. ¡Hasta se forma un comando mercenario por jubilados para vigilar las calles de noche!
Y con este humor amigo, con este confort vecinal, dejando la lluvia lejos, muy lejos de estas paredes del cine, cerramos esta 22º edición, desde nuestras butacas, como banda VAGUE VAGUE, recostados en una sonrisa, con las gafas de sol puestas en la oscuridad de la sala, y recordando esa frase de esta última proyección que repetían «aquí se vive bien, no hay razón para quejarse». Sea este nuestro lema como cinéfilos de Sevilla. Por muchos años más de SEFF.
