El hombre ilustrado de Ray Bradbury es una compilación de dieciocho cuentos unidos. El personaje principal «El Hombre Ilustrado» un vagabundo con el cuerpo repleto de tatuajes a quien el editor del libro, que se mantiene en el anonimato, conoce. Los tatuajes, que en teoría fueron realizados por una mujer viajera en el tiempo, cobran vida y desarrollan cada uno una historia diferente.
Diecisiete de estos relatos ya habían sido publicados previamente por Ray Bradbury. El hombre ilustrado fue nominado para el Premio Internacional de Fantasía en 1952.
Ray Bradbury nació un veintidós de agosto de 1920 en Waukegan, una ciudad de Illinois en Estados Unidos. Por razones económicas, se mudó con su familia varias veces hasta que se establece finalmente en Los Ángeles, California en 1934. Como la economía escaseaba no pudo estudiar en la universidad. Fue a partir de ahí se convierte en ávido lector y en escritor aficionado.
Bradbury se ganaba la vida vendiendo periódicos y decidió formarse de manera autodidacta, así que se pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca leyendo libros. En esa época empezó a escribir sus primeros cuentos, en una máquina de escribir. Algunos de ellos se conservan en la antología Dark Carnival de 1947. Bradbury ha escrito más de treinta libros, y ha trabajado en el mundo del cine, el teatro y la televisión.
En 1989 fue nombrado Gran Maestro de la SFWA, la asociación de autores de ciencia ficción norteamericanos y, en 1999, fue incluido en el SF Hall of Fame del Museum of Pop Culture.
Su forma de escritura plagada de metáforas y símbolos, así como sus alusiones a textos bíblicos y de otras religiones, nos obliga a reflexionar. Su visión fatalista del mundo, produce en el lector un desasosiego metafísico, pues Bradbury estaba convencido que el destino de la humanidad es «recorrer espacios infinitos, y padecer sufrimientos agobiadores, para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad».
Ray Bradbury se definía a sí mismo no como un autor científico, sino como un autor sentimental. Todo ello conlleva a que sus libros tengan una densidad que no tengan otros autores de género, una de las razones por las que era considerado el poeta de la ciencia ficción.
Las historias vivas de El hombre ilustrado
El hombre ilustrado es un vagabundo con el cuerpo lleno de tatuajes que cobran vida y desarrollan una historia diferente. Por la noche, cuando el hombre ilustrado duerme, los tatuajes tiemblan y empiezan a contar su historia.
En el tatuaje de La pradera nos encontramos a unos padres que utilizan un cuarto de juegos artificial para entretener a sus niños. Los niños escogen como destino de ese juego virtual la depredadora África.
En Calidoscopio nos cuenta como un grupo de astronautas quedan varados en el espacio exterior por un mal funcionamiento de su nave, la historia nos muestra las reflexiones finales de los protagonistas.
En El otro pie nos encontramos con que Marte ha sido colonizado exclusivamente por negros. Cuando se dan cuenta de que un cohete está viniendo de la Tierra con viajeros blancos, instituyen un sistema inverso al de Jim Crow de segregación racial, en el cual la gente blanca deba ser considerada como ciudadanos de segunda clase
En el cuento El hombre, un grupo de exploradores del espacio aterriza en un planeta para descubrir que la población vive en un estado permanente de felicidad. Tras una investigación descubren que un visitante misterioso vino a ellos. La descripción adicional conduce a dos astronautas a creer que este hombre es Jesús. Mientras que un grupo de sacerdotes son los protagonistas de Globos de fuego, que deciden ir a Marte como misioneros y descubren que los nativos son entidades de energía pura.
El hombre ilustrado y la Tecnología vs. humanidad
Ray Bradbury odiaba las tecnologías y las pantallas. El conflicto entre la frialdad de la tecnología y los sentimientos de la humanidad es un tema común en este libro de relatos.
Si bien en El hombre ilustrado la intención del autor no fuera ser un profeta, sí dibujó bien el peligro de un progreso tecnológico peligroso, que se podría volver en contra de la humanidad. Nos hace reflexionar sobre la pérdida de la conexión con la naturaleza para conectar con algo tan frío como las máquinas, que reemplazamos, a su vez, por la comunicación entre nosotros.
Ray Bradbury estaba en contra de la televisión que empezaba por aquel entonces. No le habría gustado ver que la guerra la estaban ganando las pantallas. La era de la tecnología y las circunstancias actuales nos vuelven más distantes y fríos. Es momento de pararse a reflexionar y volver a conectar con la naturaleza, la cual nos devuelve esta humanidad.
Este texto de el primer relato La pradera, muestra parte de la problemática que plantea el autor:
«—George, me gustaría que mirases el cuarto de los niños.
—¿Qué pasa?
—No sé.
—¿Entonces?
—Sólo quiero que mires, nada más, o que llames a un psiquiatra.
—¿Qué puede hacer un psiquiatra en el cuarto de los niños?
—Lo sabes muy bien.
La mujer se detuvo en medio de la cocina y observó la estufa, que se cantaba así misma, preparando una cena para cuatro.
—Algo ha cambiado en el cuarto de los niños —dijo.
—Bueno, vamos a ver.
Descendieron al vestíbulo de la casa de la Vida Feliz, la casa a prueba de ruidos que les había costado treinta mil dólares, la casa que los vestía, los alimentaba, los acunaba de noche, y jugaba y cantaba, y era buena con ellos. El ruido de los pasos hizo funcionar un oculto dispositivo y la luz se encendió en el cuarto de los juegos, aún antes que llegaran a él. De un modo similar, ante ellos, detrás, las luces fueron encendiéndose y apagándose, automáticamente, suavemente, a lo largo del vestíbulo.»
Creo firmemente que todavía estamos a tiempo de encontrar un equilibro entre este progreso imparable y la conexión con nuestras raíces. Leyendo El hombre ilustrado no solo disfrutará el lector de buenas historias de fantasía, sino que reflexionará sobre temas universales de máxima actualidad. Sin duda, el mejor homenaje que podemos darle a Ray Bradbury en el centenario de su nacimiento, es leer sus libros y mantener vivo su legado.
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¡Qué cuentazos los de este libro! Verdaderamente de acuerdo en que Bradbury nunca fue un autor de ciencia ficción, sino un escritor de historias sentimentales situadas en otros planetas.
Para mí, al menos, leer estos cuentos y las Crónicas Marcianas fue la revelación: descubrir que la anécdota da lo mismo, y que un cuento de vampiros, de marcianos, de señoras de la campiña inglesa, de vaqueros o de poetas bohemios puede ser igualmente verdadero, en la medida en que hable de nuestro propio corazón.
Gracias Carlos, la verdad que era el poeta de la ciencia ficción, y que menos que recordar y releer sus libros en el centenario. Defines bien la esencia de Bradbury 😊