El don de la siesta. Notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo bien podría tratarse de un manual de estilo del «buen siestero». Es además de un tratado de costumbres, donde se pueden apreciar formas de vida que se están perdiendo de la propia huerta murciana. Hernández ha formado o sigue formando en sus recuerdos de ese paisaje de calor infernal.
Escribió Benedetti en su poema Ay del sueño: «ahora que estoy insomne/como un sagrado/y permanezco/quiero morir de siesta». Tal vez todos alguna vez, hemos querido «morir de siesta». De pequeño yo veía la siesta como la muerte. Esa sensación de pérdida de tiempo que fui curando con los años. Hoy no soy nadie sin una buena siesta de pijama, padrenuestro y orinal como decía Camilo José Cela. La siesta es una tradición ancestral que nos ayuda a afrontar la otra mitad del día.
El don de la siesta. Notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo de Miguel Ángel Hernández editado por Anagrama en su colección Nuevos cuadernos, no es solo un breve ensayo sobre el placer prohibido de la siesta, es además, un acercamiento al espacio que la habita y al tiempo que la ocupa.
La siesta es, por así decirlo, un hecho casi vergonzoso el reconocer que disfrutas de ella. En los tiempos que corremos, reconocer que necesitas un descanso para seguir produciendo, se toma como una ofensa o como una burla. Los que necesitamos descansar somos más o menos que blanditos. Gentes que no aguantan la dureza de la fábrica o del campo.
Miguel Ángel Hernández, nos hace un recorrido por la siesta utilizando su propia experiencia. Como teórico del arte contemporáneo, nos sitúa en la historia del sueño en el arte y de cómo sirve para fundirlo con la propia muerte. El don de la siesta no es un ensayo al uso, son como las notas acerca al recorrido histórico, sociológico, antropológico y filosófico del significado de la siesta. De la época romana, hasta nuestros días, Miguel Ángel Hernández nos va llevando entre sus miedos y un poco entre justificaciones por ese amor que comparto por la siesta.
Muchos somos los que practicamos este noble arte y lo ocultamos ante las miradas inquisidoras. Yo de pequeño, como Miguel Ángel, odiaba esas siestas de verano donde nadie salía a la calle. Mi abuela me hablaba de un hombre en camisón que a los niños lleva. A mí aquello me invitaba a salir más a la calle. ¿Qué clase de personaje llevaría camisón en pleno Agosto?
La siesta o «Yoga español» se está poniendo de moda entre los cool o chics mundiales. Este placer se está convirtiendo en algo necesario en empresas como Google u otras multinacionales. Se han dado cuenta que la siesta aumenta la productividad, el milagro perezoso español. Hernández nos conduce con maestría por ese mundo del arte de la pereza o arte de la quietud. Sabe revestir de historia, de teoría, un noble arte que debería ser patrimonio de la humanidad.
El don de la siesta. Notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo bien podría tratarse de un manual de estilo del «buen siestero». Es además de un tratado de costumbres, donde se pueden apreciar formas de vida que se están perdiendo de la propia huerta murciana. Hernández ha formado o sigue formando en sus recuerdos de ese paisaje de calor infernal. La siesta ha servido y sirve para guarecerse de ese calor plomizo, casi insultante.
Tal vez sea la excusa que ponemos los del sur, pero a ver quién es el valiente que sale a las tres de la tarde a cuarenta grados a la sombra. A muchos que se burlan les daría yo un verano en Murcia, creo que no aguantarían. Hernández con la honestidad que le caracteriza, nos embarca en un viaje, donde el soñar es el fin y donde la siesta es el medio. ¡Que vivan las siestas de pijama, padrenuestro y orinal! ¡Vivan!
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