Un libro Cosas que vienen y van bello en su fondo y en su forma, de apariencia artesanal, dotado de una belleza sublime con una originalidad tanto en el trazo, aparentemente infantil, como en sus tonos de colores vivos, intensos, y esa mágica hoja de papel vegetal (la tirita). (COMBEL)
Las tiritas van y vienen, y vienen y van, como las cosas prescindibles o temporales de la vida. No obstante sí que hay algo eterno e imprescindible que no necesita de esparadrapo alguno.
Las tiritas que nos ponían en la infancia, adolescencia y juventud y que, aún hoy, nos ponemos a diario porque sabemos que en la vida hay cosas que van a pasar y no quedarán más que como una anécdota puntual.
De esa clase de tirita nos habla el maravilloso libro de Beatrice Alemagna, Cosas que vienen y van (Combel Editorial), la metáfora de lo efímero que no importa más que cuando sucede como acto diario pero que no dejará más poso que, precisamente, el diario del paso del tiempo.
Un libro bello en su fondo y en su forma, de apariencia artesanal, dotado de una belleza sublime con una originalidad tanto en el trazo, aparentemente infantil, como en sus tonos de colores vivos, intensos, y esa mágica hoja de papel vegetal (la tirita) que no es más que la transformación de lo importante en el acto pero que, al pasarla, queda en lo que, al fin, el viento se llevó.
El amplio abanico que abarca la temática es otro de sus tesoros escondidos, pasa de los sentimientos, a la naturaleza, a los accidentes y quehaceres domésticos, habla hasta de los piojos que se van por suerte. Toca aspectos comunes, cotidianos, triviales salvo para el instante en el que se suceden.
Finalista del premio Andersen 2020 en la categoría Mejor libro hecho con arte, Cosas que viene y van está recomendado a partir de los cinco años hasta cuando se quiera y se pueda porque la brevedad de su texto lo hace todavía más infinito en lo que habitará en nuestro interior porque remueve, de algún modo, sonrisa mediante, recuerdos que no se llevan al presente pero que no está mal revivir de cuando en cuando. Y la magia de este libro ilustrado lo consigue de algún modo.
El efecto del papel vegetal que se lleva tanto un sueño, como una pequeña herida, como el sonido de la música, como las pompas de jabón, los pensamientos oscuros, las lágrimas, el humo de una taza, la lluvia, el miedo, las hojas en otoño, el pelo, los dientes de leche, el polvo que se barre y siempre vuelve. Todo se va de un modo tan sencillo como el paso de una hoja.
Una especie de árbol genealógico de todo lo que, en algún momento de la historia de nuestras vidas, sucedió pero que no constituyen más que eso, recuerdos en la esquina del cajón de sastre de los recuerdos vividos con fecha de caducidad.
Pero el amor, el amor incondicional, el amor de madre y padre como el verdadero sentido del infinito, del infinito de un sentimiento que no entiende, porque no necesita, de tiritas, de esparadrapos, de vendas y que con tan solo un beso, una mirada, un abrazo, un mínimo gesto representa el amor verdadero.
De eso va este Cosas que vienen y van, de algo tan natural como que la vida pasa con sus días y sus noches pero que el amor de una madre o de un padre no es necesario recordar porque, de un modo u otro, tan solo se recuerda lo que se puede llegar a olvidar. Como dice el cuento “En la vida hay muchas cosas que vienen y van, se transforman, quedan atrás. Todas menos una.”
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