Escribo microrrelatos desde mi pleistoceno vital, es decir, desde que en el colegio descubrí (o me descubrieron) textos breves como El patrañuelo de Juan de Timoneda o La ofrenda lirica de Rabindranath Tagore. De manera que puedo decir, a modo de justificación vocacional, que cuando en mí se despertó la pasión por la escritura, el microrrelato, como el dinosaurio de Monterroso, ya estaba allí.
Puede también que mi percepción sobre el paso del tiempo, en general, y sobre la brevedad de la vida, en particular, hayan influido, literariamente hablando, en mi forma de expresarme. Puede que esa sea otra de las razones por las cuales escribo textos cortos, porque no encuentro nada más eficaz ni efectivo que permita contar mucho y muy variado en poco tiempo.
Cuando alguien me pide que le explique ¿qué es exactamente un microrrelato? me hago el Bartleby y le respondo eso de «preferiría no hacerlo». Y trato de no hacerlo, porque, aunque no lo parezca, explicar lo que es un microrrelato no es tan sencillo, precisamente, porque a lo largo de la historia ni los propios microrrelatistas han sido capaces de ponerse de acuerdo en su definición.
Para empezar, ni siquiera coinciden en la forma de nombrarlo, de hecho, en el campo de la literatura de la brevedad hay un buen montón de ejemplos que, como hace notar en Breve manual para reconocer mini cuentos la escritora venezolana, Violeta Rojo (nombre que por sí solo se presta a la escritura de un micro sobre el daltonismo), no dejan de ser intentos taxonómicos frustrados de nombrarlos: Arte conciso, brevicuento, cuento brevísimo, ficción súbita, microcuento, microficción, relato microscópico, texto ultracorto, o textículo (este último, como observareis, muy quevediano).
A mí personalmente me gusta el termino microrrelatos y, en principio, más que tener claro lo que es, tengo mucho más claro lo que no es. Un micro no es un cuento al que le has ido podando frases o palabras como si fuera un texto bonsái para reducirlo al máximo. Un micro no es el resultado de la jibarización de un texto más extenso. Un microrrelato cabe en un metro (a veces en un centímetro) pero para su re-creación hay que recorrer varios kilómetros.
Un microrrelato tiene autonomía propia y una estructura perfectamente definida, eso sí, al ser breve (entre una y doscientas palabras) ha de tener una serie de características concretas y hay que ceñirse a una serie de reglas «no escritas». Hay más, pero yo voy a «escribir» solo seis que, aunque básicas, considero de gran importancia. Por si un buen día te decides a contar cosas o casos a través de este género.
Las 6 claves para escribir microrrelatos
1.- Breves ejercicios de ritmo.
Lo primero, recuerda que este tipo de textos breves deben ser un ejercicio de ritmo. Esto es fundamental.
Renacer
Aunque dicen que papá falleció a causa de una insuficiencia cardiaca, todos sabemos que en realidad murió de amor; y no precisamente hoy, como dice la esquela del periódico.
Mi padre pasó los últimos años de su vida escribiendo sobre el dolor de la usencia mientras rememoraba los tiempos felices al lado de mi madre.
Cuando mamá murió, hace ahora tres años, él simplemente dejó de vivir. Hasta hoy, que ha renacido para reencontrarse con ella. #JavierViraje
2.- Para lectores inteligentes
Los microrrelatos deben ante todo sugerir, no contar. No dudes en emplear la elipsis. Se trata de obviar cosas que el lector ha de saber interpretar. Y no dudes que lo hará. Los lectores de microrrelatos son lectores inteligentes.
La herida
Ya no sangra. Suturada la huida, aceptó soledad como animal de compañía. @viraje
3.- Sin divagaciones
La descripción de los hechos o de los personajes no puede ser minuciosa. Recuerda que en los microrrelatos no hay tiempo para las divagaciones…
Lo que Dios ha unido…
En el despacho del abogado malas caras, alguna que otra lagrimilla y muchos reproches. Al final, resolvieron todo de común desacuerdo. #JavierViraje
4.- Que no sobren ni falten
Utiliza TODAS las palabras necesarias y ninguna de las innecesarias. En un microrrelato no puede faltar ni sobrar NADA, es como un pequeño mueble de Ikea hecho de literatura.
El secreto
A los indios Marabashi les ha sido transmitido a través de anteriores generaciones, y desde hace milenios, el secreto de todos los secretos: Cómo guardarlos. #JavierViraje
5.- La clave puede ser el título
El título es muy importante. A veces será la clave de la historia, otras, la brújula que oriente al lector.
Déjà vu
Estaba en lo alto del puente. Amenazó con atar una piedra al extremo de la cuerda, anudársela al cuello y a continuación tirarse al río. Había saltado ya en otras ocasiones, por eso nadie se inmutó. Al fin y al cabo, todos sabían que era tan solo la cuarta vez que aquel gato depresivo intentaba acabar con su vida. #JavierViraje
6.- Creer lo increible
No necesitas decir la verdad, pero sí ser verosímil. Frank Kafka, en “La metamorfosis”, nos hizo creer en lo increíble. Yo recuerdo haber leído esa historia absolutamente convencido de que Gregorio Samsa se transformaba en un repelente insecto.
La alarma
Al atravesar la puerta de salida, pude comprobar el sofisticado sistema de seguridad que aquellos Grandes Almacenes tenían instalado.
El guarda jurado, tras un minucioso registro a través de todos los recovecos de mí cuerpo, logró encontrar y posteriormente arrebatarme la nota manuscrita donde yo, con mucha paciencia, había copiado el poema de aquel libro que estaba en la estantería.
Finalmente me dejaron marchar.
Esta vez, al salir, la alarma no sonó. #JavierViraje
Y para acabar, algo muy importante. Si quieres escribir microrrelatos, no te canses de leer a los grandes microrrelatistas: JJ. Arreola, Ana Mª Shua, David Lagmanovich, Isabel González, Lauro Zavala… Esto es como los test que hacías para aprobar el carnet de conducir. Cuando hayas leído cientos de microrrelatos, preséntate al examen de microrrelatista porque apruebas, seguro. A partir de ahí, pasas a ser el conductor de los tuyos. Sé valiente (a la hora de escribirlos), se prudente (a la hora de publicarlos).
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Mi profesor de literatura me pidió un resumen del soneto Lillo bello. Conseguí reducirlo a quince hojas doble cara.