Consuelo de Saint-Exupéry, la viuda de Antoine de Saint-Exupéry, confiesa en su libro Memorias de la rosa la siguiente cita: «Más tarde, supe que la flor era yo, una flor muy orgullosa, como dice en El principito».
Siempre se dice que hay que separar al autor de su obra, y normalmente procuro hacerlo así, pero en este caso, como lectora de El principito, no puedo ver el cuento del aviador francés de la misma manera. Mucho se ha escrito sobre la interpretación de lo que la rosa le enseñó al principito, y para mí, la clave está en Memorias de la rosa. Aunque no es una enseñanza tan idealizada como casi todas las interpretaciones que leo, por no decir todas, sobre esta cuestión.
Pongámonos en situación, el 31 de julio de 1944 Antoine de Saint-Exupéry fue destinado a una misión de reconocimiento fotográfico del frente alemán en Córcega; su avión desapareció y Antoine no volvió a dar señales de vida.
Su viuda Consuelo, escribió dos años después de su desaparición Memorias de la rosa, pero no salió a la luz en vida de su autora. Ella muere de un ataque de asma en 1979 sin saber que fue de su Tonio, como ella lo llamaba.
En 1998, un pescador encontró, cerca de Marsella, una pulsera de plata donde estaban grabados los nombres de Antoine y Consuelo.
En el año 2000 se encontraron, en ese mismo lugar, los restos del avión del último vuelo de Antoine de Saint Exupéry. En ese mismo año se publicó Memorias de la rosa. La edición de editorial Espinas, responsable de que tengamos esta obra en España, incluye en el libro unas palabras del heredero universal de Consuelo, sobre los motivos que le llevan a publicar sus memorias:
«He dudado mucho antes de tomar la decisión de revelar la existencia de este manuscrito.
En el vigésimo aniversario de la desaparición de Consuelo y del centenario del nacimiento de su marido, Antoine de Saint-Exupéry, he pensado que ha llegado el momento de rendirle homenaje y devolverla al lugar exacto que había tenido siempre al lado de quien escribió y haber edificado su vida sobre ese amor.
José Martínez-Fructuoso
Heredero Universal de Consuelo de Saint-Exupéry.»
Memorias de la rosa nos traslada al universo de El principito, el libro francés más leído y traducido de todos los tiempos. Una de las voces de esa obra quiso contarnos su historia. La rosa del cuento, Consuelo, nos describe el mosaico de su vida al lado del reconocido autor.
La narración atraviesa a Antoine de Saint-Exupéry como esposo, piloto y escritor, a quien presenta como un hombre ambicioso, ávido de aventuras, un Caballero Volante, un escritor frustrado y un genio devorado por el personaje que forjará su fama. Consuelo, que consideraba los textos de «su Tonio» creaciones conjuntas, será apartada injustamente del relato.
Editorial Espinas se declara como editorial feminista que publica libros de escritoras olvidadas por su condición de mujer. Editorial Espinas saca del olvido a Consuelo de Saint-Exupéry y la devuelve al lugar del que nunca debieron de apartarla.
Su prologuista, Pamela Palenciano, autora del monólogo No solo duelen los golpes representa mejor que nadie a Consuelo y la labor de la editorial rescatando voces femeninas silenciadas.
Pamela cuenta en el prólogo de Memorias de la rosa que en su monólogo «trata de visibilizar que las violencias no son solo los golpes. Y, es por ello, que la espera —la eterna espera— es una forma de violencia. Casi una forma de tortura». Y es que la misma Consuelo define así la eterna espera que vive con su marido «solo la muerte podía librarme de la ansiedad de la espera».
Confirma Pamela «un indicador incuestionable es cuando una desea la muerte —en este tipo de situaciones— sin saber que, en realidad, ya está muerta en vida. En estas páginas vemos a la mujer, detrás de la figura de Exupéry; consumida, perdida por las idas y venidas de su marido.»
Y es que Consuelo, o lo que es lo mismo, la rosa de El principito, es una flor, inmovilizada por sus raíces, ha de quedarse quieta, esperando. Pero ¿qué suponen esas esperas en la vida de una mujer apasionada, inquieta y con anhelos? Un tormento. Un dolor lacerante que marcará su vida como una condena inevitable. Estas memorias contienen el grito honesto y desesperado de una autora condenada al olvido; la otra cara de la moneda representada en esa flor que también debía esperar el regreso de su príncipe.
Las memorias de Consuelo contienen la historia de alguien que amó y vivió apasionadamente una relación que le causaría terribles pesares. Y es el testimonio de una mujer que vio sus capacidades artísticas diluirse en pro de las del hombre con quien compartía su vida.
Los pétalos de esa rosa cayeron hace tiempo. Aquí están sus espinas.
Recomiendo Memorias de la rosa a los lectores que no miran para otro lado, que no silencian a ninguna voz en pos de otra voz idealizada, cuya obra no sería igual, en este caso, sin Consuelo. No se trata de censurar, ni mucho menos, el libro francés de todos los tiempos, sino de darle una reinterpretación más justa para Consuelo.
Consuelo de Saint-Exupéry (Armenia, El Salvador; 10 de abril de 1901 – Grasse, Francia; 28 de mayo de 1979) fue una escritora, pintora y escultora de origen salvadoreño que ha pasado a la historia como «la mujer que inspiró al autor de El principito».
Sus memorias, publicadas en Francia a principios de este siglo de forma póstuma, motivaron una honda conmoción en Francia al relatar la verdad de su matrimonio con Antoine de Saint-Exupéry. El aviador y escritor era considerado un héroe por el que los franceses sentían una devoción inquebrantable; por eso, Consuelo desapareció de las menciones sobre el autor, se silenció su obra y acabó borrada de la Historia.
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