Pocos tienen la capacidad de lograr contar lo que a todos nos retumba en el pecho. Este era el caso de Giuseppe Verdi, pero aún no lo sabía. Una frase leída al azar fue el detonante para que compusiera Nabucco, su primera gran ópera.
El origen de Nabucco
Era otoño en Milán, transcurría el año 1841 y Verdi había tomado la decisión de no volver a componer jamás. Su anterior producción, “Un giorno di regno” (Un día de reinado) había sido un fracaso y recientemente habían muerto su esposa y sus dos hijos.
Bartolomeo Merelli, empresario del Teatro Alla Scala de Milan, le insistió para que volviera a escribir. Luego de más negativas de parte del músico, logró darle uno de los libretos que tenía pendientes para que leyera. De mala gana, Verdi se lo llevó. En su casa, lo arrojó sobre la mesa resuelto a no prestarle atención. Al caer, el libro se abrió y sus ojos quedaron fijos en un verso específico de la página que tenía frente a él: “Va, pensiero, sull’ali dorate”. La traducción sería algo así como “Va, pensamiento, sobre alas doradas”. Es difícil traducir el grito que le da voz a quienes la necesitan. El libreto era Nabucco, y se convertiría en la primera gran ópera de Giuseppe Verdi.
Nabucco como espejo del espectador
Nabucco cuenta la historia del pueblo de Israel y su destierro a manos del Rey Nabucodonosor en el año 587 A.C. Muestra la opresión y persecución de los babilonios hacia un pueblo que clama la libertad y defiende su identidad. Al mismo tiempo que Verdi compuso la música para esta historia, Italia padecía una situación similar al verse invadida por el Imperio Austriaco. Así, lo que vivió el pueblo de Israel sometido al yugo de Babilonia reflejaba al mismo tiempo el sufrimiento de los italianos en ese momento.
El coro como protagonista de Nabucco
Lo más notable en la ópera Nabucco no es el drama de los personajes individuales que atraviesan conflictos entre padre e hija, entre hermanas y entre amantes. El protagonista indiscutible es el coro: el pueblo. Todas las intervenciones corales de esta obra transmiten esa idea, pero donde mejor se evidencia es en el segundo cuadro del tercer acto. El número comienza con la misma frase que motivó a Verdi a seguir componiendo: “Va, pensiero” (Va, pensamiento)
La escena está inspirada en el salmo 137, Super flumina Babylonis (Junto a los ríos de Babilonia), y canta la añoranza del pueblo judío por su patria tras la pérdida del primer Templo de Jerusalén. La introducción instrumental plantea el conflicto entre el dolor teñido de nostalgia que muestra la intervención de la flauta y la violenta entrada de la orquesta en fortissimo, que marca el presente opresivo de los babilónicos. Luego, como un susurro, comienza el lamento del coro. No hay solistas que se diferencien del grupo, es un personaje plural. El canto persevera y toma fuerza, las voces se apuntalan unas a otras formando ese conjunto indisoluble.
Va pensiero
La obra fue un éxito. Verdi se convirtió inmediatamente en símbolo del Risorgimento, el movimiento en favor de una nueva Italia. Su apellido aparecía escrito en las paredes como acrónimo de «Vittorio Emanuele Rè d´Italia» (Vittorio Emanuele rey de Italia) y “Va pensiero” fue el grito que hizo que los italianos forjaran su identidad contra el opresor.
Los personajes solistas de esta ópera muestran características humanas complejas e interesantes, desde el neurótico Nabucco hasta la obsesionada Abigaille. Sin embargo, el eje que sostiene la acción principal es el pueblo. Nadie sale ileso después de Nabucco. Siempre hay un momento en que el espectador se entera quién es. Somos eso en lo que Verdi nos ha convertido.
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