En cada uno de los relatos El amante imperfecto y otros relatos podemos encontrar prototipos distintos de amantes, tanto femeninos como masculinos, en los que quizá nos hagan sonreír, sonrojarnos o molestarnos. Al fin y al cabo la función de la literatura a lo largo de toda su historia es: conmover, asombrar, no dejar impasible al lector.
“Eres más raro de lo que pareces. Todos los seres humanos tenemos nuestras rarezas”, Haruki Murakami.
No es nada nuevo que cada uno de nosotros tengamos rarezas, imperfecciones, defectos… que no compartimos a la primera de cambio. Sin embargo, es ahí precisamente donde se encuentran los amantes imperfectos –dependiendo de las rarezas compartidas, habrá más pena que gloria, o más gloria que pena-, pero son precisamente esas rarezas las que unen o desunen.
La editorial Los libros del Mississippi, en su colección de narrativa “libretos”, ha publicado el último libro de Antonio Civantos –y primera incursión en el mundo de los relatos- quien lleva a sus espaldas diez libros publicados junto a más de dos mil artículos en distintos medios de prensa. Esta nueva obra del autor, El amante imperfecto y otros relatos, está compuesta por veintidós historias en las que el amor se entrelaza con las miserias personales de cada uno de los personajes que, en muchos casos, se ven arrastrados a un destino inesperado.
La forma de describir del autor nos sumerge en distintos mundos en los que las referencias a la música y al cine están presentes en todo momento, de ahí el gran acierto de la portada del libro –un fotograma de la película Bringing up baby (1938) en la que Gary Grant y Khatharine Hepburn comparten elegancia y rarezas-, qué bien elegida la portada por parte de la editorial Los libros del Mississippi, ¿por qué? Porque ilustra a la perfección lo que luego encontraremos en el interior y cómo servirá para entender cada una de las historias y sus motivos para ser amantes imperfectos, porque en las relaciones amorosas, como en la vida, cada uno lo hace lo mejor que puede. Por eso, cada una de sus decisiones los alejarán o acercarán a caminos desacertados -en los que las luces de unos se enfrentan a las sombras de otros en una simbiosis que dará lugar a finales inesperados-; o bien caminos acertados -en los que los personajes se verán colmados de felicidad-. Una fortuna mutabile que atrapará a los personajes en lugares distintos y que no descubriremos hasta el final de cada uno de los relatos.
En esta obra, nada ni nadie son lo que parecen en un principio; de ahí, que el lector pueda leer de una vez –e incluso de forma aleatoria- los relatos de este libro de estilo sencillo, directo, sin adornos cuya influencia parece atisbar ecos de Raymond Carver, John Fante, Charles Bokowski o John Lillo en la sobriedad estilística que usa Antonio Civantos a lo largo de los distintos relatos.
Nos podremos sumergir en distintos mundos narrados en unos casos por el protagonista o una tercera persona, en distintas ciudades, con distintos personajes pertenecientes a mundos urbanos en los que cada cual soluciona sus amores y desamores como puede, como sabe o como quiere.
En definitiva, distintos personajes de distintos ambientes discurren a lo largo de la obra y nos plantean cuáles son las disquisiciones morales de cada uno de ellos, qué es lo que los mueve y cuáles son sus pulsiones más ocultas: la obsesión, el deseo, la moralidad de cada uno de ellos se cuestionan a lo largo y ancho de la trama para ayudar al lector reflexionar a través de las vivencias de los personajes y sus actuaciones que unas veces serán modelos a seguir –las menos- y otras modelos a evitar –las más-.
En cada ciudad, en cada rincón el mundo podemos encontrar un amante imperfecto. Quizá muchos pudiéramos en algún momento sentirnos identificados o reconocidos en algún momento de nuestra vida –o en la de conocidos nuestros- alguna de las escenas del libro en las que cualquier cosa puede suceder.
¿Existe la perfección? Evidentemente no, por eso resulta tan reveladora una obra como esta, formada por una serie de relatos que muchas veces se acercan a lo policíaco, otras a la novela romántica; eso sí, siempre entremezclando ambos géneros. Ese es, precisamente, el encanto de El amante imperfecto y otros relatos: reconocer que todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido un amante imperfecto o hemos hecho de alguno de nuestros amoríos un relato que se acercaba más a la ciencia ficción de la realidad. La verosimilitud frente a lo inverosímil que puede ser a veces el mundo, la vida, el amor…
En cada uno de los relatos podemos encontrar prototipos distintos de amantes, tanto femeninos como masculinos, en los que quizá nos hagan sonreír, sonrojarnos o molestarnos. Al fin y al cabo la función de la literatura a lo largo de toda su historia es: conmover, asombrar, no dejar impasible al lector. Y esta obra, no lo hará, puesto que en cada uno de nosotros logrará remover algo, logrará hacernos reflexionar sobre lo que debemos, queremos y podemos en cuestiones amorosas o vitales.
Rosa Montero afirmaba en La ridícula idea de no volver a verte: “el amor consiste en encontrar a alguien con quien compartir nuestras rarezas”. De hecho, compartir rarezas es lo que une a los amantes –esos secretos compartidos y la complicidad que arroja momentos de luz en la oscuridad-, no solo en el cine o en la literatura; sino que estas pulsiones internas unen y desunen a las parejas en la vida real, porque si no puedes entender el mundo del otro, poco quedará por compartir.
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