El gato tragón es más que otra cosa una juguetona canción. El gato tragón es la adaptación de un cuento popular danés que nos narra la historia de un minino de hambre voraz que traga todo lo que le sale al paso. Un libro infantil con textos de Patacrúa e ilustraciones de Oliveiro Dumas (Kalandraka)
Sin modo ni medida el gato tragón se zampa una vieja con una olla de papas, un enano, un hombre y su burro, cinco pajarillos, siete niñas, una dama de blanco mantón y hasta un cura con sus reliquias porque, miau, remiáu y marramiáu, él lo vale.
Como si no hubiera un mañana para este gato, en esta adaptación de Patacrúa (seudónimo de la autora gallega Marisa Núñez) ilustrado por Oliveiro Dumas en base a la traducción de G.Tolentino para la editorial Kalandraka, nos encontramos una historia para leer, leer y releer en voz alta, su fuerte es la oralidad.
Recomendado para una edad a partir de los tres años, el disfrute de la repetición de la misma pregunta por los personajes que van apareciendo en la historia es lo que le confiere ese aire entre canción y adivinanza que tanto gusta a los niños y a las niñas.
Una repetición constante, «Gato, ¿por qué estás tan gordo?», el juego de las respuestas que se van sumando de manera acumulativa. La una se suma a la anterior, y la misma consecuencia gatuna «Y ahora que estoy aquí, te voy a comer a ti: ¡AAAMMM! También.», convierten este maravilloso cuento en un rato de juego pedagógico donde tanto las matemáticas como la memorización e incluso la anticipación proyectan un claro espíritu didáctico que da lugar a múltiples posibilidades en la misma lectura.
De claro corte clásico nos recuerda mucho al cuento de Caperucita Roja en cuanto a la estructura de las constantes preguntas y el modo de avanzar en la historia hasta un final un tanto parecido que no vamos a desvelar aquí para no hacer spoiler.
Atención especial requiere la ilustración que el autor Oliveiro Dumas concede a la historia, tocando de refilón la tendencia de emplear la técnica del collage con letra para recrear algo del fondo, son los detalles particularmente adultos los que llaman poderosamente la atención en unos dibujos “en teoría” para niños y niñas.
Una abuela fumando mientras hace las papas pero con un cenicero en el suelo donde hay otra colilla, tijeras, alfileres y la disección de una patata. Mientras que en una esquina hay un bote de Salcedol, que es un producto farmacéutico para aliviar el estreñimiento y problemas de acidez, justo en la esquina opuesta podemos ver un tubo de Crenilan que es otro producto de laboratorio farmacéutico destinado a combatir las diarreas, colitis e infecciones intestinales. Ambos medicamentos, muy propios para contextualizar la historia, aparecen en la dos primeras páginas como mensaje subliminal de que la cosa va de digestiones a gusto del consumidor.
Curioso es también el detalle de que la piel del gato va conformándose en modo creciente como un collage de instrucciones de otro medicamento que nunca termina de verse del todo pero que debe de ir en la misma línea digestiva.
Cuento que se adivina conforme pasan las hojas, al que se le intuye el final atendiendo a un personaje concreto y siempre echando mano de nuestro archivo cultural mental que enseguida reconoce los pasos a seguir. No deja de ser una delicia para el universo infantil tan encantado de escuchar este tipo de cuentos que son, insisto, para leer en voz alta.
P.D. Tan solo añadir que aquí se conjuga sabiamente aquello de mala hierba nunca muere con aquello de más vidas que un gato.
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