Más atípico que nunca, aunque con la esencia de siempre, vuelve Cosmopoética con un carácter renovado. El festival de poesía que se celebra cada año en Córdoba desafía las embestidas del presente con su decimoséptima edición. El «viaje al interior» del que nos habla el eslogan ha empezado por el flamenco. No podía ser de otra forma este año, en el que el país «invitado» era España, por exigencias del guion.
Hasta la ciudad más luminosa se parece al mundo en estos tiempos. Todo es insólito en esta edición de Cosmopoética. Los establecimientos de restauración cierran a las 6 de la tarde y, desde esa hora, el centro de Córdoba se oscurece al mismo tiempo que se viene abajo el cielo. Solo los comentarios entre el público tras el último acto de cada jornada sugieren un aliento frente al desasosiego general.
Ha tenido que ser uno de los festivales de poesía más importantes de Europa el que nos recuerde que la poesía resiste. Siempre resiste. En unos tiempos en los que prima la incertidumbre y la constante cancelación de actos culturales, Cosmopoética regresa al corazón de la ciudad para hacernos partícipes de su programa. Esta vez, con aforos mucho más reducidos, aunque ofreciendo la posibilidad de seguir todos los actos vía streaming.
Las restricciones y la inestabilidad de cada día abocaron al equipo a decidir que este año fuera España el país «invitado», después de unas cuantas ediciones abriendo la ciudad a multitud de propuestas poéticas extranjeras. Siguiendo con la heterodoxia que caracteriza al festival, la música vuelve a ser una disciplina clave en esta edición. Tratándose de nuestro país, debía ser el flamenco el que protagonizara el inicio de Cosmopoética 2020.
Las actuaciones de María José Llergo el día de la inauguración, sábado 28 de noviembre, y Rocío Márquez junto a Antonio Manuel el lunes 30, lideraron los primeros compases de la edición. Ambas propuestas resultan ser altamente disruptivas, teniendo en cuenta la importancia de la tradición flamenca en España. No obstante, la frescura y el talento han calado entre los primeros espectadores, que ven con buenos ojos esa sinergia entre música y poesía.
La presentación del poemario Daño (Utopía, 2020) ha sido el pretexto escogido por Rocío Márquez y Antonio Manuel para el espectáculo, estrenado en primicia para Cosmopoética. Los poemas del docente e investigador crecieron a través de la comunicación por Instagram con la cantaora, que se encargaba de proponer estilos y melodías que se adecuaran a los versos. Finalmente se desveló el misterio: un espectáculo compuesto por cuatro manifestaciones artísticas —cante, danza, baile y poesía— donde la pasión flamenca deambulaba por las sillas de enea que correspondían a cada uno de los intérpretes.
En efecto, el guitarrista Miguel Ángel Cortés y el bailaor Alejandro Rodríguez completaban el elenco de un show lleno de sutileza y verdad. Se recortaban las siluetas de las sillas flamencas cuando la danza hizo acto de presencia. De fondo, solo el silencio, aunque pronto se darían cita las demás disciplinas, con la poesía como epicentro de todo. Todas las posibles combinaciones hallaron correspondencia y los versos de Antonio Manuel permitieron el paso, por momentos, a clásicos de la poesía española como la «Elegía» a Ramón Sijé, de Miguel Hernández.
Aunque cada movimiento parecía desbordarlo todo, el autor del poemario reconoció en rueda de prensa que tanto el libro como el espectáculo siguen una estructura a propósito de los cantes. Mientras que en la primera parte, protagonizada por los palos más jondos, la seguiriya corresponde al primer impacto del dolor (uno de los temas más recurrentes de la poética flamenca), la soleá se referirá al duelo y el taranto tendrá que ver con la pena. Luego el acto irá creciendo hasta terminar por fiesta con Rocío Márquez cantando en solitario. Y las sillas, tumbadas sobre el escenario como un rey de ajedrez que se da por vencido en el tablero.
Irremediablemente, la secuencia final recordaba a las declaraciones de Antonio Manuel minutos antes del acto: «La seña de identidad del flamenco es la supervivencia». En esta línea reivindicó la cultura segura, recordando que «hay gente que solo come si canta o toca flamenco». Respecto al eterno conflicto de la renovación y la pureza, la cantaora anduvo lúcida para expresar que sentía el mismo miedo por el abandono de la tradición como que «perdamos de vista el sentido, al reproducirlo desde los mismos modelos».
El cóctel de tradición y vanguardia vuelve a ser la tónica en la programación de Cosmopoética. Si bien es cierto que es mucho lo vivido desde el sábado, con la conversación del poeta local Pablo García Casado con el polaco Adam Zagajewski, entre otras grandes citas, aún quedan numerosos platos fuertes hasta la clausura. Por ejemplo, Silvia Pérez Cruz, la flamante ganadora del Premio Loewe Aurora Luque, los talleres y las exposiciones diarias, etc. Cosmopoética se resiste al acongojo del Covid con cultura segura y ganas, muchas ganas, de poesía.
Puedes leer las crónicas de Jaime Cedillo sobre Cosmopoética 2020 en Revista 17 Musas.
