«Escrivivir significa “escribir + vivir”, esto es, vivir de manera que la escritura sea algo cotidiano.. Observar la vida. Significa, también, vivir la escritura como un entrenamiento vital, como meditación y reflexión. Nace cuando me doy cuenta de que no puedo estar viva y no escribir, cuando soy consciente de que respiro gracias a la escritura, de que vivo a través de ella.»
Rosario Curiel es una mujer polifacética que ama el arte en todas sus facetas. Una mujer empoderada que se nutre todo lo que puede y más de la cultura y la enseñanza. Novelista, dramaturga, compositora, la conocí literariamente por su novela La pasión según Karina Krunz, publicada por Grupo Tierra Trivium.
Su estilo barroco, y la riqueza y originalidad de la trama de la novela, me ha incitado a querer saber más de la polifacética autora. Espero que esta entrevista os ayude a descubrir a Rosario Curiel, quien merece sin lugar a dudas, llegar a lo más alto.
Sonia Yanez Calvo: ¿Quién es Rosario Curiel? ¿Cuáles son tus sueños y tus miedos?
Rosario Curiel: Soy una persona que se levanta siempre pensando qué puede aprender y agradeciendo el nuevo día que empieza.
Mis sueños son, básicamente, dedicar tanto tiempo como pueda a estar con mi familia y a leer y escribir. E intentar ser la mejor versión de mí misma.
Sueño con que mi hija, que se dedica a la música, pueda vivir dignamente de ello.
Mis miedos se resumirían en no poder vivir en armonía conmigo misma y con los que me rodean.
SYC: ¿Recuerdas cuál fue tu primera lectura?
RC: Recuerdo, además de leer cuentos troquelados a los tres años (aprendí a leer muy pronto), la lectura de Las aventuras de Simbad el Marino sobre los cinco o seis años. Además de muchos cómics, recuerdo también la lectura de Peonía de Pearl S. Buck a los siete años, La tía Tula de Unamuno a los ocho (sí, aunque parezca extraño) y El planeta de los simios, de Pierre Bouille, sobre los nueve.
SYC: ¿Cuándo decidiste que querías ser escritora?
RC: Recuerdo claramente que decidí ser escritora a los doce años, mientras leía Las flores del mal de Baudelaire y escribía poemas salvajes sobre el tiempo y la muerte.
SYC: ¿Un escritor nace o se hace?
RC: Siempre se hace. Siempre nos estamos haciendo (en este y en otros órdenes de la vida). Nos construimos a base de lecturas, de vivir lo que nos toca con una mirada interna y a la vez externa, extrañada (o maravillada), con una mirada de descubrimiento de lo sorprendente que resulta estar vivos. Esta mirada sí puede ser innata (aunque también se puede entrenar). Esta mirada es la que te impulsa a escribir, porque ves el mundo desde otros ángulos y eso multiplica las versiones de la historia, las posibilidades de contar. Y, por supuesto, un escritor se hace escribiendo. «Escriviviendo».
SYC: ¿Qué significa escrivivir? ¿Cuándo y cómo nace ese término?
RC: «Escrivivir» significa “escribir + vivir”, esto es, vivir de manera que la escritura sea algo cotidiano.. Observar la vida. Significa, también, vivir la escritura como un entrenamiento vital, como meditación y reflexión. Nace cuando me doy cuenta de que no puedo estar viva y no escribir, cuando soy consciente de que respiro gracias a la escritura, de que vivo a través de ella. Eso quiere decir que nació en mi vida hace mucho tiempo, cuando empecé a escribir a diario: eso fue a los doce años, cuando decidí ser escritora. El cerebro no es un músculo, pero funciona como un músculo. «Escrivivir» = 10% de inspiración + 90% de “transpiración”. Así no hay bloqueos y puedes escribir siempre, mejor o peor. El movimiento no siempre es fluido: a veces estamos cansados, a veces estamos tristes. Pero hay que insistir, porque «escrivivir» es, también, vivir para contarlo.
SYC: Como escritora no solo te centras en un género, una de tus novelas es la reconocida distopía Subway Placebo ¿Cómo surge esa novela? ¿Nos hablas un poco de ella?
RC: La primera vez que tuve claro que quería escribir esta novela fue en 2009. Exactamente el 20 de junio de 2009. Sucedió al salir de una boca de metro en Barcelona, en Plaza Catalunya. Se unieron en mi mente las informaciones sobre una muerte en la línea 1 del metro y la visión de un mapa de metro, semejante a un entramado de neuronas. Faltaba aún un detonante: una pesadilla en la que aparecía un asesino (un serial killer) armado con una motosierra (debo decir que por entonces aún no había visto La matanza de Texas)… Fue como despertar de golpe de un largo sueño. Tuve la sensación de haber tenido un doloroso ataque de lucidez. Cuando salí a la superficie, tenía el título: Subway Placebo. Subway hace referencia al metro, a la vía subterránea que va por debajo de la “verdad-realidad” oficial (en este sentido, la imagen del metro funciona como imagen de esa vida subterránea al margen de lo que se nos dice que es el mundo). Por su parte, placebo se refiere a la sustancia que nos alivia el dolor porque tenemos la expectativa de que así lo haga. En este caso, ese dolor es el dolor de la vida consciente.
Subway Placebo es una novela que parte de la estupefacción ante una realidad cruel y multiforme. En ella, los personajes intentan salir a la luz, a la superficie de este mundo en el que nada es lo que parece.
Ambientada en una Barcelona que funciona como el paradigma de la gran urbe moderna en la que los individuos viven alienados, tiene una base distópica que combina el terror y el noir, la ciencia ficción (con zombis, tecnozombis, cíborgs y biocíborgs) y el humor agrio para ofrecer la visión de un multiverso en el que es fácil reconocerse como habitante de una realidad que no es esencial, sino relacional. En esa múltiple realidad que abarca lo cotidiano, los videojuegos, el cine y un parque temático homónimo de la novela, vivir es derramarse hacia los otros, ser una identidad nómada en un mundo presidido por la incertidumbre.
SYC: Con las novelas El secreto de mi nombre y Memorias de la salamandra has sido finalista de los premios Fernando Lara y Nadal, ¿qué han supuesto para ti esos reconocimientos?
RC: Ante todo, y dejando a un lado la sorpresa y la alegría inevitables, supusieron en su momento un indicio de que la brújula de la escritura no estaba mal calibrada. Por otra parte, me sirvieron para tener una cierta facilidad para publicar y para que me propusieran otros proyectos.
SYC: La pasión según Karina Krunz es muy musical tanto en el argumento como en su estructura, incluso utilizas la técnica de los grandes maestros de la música barroca «corsi y recorsi» ¿Cómo se incluye en una novela? ¿Cómo se te ocurrió unir la música clásica y la literatura de una manera tan original?
RC: Se incluye incorporando la forma de ese ir y venir, de los avances y retrocesos, de las vueltas y revueltas, tanto en la frase como en la estructura narrativa. Pensar la novela como un inmenso juego de tema y variaciones que impregna la obra desde el discurso hasta los conceptos y las evoluciones y las involuciones de los personajes acaba por dar esa sensación de algo que viene y va, de algo que siempre vuelve, en un movimiento que recuerda las olas del mar.
Unir música clásica y literatura es algo que intento cuando escribo novelas. La música y la literatura son mis dos grandes vocaciones y me acompañan desde siempre. La idea de unir ambas disciplinas no es nueva me vino dada a través de las lecturas de las obras de Alejo Carpentier, un escritor cubano que era, a su vez, musicólogo. Se trata de tomar el espíritu de la estructura musical y aplicarla a la estructura narrativa y a la «música» del propio texto. Ello se debe a su nacimiento. La idea para esta novela nació de las clases de piano de mi hija: hablaba con su profesor (que de camino es mi mejor amigo) sobre lo importante que es una buena digitación para tocar bien una partitura. Por entonces, estaban trabajando unas piezas de Bach. Eso me llevó a investigar y a meter a Bach en la novela, tanto desde el punto de vista conceptual como estructural.
SYC: ¿Cómo has llevado toda esta crisis de la Covid-19? ¿Qué has leído durante el confinamiento?
RC: Pues la verdad es que, dentro de lo grave de las circunstancias, bastante bien. No me puedo quejar. He leído muchísimo y también he escrito muchísimo. Mis lecturas durante el confinamiento han sido Apocalipsis de Stephen King, Crítica de la Razón Cínica de Peter Sloterdijk, El segundo sexo de Simone de Beauvoir, Solaris de Stanislav Lem, El hombre terminal de Michael Crichton, Beat Attitude (Antología de mujeres poetas de la generación Beat), 1Q84 de Haruki Murakami, Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez, Las palmeras de Jimina Sabadú, Stoner de John Williams, La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin, Los miserables de Víctor Hugo (lo tenía pendiente desde hacía tiempo) y Los Cantos de Ezra Pound.
Para finalizar la entrevista le pedí que eligiera un párrafo de una de sus novelas, y nos citó una página y media de la que hemos seleccionado un fragmento, se trata de el párrafo final de La Pasión según Karina Krunz:
«Sí, es cierto, somos música, ritmo, somos caos, somos monstruos que respiran, yo la más monstruosa ahora entre esta gente, me ahogo en la grieta estrecha de la vida, en el ángulo justo en el que observas la falda de campana de la de enfrente, la chaqueta fuera de tiempo del individuo algo mod de al lado, todos disonantes pero tan contentos en esta fiesta de inauguración mientras yo sufro un nuevo ataque de asma en silencio, sí, me ahogo, el mundo se me nubla a veces y necesito encontrar un sentido a todo esto que soy yo, interpretarlo, dar con el código, localizar lo que se repite para encontrar el patrón, para hacerlo mejor, para ser una mejor versión de mí misma en esta tarde en la que se repiten los holas y los adioses, la histeria y la perfidia, la porfiria, no, por Bach, que eso era lo que tenía.»
Te invitamos a leer otras reseñas de libros y artículos de Sonia Yáñez Calvo.