Persianas de Fernando Parra Nogueras deslumbra desde el inicio. Solo recuerdo un libro que me haya deslumbrado tanto en su arranque. El embrujo de Shanghái de Juan Marsé, me dejó paralizado unos días lo mismo que me ha pasado con Persianas. El autor utiliza un juego infantil como hilo conductor de la novela.
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Posiblemente, los lectores que me siguen, me van a tachar de pelmazo, por acabar siempre hablando de la infancia. Para mí la niñez, o mejor dicho mi niñez, es una fuente de tesoros incalculable. Pocos novelistas han tratado la infancia desde un punto de vista parecido al mío. Cuando encuentro tesoros escondidos, lo celebro y recomiendo ese libro hasta la saciedad. Es bonito encontrar personas con afinidades a uno mismo. Parece que nuestros caminos están unidos por una forma de ver el mundo. Existe la magia y el mundo de la literatura tiene mucho de truco de varita y chistera.
Persianas de Fernando Parra Nogueras deslumbra desde el inicio. Solo recuerdo un libro que me haya deslumbrado tanto en su arranque. El embrujo de Shanghái de Juan Marsé, me dejó paralizado unos días lo mismo que me ha pasado con Persianas.
Parra Nogueras utiliza un juego infantil como hilo conductor de la novela. Rodrigo, el protagonista, rememora a sus diez años las vivencias del barrio periférico en el que vive. Por el sonido de las persianas, conoce como va despertando la vecindad. Ese juego y el intento de conquista de Soledad con avioncitos de papel, hacen de Rodrigo un romántico en un terreno hostil, como son las afueras en 1987.
El autor, que creció en el barrio Bonavista de Tarragona, nos disecciona muy bien la niñez. O ese punto de ruptura entre el mundo de los niños y el de los adultos. Rodrigo se encuentra en ese lugar fronterizo, de los primeros amores, el acne, los besos y la excitación. Es ahí donde se maneja muy bien en la sutileza de la frontera. Persianas nos hace un recorrido sentimental, por una época que ha sido mucho para un país que aún caminaba con recelo.
Persianas nos muestra la niñez en plenos años 80. Tal vez sea la época más clave para una generación de niños que vivimos la transición jugando y viendo televisión. Porque eso es Persianas una novela fronteriza en espacio y sentimiento. Un canto a lo que fue y no volverá. Porque aunque lo añoremos, aquellos tiempos de la felicidad despreocupada son pasto de la historia.
Fernando Parra homenajea a todos esos niños y a los héroes televisivos que nos embobaban. Como Marsé utiliza un lenguaje muy acorde a la historia, no se pierde en florituras, narra de una manera magistral, llevando al lector por donde quiere. Es una delicia encontrar literatura que no se pierde en lo banal y nos muestra lo que vemos y lo que no vemos.
Persianas bebe de esas novelas de Marsé, de Ferlosio, incluso tiene esa parte Pop de Dibujos Animados de Félix Romeo. Persianas, a pesar de tener personalidad propia, es un compendio de experiencias de muchos que nuestra patria es la periferia. Ha sido todo un descubrimiento.
Fernando Parra Nogueras nos muestra la niñez, la periferia, ETA, con mucha mezcla de fantasía. No desentonan nada los temas y están engarzados con la peripecia de un orfebre que engasta diamantes. Persianas es un libro en el que la infancia es el motor de una vida anódina, pero con matices. Los que hemos sido niños de barrio lo sabemos. Hay magia en nuestras vidas aunque a priori parezcamos lagartos en el desierto. La imaginación nos conduce a cualquier lugar. Aquellos niños de la transición hemos sobrevivido por eso, porque hemos creado nuestro propio mundo y lo contamos.
Fernando Parra tiene la maestría del narrador clásico. Persianas es una obra de iniciación a la vida adulta. Es una defensa de la niñez y de cómo afrontamos los problemas con fantasia. Persianas es el canto a lo perdido a la generación que creció con Chanquete muriendo cada verano.
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