El Ruletista es el primero de cinco relatos que componen un libro mayor, y que fuera publicado originalmente sin él, por decisión de la censura del gobierno de Ceaucescu. Recién en 1993 pudo salir a la luz el texto sin mutilaciones, y el año 2010 El Ruletista es publicado en español de manera independiente.
Se trata de un relato breve, que se lee en cosa de una hora. Pero deja una profunda impresión. Es la historia -contada por un viejo escritor que pese a su carrera y éxito sabe que sólo valdrá una obra suya: ésta- de un ruletista. Sí, un ruletista, un hombre que se gana la vida jugando a la ruleta rusa, y cobrando su parte de las apuestas, si sobrevive.
Esta actividad -que se hace en secreto y bajo cuerda, por supuesto- atrae a unos cuantos adinerados faltos de adrenalina, y que gustan de jugar juegos peligrosos… aunque no para ellos. Ellos están bien protegidos contemplando cómo un desgraciado se mete una bala en la sien.
Y la historia de El Ruletista será especial por su buena fortuna: escapa tantas veces con vida, que se convierte en una especie de atracción en sí mismo, y las apuestas se disparan, con un montón de seguidores llenos de morbo, deseando verlo morir tanto como deseando verlo salir ileso. Incluso llegará el minuto en que, con arrogancia, nuestro muchacho decida jugar a la ruleta pero con dos balas en el revólver, en lugar de una. Luego tres, cuatro, hasta seis balas en un mismo revólver, ya con lo más selecto de una ciudad enloquecida por la ruleta, pagando enormes sumas por no perderse el espectáculo macabro.
Aunque sostuvo una ascendente carrera, con pingües ganancias, rodeándose de hermosas mujeres, y avanzó de sótanos cochambrosos y lúgubres a grandes salones, a la elegancia de la fiesta y de los famosos que acudían a ver su terrible espectáculo, el ruletista se mantiene siempre como un pobre diablo. Sin amigos, una especie de bufón premium, haciendo el sucio trabajo de divertir a los pudientes.
Y, por otra parte, la historia de El Ruletista es también una especie de alegoría. Una representación del destino, y cómo un hombre se enfrenta a él, sin más talento y dote que su mala estrella. Sin contactos, sin inteligencia, sin dinero, pero con una fatalidad siempre puntual, dispuesto a darle, cada noche de fiesta, una mordidita al destino, escamotearle la presa una vez más.
Se trata de una historia contada por un escritor que, sintiendo ya la cercanía de la muerte, y preguntándose cómo enfrentar a fuerzas superiores, cómo derrotar al destino y a la muerte, cae en la cuenta de que la única referencia que él conoce, el único que acaso estuvo cerca de lograrlo, es el ruletista. Y algo más: El Ruletista, ese desgraciado, es su último tren a la inmortalidad. Contar su historia, la historia imposible de un hombre que estiró una mano y casi, casi atrapó una estrella, es la forma que el narrador tiene de asomarse al abismo, de arrojar una sonda a la eternidad.
Cartarescu vivió y escribió en medio de un régimen opresor, de un país en estado de vigilancia perpetua. Y probablemente por ello acudió a la alegoría y al mundo onírico para hablar de las cosas que le importaban: del poder de vencer (o no) al destino y la muerte, de la ilusoria (o no) libertad, de la abusiva relación entre los que cuentan con los medios para ser servidos y los que sólo tienen los medios para servir (oh, sí).
Con una prosa elegante, en la que la florida adjetivación de Cartarescu nunca es empalagosa, sino que más bien se vuelve un sello distintivo, así como sus estupendas descripciones, que consiguen mostrarnos vívidamente personas lugares y cosas (creo que nunca olvidaré ese silencio tan perfecto en un sótano tan asqueroso, que sólo se oían las antenas de las cucarachas rozándose…)
En pocas páginas, Mircea Cartarescu consigue contarnos una historia universal, la de un desesperado que se aferra a su clavo ardiendo y consigue triunfar, ser una estrella, y seguir siendo el idiota al que le palmean la espalda porque se están aprovechando de él. Consigue preguntarse por el mundo entero, por la vida y por la muerte, a través de un triste y desesperado ruletista.
Y crear una pequeña obra maestra, además.
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