A continuación, PARTITURA PARA EL FUEGO, la colección de crónicas literarias de Alberto Revidiego para cubrir la actividad de la V Edición de ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST, celebrado del 30 de mayo al 14 de julio de 2025, recogidas en Revista 17 Musas. Si quieres conocer en qué consiste este proyecto, aquí tienes la presentación.
ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST
16 de junio de 2025, Plaza de España, bajo una noche calurosa
Recuerdo aquella noche como una ruptura de protocolos: nadie parecía respetar la presunta formalidad que reviste un lunes. Se había instaurado el verano, su actitud de camisa escotada y bebidas bien frías, la risa fácil, la charla creciente, y aunque trabajásemos al día siguiente (bueno, trabajasen, ellos, los mortales; un dios como yo no necesita distracciones económicas) nadie quería perderse el conciertazo que estaba dispuesto en el corazón del ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST.
En el cartel rezaba un grupo que me llamó mi atención, tanto por su propuesta como por sus raíces: KALEO, una banda islandesa de Blues Rock. Por supuesto, como nadie dudaría de ello, tenía que conocer esta formación tan particular venido desde el otro extremo de Europa. La Plaza de España pareció darme la razón, encontrábamos grupos que iban llegando y ocupaban las terrazas para tomar algo antes del show. Yo estaba impaciente, feliz, pero decidí vivir aquella experiencia dentro de uno de esas compañías de asistentes. Localicé a uno bastante variopinto, a saber si eran compañeros de uno de esos curros postcapitalistas, pero que tenían una nota común bastante evidente: La risa, el cachondeo, la broma larga. Allá que fui, con los dedos cruzados para que no fueran demasiado intensitos. Veni, vidi, vici. Tras saludar, chasqueé los dedos y tuvieron una bebida extra sobre las mesas, al punto de frío, cortesía de Vilama, el trickster sevillano. Esa fue mi presentación, me dijeron sus nombres pero, la verdad, ya se me ha olvidado. ¿Sabes esa ansiedad que te entra por preguntarle de nuevo lo que te acaban de decir, que acaba fluyendo hacia un asentimiento de cabeza, maniatado a la esperanza de que no tengas que nombrarlos en lo que queda de noche? Pues eso. Esta deidad no es inmune a ansias sociales. Llegada la hora, comenzó el espectáculo entre aplausos y una energía vibrante, y allí, en plena pista, un grupo alegre (quizás por la bebida, quizás por la música) se movía al ritmo de la percusión.
KALEO manifestó rápidamente su alimentación musical, su inspiración, dentro de las raíces del blues, el folk y el rock más sesentero. La voz de JJ Julius Son es imbatible, llena de calidez y potencia. Mi mente divagó sobre el nombre, no me pasó desapercibido esa triple jota, y no tengo idea de islandés, pero imagino que se traduce al andaluz como “Jartádebueno”. Que me corrija algún filólogo si algo he errado… Aunque yo nunca me equivoco. El pulso rítmico de David Antonsson y Daniel Kristjansson, a la batería y bajo respectivamente, marcan el pulso de los cuellos y piernas del aforo en pista, eran la guía más fiable para entrar al sentimiento de cada canción. Porleifur Gaukur Davidsson procuraba redondear las atmósferas desde su teclado, y Rubin Pollock acaba de marcar el tono más rockero desde su guitarra, más allá de que el vocalista también acompañase como rítmica o punteos significativos. Súmale esa consagración musical, a un género que te retrotrae a otras épocas, a otro filtro que simula un tratamiento analógico de nuestra foto mental asociado a ese sonido, pero que conecta emocionalmente con una verdad esculpida fuera del tiempo. Y eso te pega en la boca del estómago y te pone a bailar.
Desde Islandia, el otro extremo vertical a Andalucía, fueron a caer estos músicos, a una plaza iluminada de forma soberbia, para encontrar en la noche más luminosa de Sevilla, la calidez humana de su público que se dejaba seducir con cada nuevo tema. Aunque tuve la sensación de que no muchos de los presentes se sabían la totalidad de sus temas, lo cual no era óbice para ponerse a bailar o sonreír al escenario, como quien identifica el cariño detrás de un regalo, sí que hubo cierto encuentro cuando sonaron algunos hits como Way down we go, Break my baby, Broken Bones, o incluso Lonely Cowboy, perteneciente a su último trabajo, Surface Sounds (2021).
Mi experiencia es que daba igual si conocías sus temas o no, porque eran tan expertos en crear atmósferas y acertar al centro de la diana con una precisión técnica patente, que nadie quedaba indiferente. En los temas más emocionales, acabé abrazado por los hombros, entre una argentina y un colombiano de aquel grupo tan majo, porque la mezcla de orígenes entre aquellos amigos era loable, pero si luego piensas que estás viendo a una banda de Islandia en un escenario sevillano tan icónico (valga el guiño), miras arriba, te dejas cegar por los focos, sigues subiendo las pupilas, alcanzas la luna brillante, fuerzas el ángulo y sigues ascendiendo con la mirada y llegas al firmamento y, mientras aquellos instrumentos resuenan por el aire, uno se da cuenta de lo afortunado que puedo llegar a ser, la fortuna que todos podemos alcanzar, simplemente al compartir un tiempo de calidad con gente noble (o que al menos lo parezca el tiempo que dure el concierto). Qué suerte.
Es cierto que la banda mantuvo una actitud de pocas palabras hacia el público, intuyo que preferían que su música hablase por ellos, pero, por suerte, los tempos relajados facilitaban el ir y venir de la gente hacia los puestos posicionados en los laterales de la pista, para recargar bebidas o comprar algo que te diera el plus de energía. Yo, por mi parte, con la ansiedad social por los suelos, decidí chasquear de nuevo los dedos y que, sin que nadie de aquel grupo ostentara la respuesta, se vieran con sus vasos recargados hasta el borde. Un empujoncito para que la noche terminase de romper la barrera entre aquellos dos mundos: el reino del lunes y el imperio de los placeres. Me pasé de fuerza con el chasquido y toda la plaza vio hasta arriba su vaso, incluido el de los propios músicos. Pues eso que se llevan.
Tras una pausa entre bambalinas, el grupo regreso para el broche de oro con los últimos destellos de aquel racimo de canciones, una entrega que fue recogida, valorada y devuelta en forma de aplausos, voceo y brindis a la salud musical de aquella banda. Por muchos más años, discos y giras. Lo estuvimos comentando en aquel grupo, sería buenísimo reunirnos para la próxima vez que toquen KALEO en Sevilla. Quién sabe si también en Icónica. Por supuesto, no hablamos nosotros, lo hicieron las cervezas, pero uno nunca sabe. Uno nunca sabe nada aunque diga lo contrario.
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