A continuación, PARTITURA PARA EL FUEGO, la colección de crónicas literarias de Alberto Revidiego para cubrir la actividad de la V Edición de ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST, celebrado del 30 de mayo al 14 de julio de 2025, recogidas en Revista 17 Musas. Si quieres conocer en qué consiste este proyecto, aquí tienes la presentación.
ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST
3 de julio de 2025, Plaza de España, a través del tiempo
Invocados por el poder del metal. Así podría resumir aquella noche en la que veríamos a los míticos MEGADETH en vivo, apenas una frase diseñada para una voz en off de anuncio cutre de televisión. No obstante, conjuro o marketing, así se vivía entre los límites del recinto del ICÓNICA SANTALUCÍA SEVILLA FEST.
Cientos de almas concentradas con sus mejores galas de metaleros, es decir, sus camisetas negras, sus anillos y colgantes, sus melenas sueltas y algún que otro gorro extravagante, como aquel tipo que vi con un sombrero steampunk (si lee esto, gracias por aportar ese toque Lewis Carroll a la noche). De hecho ese personaje que aparecía y desaparecía formaría parte indirecta de mi experiencia subjetiva del concierto, una mezcla entre revivir lo mejor de los ochenta y adentrarse a través del espejo. Pero vamos por partes: El aforo se presentaba con un abanico realmente amplio de edad, veías niños con sus padres y heavys que pivotaban los sesenta y muchos años, puede que incluso más. Yo, el más anciano de todos, pues albergo miles de años bajo esta tensa carita de dios, me vestí como el protocolo exigía, de negro, aunque sin decantarme por serigrafía de ningún grupo en mi camiseta lisa, allí cada cual iba con lo que le salía del foso de los deseos: Los había con estampados de Megadeth, por supuesto, pero también circulaban imágenes de Slayer, Guns & Roses, Red Hot Chili Peppers, Anthrax, Pantera, Black Sabbath y… Metálica. Sí, a pesar del mítico roce entre bandas, no eran pocos los que decidieron echarle pique a la tarde portando su camiseta de Metallica en el concierto de Megadeth.
Yo paseé un rato, viendo el percal, me emocionaba ver a tanta gente joven con sus melenas y sus portes contundentes, ojalá siguiera esa pasión tan fuerte en cualquier calle de entre semana, aquello parecía lleno de extras para la ocasión. Y esa debió ser la primera señal al otro lado del espejo, parecía en otro plano, fue entonces cuando apareció en mi camino un tipo bajo pero muy activo, con cara de concentración pero que atisbaba una guasa en la mirada, de eso no cabía duda, y me llamó la atención porque al pasar junto a mí vi que agarraba un flis-flis que pulveriza agua para refrescarse y olía a… ¡romero! ¿Pero qué cojones le pasa a esta gente? Maravillado, decidí seguirlo hasta la pista, casi como si se tratase de una versión metalera del conejo de Alicia.
Era tan rápido que lo perdí de vista y olfato una vez estuve dentro del gentío. Tronaron las guitarras y comenzó el gran espectáculo que darían los teloneros de la noche, ANGELUS APATRIDA. Thrash metal directo de Albacete, quienes celebraron sus 25 años como banda desde un sonidazo con el que cubrieron el descenso de la tarde hasta la llegada de las sombras nocturnas, y tuvieron al público en el bolsillo, porque la calidad de su música te golpea lo quieras o no. Hora y media de un metal brutal en la que sus cuatro miembros estuvieron dándolo todo e interactuando con el público, ya sea elevando sus guitarras y bajos LTD (preciosos instrumentos) o moviéndose de un lado a otro del escenario. Las primeras filas comenzaron a darlo todo, mientras que el resto, aunque estaban algo más contenidos, imagino que para desfogar con Megadeth, no rebajaban la atención del escenario. Era el momento para beber, también debo decir, luego llegarían turbulencias…
A las 23h, tras la clásica introducción musico-lumínica de ICÓNICA por toda Plaza España, salieron a escena el cuarteto que todo el mundo esperaba: MEGADETH estaba en la casa. Única cita en el país de una de las bandas más icónicas (valga el adjetivo) del thrash metal mundial, con una trayectoria de más de cuatro décadas. Apareció su creador y líder, Dave Mustaine, con camisa blanca, pantalones ajustados y la melena rubia cayéndole por todo el rostro. No sé hasta qué punto la estética debía primar a la supervivencia, porque hacía un calor de cojones, esto es Sevilla, julio en Sevilla, una aglomeración de personas en julio en Sevilla, alguien debía informarle, que ya supera los sesenta años y sigue dándolo todo sobre el escenario.
Sus acompañantes, unos mastodontes de la música metal, Dirk Verbeuren (batería), James LoMenzo (bajista) y Teemu Mäntysaari (guitarrista solista) lograron crear una atmósfera energizante que no frenó en intensidad en ningún momento del amplio setlist que atravesó la noche sevillana: 17 canciones, cuyo pistoletazo de salida fue la épica Hangar 18. Todo el mundo a doblar el cuello, a dirigir los cuernos hacia el escenario y a gritar, todos en coro, “¡ME-GA-DETH!” cuando la instrumental golpeaba a tres tiempos. El vello de punta ante la apertura de esa puerta emocional compartida por toda la plaza, llena miraras por donde miraras, ya fuese en pista o gradas.
A partir de entonces, como una lluvia de meteoritos, fueron desfilando sin descanso grandísimos temas de su discografía, como Dread And The Fugitive Mind, Angry Again, Trust, We’ll Be Back, Peace Sells. Todo cañonazos. Nadie omitió los generosos pogos que se formaron frente a la posición de Mustaine, pero había espacio para todos, es lo que más me impresionó. Veía a muchas parejas, padres con sus hijos, treintañeros con vasos en la mano y, mis favoritos, gente como las que tenía a mi lado, un trío veterano, con pelo canoso y largo, riendo y bailando todo el tiempo, heavys clásicos, con la misma camiseta de hace cuarenta años, probablemente. Esta es mi gente. Yo soy y seré igual, lo veo claro. Con un rápido movimiento de dedos les rellené gratuitamente sus vasos, que no perdieran fuelle, ver ese nivel de fan me llenaba de una esperanza lisérgica en la que todo es posible. En un momento determinado, el conejo metalero de Alicia salió de un pogo y me llegó rápidamente ese olor a romero. Me decidí a seguirlo, atravesando el apretado público en pista, y cuando llegué a él comenzó a sonar otro himno que todos celebraron como si acabasen de descubrir la dinamita: Tornado of Souls. Aquel tipo comenzó a saltar y cantar y gritar y moverse como si las extremidades ya no le obedecieran y… yo le imité, por supuesto. Entramos ambos en ese trance ritualista y chamánico invocado por las distorsiones y la percusión incesante, y a ratos me distraía, mis poderes se precipitaban y comenzábamos a levitar. Parpadeaba fuerte para que volviésemos a caer al suelo con crueldad, pero volvía a pasar y tenía que concentrarme para no abandonar la gravedad de este planeta caliente. Fue la hostia, en aquel baño de punteos de guitarra y sudor, todos olvidamos el tiempo, la ciudad y hasta los idiomas que no saliesen de un amplificador. El poder del metal (voz en off de anuncio cutre).
Tras una breve pausa, concedieron un encore de dos canciones grabadas en piedra en la discografía de la banda: Symphony Of Destruction, con la que el público terminó de volverse loco, coreando durante los clásicos acordes introductorios “¡ME-GA-DETH, ME-GA-DETH, AGUANTA ME-GA-DETH!”. Ahí fui yo quien le enseñó a bailar y saltar al heavy del romero, la sentí como mía, quizás el himno más identitario de la banda. Finalmente cerraron con Holy Wars… The Punishment Due, canción para no ceder un mínimo de intensidad hasta el último segundo del concierto más metalero que ha cobijado ICÓNICA en esta quinta edición. Si el objetivo era romperse el cuello a base de headbanging y molinos con las melenas, se consiguió. Todos felices. Salíamos con la insospechada fortuna de ver un concierto de thrash metal de este calibre en un lugar tan bello como la Plaza de España de Sevilla, más allá de la medianoche, entre tantos heavys de corazón. La inmortalidad se mide con la actitud.
Puedes consultar otros artículos del autor haciendo clic aquí
